Estreno en BCN

'Romeo y Julieta', entre el norte y el sur

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Marta Cervera

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La eterna historia de amor trágico de Romeo y Julieta llega al LiceuRomeo y Julieta con una versión ambientada en la época de Lo que el viento se llevó, en pleno conflicto entre el norte y el sur de Estados Unidos. Coincidiendo con el día de los enamorados, este miércoles la impresionante pareja formada por el tenor albanés Saimir Pirgu y la soprano rusa de origen tártaro Aida Garifullina protagonizará en el Liceu la primera de las ocho funciones previstas de esta coproducción con la ópera de Santa Fe (EEUU), dirigida escénicamente por Stephen Lawless, con Josep Pons al frente de la Orquestra y Cor del Gran Teatre del Liceu.

La guerra civil en EEUU coincidió con la época de la creación de esta gran ópera francesa de Charles Gounod, estrenada en París en 1867. Ese fue uno de los motivos que llevó al director de escena a trasladar de época la historia de amor imposible entre miembros de bandas rivales de la Verona medieval. El libreto de Jules Barbier y Michel Carré, los mismos libretistas de Fausto, es fiel a la obra de Shakespeare en la que se basa, aunque incluye escenas nuevas. A diferencia de la obra teatral, por ejemplo, existe un último canto al amor entre los protagonistas, cuando ella despierta en el último acto. En la ópera el veneno todavía no ha arrebatado la vida a Romeo, algo que permite al compositor brindar la última y más dramática escena entre los amantes. Sus dúos están entre los más destacado de la ópera, con piezas como O nuit divine! y Nuit d’hyménée junto a célebres melodías como Je veux vivre, un alegre vals de Julieta y la cavatina de Romeo Ah, lève-toi soleil

Pirgu y Garifullina, una pareja de cine

Saimir Pirgu y Aida Garifullina desprenden una química especial, dentro y fuera de escena. Aunque solo han coincidido hasta ahora en Viena, cantando L’Elisir d’amore, parece que sean almas gemelas. Ambos han tenido carreras parecidas. Los dos debutaron muy jóvenes. Tanto él, a sus 36 años, descubierto por Claudio Abbado y discípulo de Pavarotti, como ella, de 30 años y para muchos la nueva Netrebko, están haciendo un carrerón. “Nuestras voces empastan muy bien y además hay muy buena conexión entre nosotros, algo que siempre es mejor cuando cantas al amor”, afirma la soprano, que en su debut en el Liceu alternará funciones con Katerina Tretyakova.

“Aida y yo tenemos no solo la gran capacidad vocal y actoral que esta ópera exige. Estoy preparado para asumir esta ópera de cinco actos donde canto de principio a fin”, afirma Pirgu, más conocido en el Liceu, donde debutó la temporada  2011-2012 con La bohème y actuó en la pasada con MacbethSus personajes evolucionan a lo largo de la obra. Van perdiendo ingenuidad a medida que trágicos acontecimientos a partir del tercer acto les obligan a madurar. “Por suerte Gounod, a diferencia de Puccini, te va preparando de forma gradual para llegar al final y darlo todo”.

Josep Pons, feliz de contar con una pareja de cine, destaca la dificultad de los pianísimos. “Gounod obliga a cantar de forma diferente con unos pianísimos llevados al límite. Por suerte tenemos unas voces preciosas, frescas y jóvenes capaces de ofrecer la paleta de este tipo de música. Pueden ofrecer todos los colores y la riqueza de armónicos y el control técnico para cambiar de dinámica y pasar de cantar fuerte a pianísmo”.

Música de estilo elegante y perfumado

Para Pons, director musical del Liceu, este título es un magnífico ejemplo de la ópera francesa, un estilo que tuvo que buscar su lugar entre la supremacía de la ópera italiana y la pujanza de la alemana, que empieza con Fidelio de Beethoven y después arrasa con Wagner. “Francia quería hallar su propia voz y empezó a desarrollarla con Berlioz en los años 30. Gounod se inspira mucho en él. Pese a estar terriblemente influidos por la ópera italiana y alemana, los compositores como Gounod tratan de hallar su propia voz". Ese fue el origen de la grand opéra en Francia, con su lenguaje romántico, de grandes dimensiones y con mucha variedad estilística. "Sobre un sistema armónico y un lenguaje que es aparentemente el mismo, incorpora una manera de tocar diferente. Digamos que es más elegante, perfumada, con peluca, para decirlo más literariamente. Se aparta de la música más robusta alemana y de ese sonido más arraigado a la tierra de la ópera italiana, más áspero que el de la ópera francesa llena de pequeños matices”.  

Amor entre lápidas

La música de Gounod va directa al corazón. Imposible no emocionarse con esta ópera centrada en la historia de amor de la pareja más famosa de Verona. Stephen Lawless la sitúa en un espacio mortuorio. Paredes llenas de lápidas enmarcan una escenografía donde van entrando y siendo diferentes elementos. El aspecto sombrío de un cementerio, ideal para el último acto y también para el prólogo. “La ópera empieza con el funeral de Romeo y Julieta. Toda la historia de explica a modo de flashback, explica Lawless, gran admirador de Gounod y de su sabia mezcla de estilos musicales. “Su obra empieza como una ópera cómica y a medida que avanza se vuelve más oscura y seria”. Los contrastes entre el conflicto político y personal de la obra, los aspectos más cómicos y los trágicos es algo que intenta reflejar en escena.

Romeo y Julieta son víctimas de una situación, de un mundo dividido entre familias rivales. “Esa división sigue presente hoy. Cuando montaba la ópera se votó el Brexit, algo que está causando un terrible conflicto. Y la elección de Trump después ha contribuido a crear todavía mayor división. Es algo que he querido resaltar en la producción”, afirma este creador británico . De ahí su interés por situar la ópera en un marco más amplio que el de las familias de Verona. “Existe mucho odio en Inglaterra en estos momentos. Nuestro deber como artistas es hacer lo opuesto a los políticos. Utilizar el arte como antídoto a la política”, afirma este creador marcado por su vida en Irlanda del Norte. “Trabajé en Belfast. Cuando salía a la calle siempre había soldados con metralletas. Por suerte allí la gente se dio cuenta que con la violencia sería imposible cambiar nada y solo perpetuaría una espiral letal”.