CRÓNICA DE CONCIERTO
Sam Smith, pastor de los corazones rotos
El crooner gospel-pop entusiasmó a su notable parroquia el martes en el Palau Sant Jordi
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
Juan Manuel Freire
El tipo de canción que ha hecho triunfar a Sam Smith, en solitario, no del lado de Disclosure, es un híbrido góspel-pop en lento pero seguro crescendo, generalmente inspirado por un mal de amores que convierte en cuestión épica, digno de ser exorcizado en una iglesia, con coro sonando al fondo.
O en un pabellón de deportes, con coro siempre sonando al fondo. El único problema, en este caso, es que el repertorio de 'The thrill of it all' (2017) combina los arrebatos de predicador con pasajes más lentos y solitarios cuyo poder afectivo podría diluirse en la inmensidad de una localización así. Smith lo sabe. La noche del martes, poco después de arrancar su actuación en el Sant Jordi, reconoció que su música podía ser deprimente y prometió dar un espectáculo animado.
No mentía. Incluso si no eres creyente de su iglesia, era fácil dejarse engatusar por una selección de temas con tendencia al ritmo bailable; la buena labor de su banda y sus cuatro coristas (con magnético protagonismo en 'Baby, you make me crazy'), y, sobre todo, el encanto de Smith, raro caso de estrella que suena sincera cuando dice que está feliz de estar aquí o que la noche ha sido maravillosa. Los clichés pueden ser verdad.
De 007 a Luther Vandross
Smith había emergido en escena por una trampilla, cabizbajo y hundido en una silla, irguiendo la cabeza levemente para cantar 'Burning', balada sobre arder por dentro y empezar a fumar un paquete de cigarrillos al día. Es un comienzo algo engañoso, porque el cantante saltó enseguida al retro-soul contagioso de 'One last song' y, después, a la notable 'I’m not the only one', interpretada con sonrisa impropia de un narrador al que han puesto los cuernos.
Tras coser su ya antigua 'Lay me down' con el himno góspel 'His eye is on the sparrow', se acercó a un house orgánico con 'Omen', uno de sus singles con Disclosure, como el revelador 'Latch', aquí transformado en balada lounge. También con este dúo de baile trabajó en 'Writing's on the wall', su oscarizada (sin motivo, todo sea dicho) aportación al legado musical de James Bond. La noche se ralentizó casi demasiado con ella, pero Smith lo compensó encadenando 'Money on my mind', 'Like I can' y una 'Restart' en la que confirmó, por si hacía falta, su amor por Luther Vandross interpolando 'The best things in life are free', dueto del artista R&B con Janet Jackson de 1992.
Para la recta final se había reservado ases como 'Too good at goodbyes', 'Stay with me' y 'Pray', con la que, definitivamente, el Sant Jordi se convirtió en una iglesia de Harlem en plena misa góspel. Después, Smith volvió a su silla para descender a la oscuridad.
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