CRÓNICA

Roger Waters: el aura de Pink Floyd

El músico rindió honores al grupo en el primero de sus dos conciertos en el Palau Sant Jordi

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Jordi Bianciotto

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Como se extinguieron los dinosaurios, se apaga poco a poco la estela refulgente de Pink Floyd. Pero aun en su crepúsculo, Roger Waters es capaz de envolvernos con la mística de aquellas obras que dejaron huella en el rock de los 70 y que conservan su aura décadas después. Así fue anoche, en el concierto espectacular y emotivo que ofreció en la primera de sus dos noches en el Palau Sant Jordi. Por última vez, si hemos de atender al anuncio que este músico de 74 años hizo meses atrás.

Sesión de música con poso histórico, más grande que la suma de sus notas y armonías, generadora de un eco mítico. Empezando por ese planeador 'Breathe' Breathe'que abrió la noche situándonos en otro plano mental, en otro tempo. El bajo galopante de Waters, marcando el despliegue robótico de 'One of these days',One of these days' un 'Time' Time'donde su voz todavía recia, un poco rugosa, dialogó con la del guitarrista Jonathan Wilson, y el vuelo libre de 'The great gig in the sky', The great gig in the sky'con las dos coristas trepando hasta las notas más altas. Y de ahí a la noche apocalíptica de 'Welcome to the machine'.Welcome to the machine'

A esto se le solía llamar rock sinfónico, o progresivo, o art-rock, y caducadas las sucesivas directrices del mercado de tendencias, quizá suene hoy más atemporal que hace 20 o 30 años, cuando parecía más viejo que antiguo. El material de 'The dark side of the moon'el disco más citado de la noche, conserva el enigma y se desplegó con rigurosa precisión por la tropa de una decena de integrantes.

Pero, aunque Pink Floyd centrara el guion, Waters vino también a presentarnos su último disco en solitario, 'Is this the life we really want?,' Is this the life we really want?del que ofreció cuatro canciones. Música muy conectada con su antiguo grupo, que abundó en apuntes antimperialistas y alusiones a la política internacional. Emparedada entre viajes al pasado como el de Wish you were here, con guitarras acústicas y Syd Barrett en la memoria. Y 'Another brick in the wall', cerrando la primera parte, solo a lo David Gilmour incluido, calcado por Dave Kilminster, y una docena de "niños de Barcelona", apuntó Waters, desfilando a ritmo marcial y secundando encantados de la vida aquel "we don't need no education", no sabemos si con la aprobación de sus padres.

Más allá de determinados hits, Pink Floyd fue grupo de álbumes, y ahí estuvo uno que en su día fue inesperadamente turbio, Animals, abriendo la segunda parte. Sonó 'Dogs', acompañado de un despliegue visual: una larga pantalla que atravesó el Sant Jordi de forma transversal, al estilo de la de U2 con aquel 'Innocence + Experience', tocada por las cuatro chimeneas de la central de Battersea, de Londres, que en 1977 ilustró la portada de 'Animals'.

Ahí, en el convulso camino hacia 'Pigs (Three different ones)', faltaría más, un hermoso cerdo volador, mientras Waters se servía una copa de... ¿cava? a la salud de los seres despreciables de la humanidad. Entre ellos, Trump, que apareció en pantalla en formas burlescas, con su cara en un cuerpo de cerdo, y la palabra Charade (Farsa). Y más cerdos: otro, de mayor tamaño, con la leyenda Peggy bank of war. Cerrando ese bloque, un mensaje concluyente escrito en castellano: "Trump, eres un gilipollas".

El dinero del mundo

Tramo de mayor contundencia audiovisual, con esa pantalla central creciendo de tamaño entre colores psicodélicos, y de mayor voltaje político: imágenes de líderes internacionales, de Putin a Theresa May, en 'Money', y de guerras, protestas y el muro israelí en 'Us and them', pieza que da título a la gira.

Otra parcela del último disco se cruzó con citas a 'Brian damage' y un 'Eclipse' envuelto en un prisma de luz. Y tras pedir que "empaticemos los unos con los otros", una inesperada 'Mother' y, como colofón, 'Mother'Comfortably numb'dejándonos no "confortablemente aletargados" pero sí, quizá, un poco melancólicos.