TRIBUNA

La magia del cómic

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JAVIER PÉREZ ANDÚJAR

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Según acaba de publicar 'Quaternary International' (una revista de temas de nuestra época), en Europa llevamos dibujando, principalmente en las paredes, figuras de animales desde hace por lo menos 38.000 años. El artículo reseña el hallazgo, en la región francesa de la Dordoña, de una imagen grabada que representa a un uro (un toro primitivo) llena de agujeritos, los cuales evocan el estilo de los pintores impresionistas, de modo que en algunos titulares posteriores se la ha considerado un precedente de Seurat y de Van Gogh. Dar con los orígenes prehistóricos del puntillismo hubiera sido un puntazo, pero tal vez aquellos artistas del auriñaciense no estaban pensando en lo mismo que los pintores de finales del siglo XIX. Hay un anacronismo de interpretación, que es lo mismo que provoca el humor en 'Los Picapiedra', o en las historietas de Altamiro de la Cueva (que dibujaba Bernet Toledano para 'TBO') o de Hug el Troglodita (de Gosset, para 'Tío Vivo'), o de aquella tira americana de Johnny Hart titulada 'B.C.' (las iniciales en inglés de antes de Cristo), que aquí editó por primera vez Buru Lan, y donde los hombres primitivos más que ir con barba parecía que iban sin afeitar (como el Salón del Cómic de este año está dedicado a la aviación, indiquemos que Hart sirvió en las fuerzas aéreas durante la guerra de Corea).

El caso es que los pintores rupestres (algunos estudiosos como David Lewis-Williams, autor del fascinante ensayo 'La mente en la caverna', sostienen que eran chamanes e interpretan sus dibujos como un acto mágico) estuvieron representando animales a base de puntos, manchas redondas, topos..., durante miles y miles de años. Unos 8.000 años después de la pieza citada, alguien trazó en la gruta de Chauvet la silueta de un mamut, de unos dos metros de largo, rellena de gruesos puntos rojos. Ese es el lugar donde Werner Herzog, que ha participado estos días en el festival Kosmopolis, grabó su documental 'La cueva de los sueños olvidados'.

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Dos expertas en prehistoria y arte parietal, Dominique Baffier y Valérie Feruglio, han demostrado que esas pinturas de manchas circulares de pigmento rojo se hacían aplicando contra la pared la base de la palma de la mano. Acaso las pinturas más famosas de este tipo sean las de los caballos moteados de la gruta de Pech Merle, también en la Dordoña. Fueron realizadas hace 25.000 años con pigmentos negros (el rojo y el negro son los colores con que descubrimos el arte). Pero mucho antes de representar animales, ya se había empleado el sistema de puntos para trazar figuras geométricas. En Cantabria, en la cueva del Castillo, hay una pared llena de extraños signos de puntos rojos a los que se calcula más de 40.000 años de antigüedad. Probablemente los puntos eran un lenguaje simbólico, no una técnica de dibujo; pues aquellos pintores de las cavernas se habían erigido como los primeros magos y sabían muy bien lo que querían decir con lo que dibujaban (o las primeras magas, porque quizá fuesen pintoras).

Hoy en el cómic continúa viva esa magia porque sigue vivo el oficio de dibujante, tan antiguo como la humanidad. Los primeros pintores fueron magos, brujos, y cuando ahora los dibujantes de tebeos, los magos del humor, han creado esos animales con topos como el Marsupilami (en 'Spirou'), como el Jeep (en 'Popeye'), o cuando una escritora le ha proporcionado un caballo moteado a Pippi Langstrump, han sido en realidad actuales herederos de aquel momento mágico en que nació el arte de pintar en las paredes.