ENTREVISTA
Juliano Ribeiro Salgado: «La obra de Salgado tiene un gran valor humanitario»
El cineasta codirige junto con Wim Wenders 'La sal de la tierra', película documental sobre la obra de su padre fotógrafo, Sebastiao Salgado
Sebastião Salgado se dedicó durante décadas a capturar con su cámara imágenes de conflictos internacionales, desastres naturales, guerras y otros dramas humanitarios alrededor del mundo hasta que el genocidio de Ruanda le provocó un trauma psicológico y emocional que le hizo volver su mirada hacia la naturaleza. Ahora, su hijo, Juliano Ribeiro Salgado, ha codirigido a medias con Wim Wenders el documental La sal de la tierra, que repasa la vida del legendario fotógrafo brasileño y reproduce algunas de sus impactantes imágenes.
-¿Por qué tomó la decisión de hacer esta película?
-Mi padre pasó una temporada en el infierno y quedó muy dañado por la experiencia. Quizá no habría sobrevivido de no ser por su encuentro con la naturaleza. Logró redimirse y reinventar su fotografía. Fue esa experiencia lo que Wim y yo quisimos recrear en esta película. Confiábamos en que el testimonio de mi padre y su visión de la humanidad representan un mensaje pertinente, y que sus fotos son un espectáculo visual único. Al principio, nuestros enfoques eran distintos, pero queríamos lo mismo: descubrir quién es Sebastião Salgado.
-¿Qué dificultades provocó esa diferencia de enfoques?
-Wim y yo nunca rodamos juntos. Yo acompañé a Sebastião en sus viajes, y luego Wim rodó todas las entrevistas con él, yo no habría podido hacerlo porque me siento demasiado cercano a mi padre y hacía falta cierta distancia. Fue al poner todo el material en común cuando empezaron a saltar chispas. Durante el montaje tuvimos tantas discusiones que estuvimos a punto de abandonar. Por fortuna no lo hicimos.
-¿Qué dificultades entraña trasladar a la pantalla un arte visual estático como la fotografía?
-La televisión y el cine generalmente sienten pánico a ese estatismo, y por eso cuando reproducen fotografías usan zums, falsos movimientos de cámara u otros trucos. Pero nosotros quisimos mostrar las fotos de Sebastião tal cual son, con toda su densidad y su profundidad, y dejar que vehicularan la película.
-La obra de su padre ha sido cuestionada por voces como las de la novelista Susan Sontag, que la acusan de estetizar el sufrimiento ajeno...
-Sí, su principal argumento es que los medios de comunicación y los fotoperiodistas están fascinados por la muerte y el sufrimiento y usan la miseria del mundo para ganar dinero, y critican que los protagonistas de las fotos permanecen en el anonimato mientras los fotógrafos se llevan la gloria. Puede que esas críticas estén fundadas pero, ¿cuál es la otra opción? ¿Dar la espalda a la realidad? En todo caso, es injusto achacar esas cosas a mi padre, porque él nunca explotó a sus modelos, siempre se identificó con ellos y construyó con ellos relaciones llenas de emoción y empatía. De veras creo que la obra de Salgado tiene un gran valor humanitario.
-En la cinta, usted sostiene que buena parte del éxito de Salgado es en realidad mérito de su mujer, Lélia.-De entrada, mi madre aportó todo el sufrimiento que sentía cada vez que mi padre se marchaba: temía que quizá nunca regresara. Pero no solo eso: fue la participación de mi madre lo que hizo despegar la carrera de mi padre. Ella lo guió para que convirtiera sus proyectos en análisis sociales. También le ayudaba en la selección de las fotos, diseñaba sus libros, planificaba sus exposiciones… La mitad del éxito de él le pertenece a ella.
-No puede ser casual que usted haya acabado dedicándose a rodar documentales. ¿Cuándo empezó a sentir la influencia de su padre?-De pequeño yo sabía que mi padre tenía un trabajo estupendo. Viajaba por el mundo y vivía grandes aventuras. Sin darme cuenta, yo desarrollé desde muy temprano un gran interés por asuntos geopolíticos. Mi intención inicial era ser abogado de Derecho Internacional, pero justo cuando estaba a punto de ser padre comprendí que el trabajo de oficina no era lo mío. Con toda la modestia del mundo decidí seguir los pasos de Sebastião.
-En todo caso, la película también deja claro que Salgado fue un padre ausente. ¿No le hizo eso dudar de su decisión?
-Es cierto que nuestra relación no fue fácil. Siempre hubo una gran distancia entre nosotros porque apenas estaba en casa. Ahora bien, cuando sí estaba yo era feliz. Recuerdo que les contaba todas sus aventuras a mis amigos del colegio, y ellos me miraban con la boca abierta. Para mí era algo así como Indiana Jones. Con el tiempo empecé a comprender que sus fotos tenían un propósito. Creo que fue en 1984, cuando fotografió la hambruna en Etiopía y sus imágenes fueron publicadas en la portada de Libération.
-¿Ha ayudado la película a superar esa distancia entre ambos?-Sin duda. Al principio yo no quería acompañarle en sus viajes. No sé, nadie quiere estar atrapado en un lugar aislado con su padre. Pero él insistió, gracias a Dios. Fueron experiencias increíbles. Nuestro primer viaje, por ejemplo, nos llevó al corazón de la selva de Brasil y allí convivimos con gente que sigue viviendo en el Paleolítico. Allí mi padre y yo empezamos a tener un verdadero diálogo. Desde entonces hemos aprendido a ejercer padre e hijo.
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