CRÓNICA
Sabor de Gràcia, palmas por Peret
El grupo barcelonés presentó su disco de homenaje al rey de la rumba en un efusivo concierto en Luz de Gas
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
Como dice la canción que “es preferible reír que llorar”, el duelo por Peret se levantó, este jueves en Luz de Gas (festival Guitar BCN), con todo el respeto y tres años y medio después de su muerte, a lo largo de un concierto dedicado al rey de la rumba con buen humor, guitarras en ventilador y vaivén de amigos sobre el escenario. Demostrar que este género sigue sirviendo para explicar la música de baile del 2018 en este país es el mejor homenaje que se le podría brindar, y ello se dedicaron con aplicación Sicus Carbonell y su grupo, Sabor de Gràcia.
Una decena de músicos en escena y, en el atril, esos éxitos de Peret reunidos en el nuevo disco de la formación, ‘Sabor a Peret’, doble y lleno de invitados y duetos. Sonaron hasta 17 canciones, una de ellas, la que cerró la noche, un ‘medley’, con lo cual la selección fue razonablemente extensa. “Nos gustaría tocar todas las canciones de Peret, pero necesitaríamos siete u ocho conciertos”, admitió Carbonell recordando que el homenajeado compuso unas 250 piezas, de las cuales “más de 50 fueron éxitos”. Entre ellos, ese gracioso monumento egocéntrico llamado ‘Yo soy la rumba’, que abrió la sesión.
El arte del enredo
Ahí estuvo todo el mundo lírico de Peret, desde la declaración universal de buenos deseos de ‘Que disparen flores’ (“que abunde el trabajo, para el que lo quiera, / que negros y blancos no se tiren piedras”) hasta el fondo canallesco de ‘Saboreando’ y el hiperrealista fresco social de ‘El mig amic’, elogiado en su día por todo un Vázquez Montalbán y que Peret escribió pensando en su padre, vendedor ambulante y gran artista del sablazo, como bien recordó Carbonell. Y así, “enredant per allà / enredant per aquí”, con la ayuda del nieto del cantante, y por tanto, “bisnieto del ‘mig amic’”, el veinteañero Dani Pubill, viajamos a la noche de la posguerra con ese tipo de desenfado contagioso que solo la rumba puede dar, casando melancolía y ritmo. “Sabéis dar palmas, ¿no?”.
La banda se quedó atrás, dejando a Carbonell solo en una honda interpretación de ‘La vuelta del gitano’, y se amplió con una delegación de La Pegatina en ‘La noche del hawaiano’, una canción disparatada cuyo significado ni los ‘peretólogos’ ni el mismo Peret fueron nunca capaces de precisar. Luz de Gas, entregada a ‘Borriquito’, ‘Una lágrima’, ‘Es preferible’… Presentaciones de los miembros de la banda un poco más largas de lo aconsejable, con énfasis en las cuatro titulares femeninas. “Somos el grupo de rumba que lleva más chicas”. Y un ‘Canta y sé feliz’ con imágenes de la actuación de Peret y sus palmeros de la calle de la Cera en Brighton, en Eurovisión-74.
La guitarra de David Torras se puso ‘funky’, pedal de wah-wah mediante, en las arrolladoras ‘Chaví’, cantada en caló, y ‘Lo mato’, y el clímax lo puso, cómo no, ‘El muerto vivo’. Humor negro de los trópicos, ideal para culminar la noche quitando hierro a los dolores del alma.
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