LUGARES LEJANOS PARA LARGARSE Y NO VOLVER (3)

El rey de la Patagonia

Horizontes y montañas en la Patagonia.

Horizontes y montañas en la Patagonia. / periodico

XAVIER MORET

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Cuando un médico le recomendó a Bruce Chatwin que viajara a lugares de horizontes lejanos para no tener que forzar la vista, él no se lo pensó dos veces y eligió la Patagonia. En aquellos tiempos, Chatwin (1940-1989) trabajaba en Londres para la galería de arte Sotheby’s y su vista había empeorado al tener que examinar los cuadros de muy cerca. De aquí la receta de los horizontes lejanos. Sea cierto o no (Chatwin era muy dado a la mistificación), de aquel viaje salió un gran libro de viajes: 'En la Patagonia' (1977).

En el libro, Chatwin relata su viaje hasta Puerto Natales, en Chile, en busca del rastro del milodón, un herbívoro prehistórico del que un primo de su abuela había conservado un pedazo de piel que le obsesionaba de niño. Por el camino, describe lugares aislados, la luz especial de la Patagonia y muchas historias maravillosas de esta tierra lejana.

La Patagonia, tanto la argentina como la chilena, es una región del hemisferio sur que ocupa más de un millón de kilómetros cuadrados y que en su mayor parte está poblada por la soledad y un viento inmisericorde. Es cierto que allí se encuentran también los Andes, con lugares turísticos como Bariloche, el glaciar Perito Moreno o el Parque Nacional de Torres del Paine, pero es en el gran llano donde están los grandes ranchos (estancias) que mejor reflejan el espíritu de la Patagonia, un lugar idóneo para tratar de empezar una nueva vida. William H. Hudson describió muy bien aquel mundo en 'Días de ocio en la Patagonia' (1893).

Las estancias suelen ser enormes, de hasta 100.000 hectáreas, y con grandes rebaños de ovejas. Algunas, como la Estancia Anita, no muy lejos de El Calafate, están marcadas por un pasado trágico. Fue allí donde en 1921 fueron fusilados por el Ejército argentino los rebeldes anarquistas que recorrían la Patagonia exigiendo mejor trato.

Aquellos rebeldes, entre los que se encontraba el gallego Antonio Soto, habían emigrado muy lejos en busca de una vida mejor. De hecho, fueron cientos de miles los europeos que lo hicieron en aquellos tiempos, cuando la Patagonia se ofrecía como un lugar lejano con buenos pastos y posibilidades de hacer fortuna.

En 1520, en su viaje alrededor del mundo, Magallanes le dio a aquella tierra el nombre de Patagonia. Se le ocurrió al ver las grandes huellas que dejaban en la arena las pisadas de sus habitantes, a los que imaginó unos gigantes patagones.

Muchos años después, en la vuelta al mundo que realizó con el 'Beagle', entre 1832 y 1834, Charles Darwin también anduvo por allí. Tenía poco más de veinte años, pero le fascinó tanto lo que vio que le inspiró su libro 'El origen de las especies' (1859), básico para la teoría de la evolución.

Entre los muchos europeos que quisieron vivir el sueño de la Patagonia está el catalán Jacint Puget, hermano de Rafael Puget, bautizado por Josep Pla como 'un senyor de Barcelona'. En 1925 compró una estancia de 20.000 hectáreas en la Tierra del Fuego, y permaneció allí treinta años. En 1955 regresó a Barcelona, donde murió en 1969, añorando los grandes espacios.

Con el paso de los años, el sueño de la Patagonia no se apaga. Tenemos un ejemplo en el doctor Oriol Doménech, que en los años sesenta se compró una estancia al pie de los Andes a la que puso el nombre de Canigó. Su hijo, Ivo Domènech, regenta desde hace años, en la localidad de El Chaltén, el bar-pulpería La Senyera, con una bandera catalana que lo identifica.

Otros personajes históricos famosos en la Patagonia son los bandidos del Far West que inspiraron la película 'Dos hombres y un destino' (1969). Llegaron allí huyendo de la justicia yanqui, se instalaron en un rancho en Cholila y, después de realizar varios atracos, murieron en un tiroteo en Bolivia en 1905.

Son cosas que pasaban en la lejana Patagonia, una tierra en la que no hace tantos años las fronteras de la ley eran difusas.

El más original de todos los extranjeros que llegaron allí es sin duda el francés Orélie Antoine de Tounens. Llegó a Chile en 1858 y se le ocurrió la idea de fundar un reino independiente para el pueblo mapuche. Lo hizo el 17 de noviembre de 1860, cuando se proclamó Rey del Reino de la Araucanía. Redactó una Constitución y el 20 de noviembre del mismo año decidió anexionarse toda la Patagonia, con lo que pasó a convertirse en Rey de la Patagonia.

El Gobierno de Chile no sólo no reconoció su nuevo reino, si no que ordenó la busca y captura del citado rey. Lo detuvieron en 1862 y fue recluido en un manicomio, hasta que el cónsul francés logró sacarlo de allí y repatriarlo a Francia. Una vez en Europa, encontró el apoyo de unos empresarios que le financiaron un nuevo viaje a Chile para intentar hacer valer sus derechos sobre la Patagonia. La cosa no acabó bien y tuvo que marcharse a Buenos Aires. Lo intentó todavía un par de veces más, sin éxito, hasta que murió en 1878.

Uno de los amigos de Orélie, Gustave Achille La Viarde, fue coronado como sucesor y todavía hoy hay en Francia quien se proclama Rey de la Patagonia, un título más bien imaginario que refleja el sueño de un paraíso lejano.

En episodios anteriores...

1. Los Mares del Sur

2. Volver a empezar en Australia

Y mañana:

4. Por las montañas del Kirguizistán.