La primera decepción

Sus majestades los Reyes de Oriente llegan al puerto de Barcelona.

Sus majestades los Reyes de Oriente llegan al puerto de Barcelona. / periodico

RAMÓN DE ESPAÑA

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Cada vez que me entristezco o me deprimo, vuelvo a un momento concreto de mi infancia: cuando descubrí que los Reyes Magos no existían y que los regalos navideños los financiaban mis padres. Creo que aún no lo he superado. Fue la primera decepción de una larga lista, y me temo que a ella se debe el decaimiento moral que experimento cada año por estas fechas. Sí, lo sé, suena ridículo que un tipo de mi avanzada edad siga traumatizado por algo que todos sus conciudadanos superaron en cuestión de minutos, pero también es verdad que la infancia te marca para siempre y que las bofetadas recibidas a una edad muy temprana pueden escocer durante toda la vida.

 ¿Hasta qué punto es inocente ese engaño al que sometemos a los niños hasta que un amigo del cole, poniendo cara de superioridad, les pone al descubierto la engañifa? ¿Hasta qué punto es necesario fabricar una patraña ilusionante que se revela como tal en unos pocos años, causándonos a algunos un trauma irreparable? ¿Hasta qué punto es lícito aprovecharse de la credulidad infantil para crear una falsa ilusión? ¿Nadie se ha parado a pensar en que el niño de turno, una vez descubierta la trola, puede generar hacia sus progenitores unos sentimientos de desconfianza que pongan en peligro la relación con ellos en particular y con los adultos en general? ¿Con qué ánimo te vas a internar por la vida si lo primero que hacen tus padres es engañarte como a un chino, aprovechando que has llegado hace poco al mundo y, a efectos prácticos, eres medio tonto?

 Cabe la posibilidad de que este primer desengaño cumpla una función didáctica, preparándote para lo que te vas a encontrar más adelante: el amigo que te traiciona, la mujer que dice que te quiere pero en realidad no te quiere, los políticos que te toman el pelo, los banqueros que te roban, los curas que te siguen tratando como si aún no supieras que los reyes son los padres…Si de lo que se trata es de informar a los niños de que la vida es un timo constante y de que sus ilusiones se van a ver frustradas cientos de veces a lo largo de su existencia, debo reconocer que la jugarreta de los Reyes Magos es de una eficacia inapelable, pues la herida no se cierra nunca, como compruebo yo cada año de una manera que hasta a mí me parece risible: si la idea era que no me fiara jamás ni de mi padre, la he captado a la perfección, gracias.