sant Jordi 2018

Rosas amarillas llenan el Palau de la Generalitat

Largas colas para visitar la sede del Govern en una jornada de puertas abiertas anómala

Sant Jordi

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Ernest Alós

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El Sant Jordi político e institucional siempre intenta atribuirse un protagonismo en la ‘diada’ que la realidad de una fiesta popular, callejera, literaria, escolar, amorosa, le acaba negando. Ni misas en Palau, ni mensajes institucionales, ni lecturas en el Parlament son el centro de la fiesta. Tampoco este año, si se abre el foco, la excepcionalidad del 155 y los políticos presos ha monopolizado el día… aunque sí han pesado más de lo normal. Era anormalidad lo que se ha notado, de forma especialmente simbólica en el Palau de la Generalitat. Aunque también en los edificios oficiales forrados de lazos amarillos por los funcionarios de la Assemblea en Defensa de les Instituciones Catalanes (Adic) o la ofrenda de rosas amarillas en recuerdo de  los presos de Òmnium, en el centro de la plaza de Catalunya.

La tradicional jornada de puertas abiertas de cada 23 de abril, en que la ciudadanía puede visitar la sede de la presidencia, ha discurrido con el despacho del 'president' vacío y los actos que este preside, suspendidos: ni mensaje oficial (sustituido por un vídeo desde Berlín), ni la misa en la recoleta capilla de Sant Jordi, con la homilía regañona del arzobispo de Barcelona y la posterior bendición de flores. De hecho, estas tampoco han comparecido: el patio gótico estaba hoy vacío, sin la tradicional exhibición de rosas. Tan solo algunos ramos de rosas rojas en puntos clave, como a los pies de las estatuas de Sant Jordi o el altar de la capilla, y cajas para que los ciudadanos depositasen las suyas.

Sin embargo, el paisaje ha cambiado en cuanto los visitantes han empezado a desfilar por el recorrido señalizado que pasa por espacios emblemáticos de la casa (aunque no por el despacho del president). Algo había de pasar si se daba la oportunidad de penetrar en un Palau impermeable y bajo mínimos desde el 155. Si fuésemos vietnamitas, algún bonzo se habría quemado en la antesala de la Sala de la Mare de Déu de Montserrat. Pero no lo somos. ¿Una ocupación al grito de El Palau será sempre Nostre? ¿Control policial de camisetas estilo Wanda metropolitano encargado por Millo? ¿Blindaje estilo ‘Soy leyenda’, como el de Delegación del Gobierno? La capacidad del independentismo de organizar coloridas coreografías reivindicativas hacía prever algo más sutil. Y así ha sido. 

Rosas amarillas

Desde el inicio de la jornada, se han formado colas de centenares de personas para hacer la visita al Palau de la Generalitat. Mayoría absoluta de rosas amarillas y lazos del mismo color entre los ciudadanos que hacían cola (y han batido palmas al paso de la diputada del PDECat Elsa Artadi). Quizá sea por el recuerdo de la Copa, o por miedo a que el 155 haya tenido un efecto más profundo en la policía catalana que la simple suspensión de las actividades: muchos visitantes, al pasar por el control de seguridad, preguntaban si tenían que pasar su rosa amarilla por el escáner de rayos X. No, no hace falta, respondían los Mossos.

Una vez dentro del recinto, algunos impacientes dejaban ya sus rojas amarillas en rincones variados. Hasta llegar al Pati dels Tarongers, donde la liturgia ha encontrado su rito: depositar la rosa amarilla en la fuente de Sant Jordi, que pronto se ha llenado de ellas, después de hacerse una foto en la sala vacía donde se reúne (reunía) el Consell Executiu. Pronto la fuente ha acabado convertida en un inmenso centro foral, mucho más amarillo que rojo.

Los mensajes

El despacho del presidente (como es habitual), a distancia, tras una cinta de seguridad. El segundo paso del vía crucis de un Palau en modo 155 se ha situado en el Saló de Sant Jordi, con varias mesas y libros de dedicatorias (¿deberíamos decir de condolencias?). Van cayendo los mensajes: "Orgullosa de ser catalana, orgullosa del meu país, orgullosa de la meva gent, orgullosa del meu Govern! Us volem a casa. No pararem fins que tots tornin a Catalunya! President Carles Puigdemont SEMPRE"; "Visca Catalunya Lliure; us volem a casa"; "Llibertat presos polítics'; "Endevant república catalana"; "President, consellers, gràcies pel que heu fet, pel que heu fet i que fareu. Avui hem vingut a omplir el Palau en la vostra absència"; "Sou molt pobres (¿?). Visca la República. El proper Sant Jordi, roses estelades"; "M'agrada molt"; "Que todo vuelva a la calma"; "La Generalitat serà sempre nostra. Ni un pas enrere"; "Mai més un altre any de la infàmia"; "Volien enterrar-nos. No sabíen que érem llavor"; "Avui, estar aquí dins ha estat realment colpidor. Malgrat l'absència, es pot copsar la vostra presència"...

A juzgar por los mensajes, de los dos públicos potenciales, el habitual visitante de Sant Jordi y el que acudía para aprovechar la ocasión reivindicativa, en este 23-A predominaba el segundo. Pero no todas las rosas han acabado repartidas por el interior del Palau. También en la plaza de Sant Jaume muchas personas han atado rosas amarillas en la valla de seguridad situada ante la puerta de la Generalitat.

El rojo tenía otro sentido en la Rambla, donde no todos han olvidado los atentados del verano tras las convulsiones del otoño: Ada Colau pidió que la sangre vertida esos días se convirtiese en «miles de rosas».

Libros del procès

La excepcionalidad política también se ha notado en el éxito de algunos libros, como ‘Operació urnes’, de Laia Vicens i Xavier Tedó y ‘Dies que duraran anys’, con fotografías de Jordi Borràs sobre el 1-O. Pero Sant Jordi nunca es monocolor. Ni rojo ni amarillo. Así que también firmaban Joan Coscubiela con su libro ‘Empantanados’ o Santi Vila con ‘D’herois i traïdors’, con una rosa de tela transversal (amarilla y roja) en la solapa. Aunque dijo preferir la rojo: "Es el color de la fuerza y de mirar hacia delante". Ha firmado más el segundo que el primero. ¿Qué tal? “He firmado a mucha gente joven, una alegría muy grande, y gente con lazos amarillos y que me dicen que no comparten mis ideas pero las quieren conocer, lo que significa que la convivencia y la moderación son valores que siguen estando presentes”, explica Coscubiela.

Y hablando de Convivencia… Cívica Catalana, uno de sus miembros nos recibe en su puesto de la plaza de Catalunya con un “bienvenido a la carpa del mal”.  ¿Les han dicho algo? No, no ha habido ningún roce. ¿Y los de Tabarnia, con puesto en la Diagonal? Un librero, ya quemado por el espacio que se comen las carpas de partidos políticos, se queja de que un ente que no existe tenga un espacio reservado. Pero si Sant Jordi parece que tampoco existió nunca, ¿por qué no? Miguel Martínez, presidente de la Asociación por Tabarnia, explica que han cortado la Diagonal. ¿Han hecho un ‘CDR’? ¿Les imputarán? ¿O también ha sido de mentirijillas, como la negativa a pisar tierra catalana de Boadella, que ha presentado su libro en un catamarán para después pasearse por el centro de Barcelona? Bueno. La Guardia Civil no tendrá que investigar al Gobierno de Tabarnia porque ha cortado breve y virtualmente la Diagonal… aprovechando un semáforo rojo.    

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