ADIÓS A UNO DE LOS GRANDES NOMBRES DE LA CINEMATOGRAFÍA BRITÁNICA

El sir y lord del cine inglés

Ganador del Oscar al mejor director por 'Gandhi', el fallecido Richard Attenborough brilló como actor en 'Parque Jurásico' y 'El estrangulador de Rillington Place' en el rol de asesino de mujeres

A la izquierda, Richard Attenborough, en el 2005, en la inauguración de un teatro en Londres. A la derecha, detrás de la cámara durante uno de sus rodajes.

A la izquierda, Richard Attenborough, en el 2005, en la inauguración de un teatro en Londres. A la derecha, detrás de la cámara durante uno de sus rodajes.

QUIM CASAS

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El viernes 29 de agosto, Richard

Attenborough habría cumplido 91 años. Pese a que se había retirado en el 2008, continuaba siendo uno de los nombres más importantes del cine británico. Como director no alcanzó el peso específico de Michael Powell, Laurence Olivier, David Lean, Carol Reed, Alexander Mackendrick o Terence Fisher, ni estuvo involucrado en ninguna revolución cinematográfica como la del free cinema. Tampoco los cineastas británicos importantes de los últimos años -Ken Loach, Mike Leigh, Stephen Frears, Terence Davies, Steve McQueen- están en deuda con él. Sin embargo, Attenborough, quien poseía los títulos de sir y lord, representa a la perfección un modelo concreto de cine británico.

Nacido en Cambridge en 1923 y fallecido en Londres el pasado domingo, Attenborough debutó como actor en Sangre, sudor y lágrimas (1941), de Lean y Noel Coward. Fue el pistoletazo de salida de una carrera que se prolongaría con casi 80 cintas como actor y 12 como director, incluyendo Gandhi (1982), ganadora de ocho premios Oscar, entre ellos el de mejor película y mejor director.

Attenborough nunca tuvo un estilo definido tras la cámara; no tuvo conciencia de autor en el sentido estricto de la palabra, sino que realizó, con solidez más propia de los artesanos del cine clásico hollywoodiense, una serie de producciones de considerable envergadura (filmes caros, de época, con grandes repartos) centradas en temas o personajes importantes.

Su debilidad fue el género biográfico: El joven Winston (1972), sobre los años mozos de Winston Churchill; Gandhi, en torno al célebre líder pacifista; Grita libertad (1987), centrado en el activista sudafricano Steve Biko; Chaplin (1992), biopic de Charles Chaplin; Tierras de penumbra (1993), su mejor película como director, evocación de la vida de C.S. Lewis, el medievalista irlandés que escribió la saga de Las crónicas de Narnia; En el amor y en la guerra (1996), novelesca traslación de las peripecias de Ernest Hemingway en la primera guerra mundial, y Búho gris (1997), sobre un trampero y naturista canadiense que hizo causa común con los nativos americanos.

Attenborough nunca se dirigió a sí mismo. La mayoría de sus películas contaron con grandes repartos corales o estrellas contrastadas. Un puente muy lejano (1977) reunió un auténtico coctel de primeras figuras de la época (Sean Connery, Michael Caine, Gene Hackman, James Caan, Robert Redford), aunque a sus órdenes quien mejor brilló fue Anthony Hopkins, excelente en Magic (1978), en el papel de un ventrílocuo dominado por su muñeco, y en Tierras de penumbra.

Es bastante habitual que un buen actor saque buen partido de otros intérpretes cuando les dirige. Frente a la cámara, Attenborough perfiló muy bien una serie de personajes introvertidos, inseguros y esquivos que desarrolló tanto en el cine inglés como en Hollywood. Objetivo: Banco de Inglaterra, La gran evasión, Rosebud y Parque Jurásico representan sus grandes hitos en la interpretación, pero su mejor composición se encuentra sin duda en El estrangulador de Rillington Place (1971), de Richard Fleischer, magistral acercamiento a una patología criminal.