VISITA DE UN CABARET LEGENDARIO

Tropicana sin Castro(s)

La histórica revista de La Habana despliega la sensualidad caribeña en el Teatro Apolo de Barcelona antes de iniciar la revolución prevista para su 80ª aniversario, el próximo año

Bailarines del cabaret Tropicana, en Barcelona

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Núria Navarro

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En Cuba ya no manda un Castro. Ni Fidel, ni Raúl (al menos de cara a la galería). Pero, ojo, que Armando Pérez Sánchez, El Jimagua, director artístico general de Tropicana, anota que aunque Cuba gire como un calcetín, el cabaret de La Habana resiste en su fórmula revolucionaria: "Ofrecer música alegre y contagiosa, que es nuestra manera de abordar las relaciones humanas". Eso, en tiempos acelerados, cuando una cosa cancela otra, suena a posmodernidad no, a lo siguiente. 

Tropicana no pisaba el Paral.lel desde hacía 25 años, cuando fondeó en el Victòria. Entre el 2 de agosto y el 16 de septiembre, despliegua en el Teatro Apolo la versión portátil de su 'show' habanero: 45 artistas y 2.000 kilos de vestuario, incluidos unos sombreros-candelabro de 10 kilos que pasean en 'El cuadro de los boleros' y que son a los traumatólogos lo que la conjectura de Poincaré a los matemáticos. Y después de los números, la invitación a salir al escenario hasta la una de la madrugada, a contonearse a gusto.

Todo en ellos parece fácil y espontáneo. Pero no. Empezando por el viaje, que, según el promotor, Jordi Llop, de Vilafer Events, "ha sido una odisea". La Unión Europea dio luz verde a los visados después de marearlos durante meses ("un mamotreto les presentamos", apostilla El Jimagua). Porque de Cuba, dicen, "se entra y se sale sin problemas", aunque la coordinadora artística –"la comisaria política", murmuraron– no perdía comba en la rueda de prensa. "Nadie está pendiente de fugas –dice el director general–. Si un artista se busca aquí un contrato y se pone a trabajar, que regrese a la isla cuando termine. Yo solo me meto en horario de trabajo", matiza.

Sudar la malla

Y ahí es donde no pasa ni una. El Jimagua, hijo de revolucionarios que estuvieron en Sierra Maestra, está vinculado a Tropicana desde hace 43 años, 26 de ellos como bailarín, lo suficiente como para imponer disciplina a los cachorros de la compañía. "Estos jóvenes, que audicionan dos y tres veces y pasan un periodo de prueba de 90 días, trabajan de 14.30 a las 2.30 de la madrugada, ¡to-dos-los-días!", explica, con un tono que recuerda al de Lydia Grant en la serie 'Fama'. "Si cometen pifias durante la actuación', pagan multas". 

Fuera de eso, no hace grandes críticas. "El Gobierno revolucionario siempre apoyó el espectáculo, contra viento y marea. Y tenemos la seguridad de que la revista no se perderá, como ha ocurrido en el Paral.lel", clava el aguijón el maestro, tan hábil en el chachachá como en driblar preguntas embarazosas.

Pero, ¿en esta etapa de Miguel Díaz-Canel, el presidente que ha eliminado de la Constitución la palabra 'comunismo', notan cambios? "Imagine si Cuba ha cambiado que un programa en televisión que parodia la vida cotidiana, 'Vivir del cuento', muestra un cuadro con la cartilla de racionamiento como si fuera un santo".

'Manteca'

Sin embargo, y de momento, en el teatro de Marianao sigue la tradición. Se pule y repule la esencia enraizada en África. No han reducido la tela de los 'corsets', ni eliminado las mallas de color carne. La música tampoco se contamina de pop y rock. "Si acaso, se hacen arreglos contemporáneos de canciones de la trova tradicional como 'El paralítico', compuesta en 1930". Y la fusión llega hasta donde la hizo llegar Chano Pozo, que viajó a Nueva York y mezcló su sonido con el jazz de Dizzy Gillespie. Ahí está 'Manteca' para probarlo. 

Esa puntito 'out of vogue' es lo que atrae a turistas como polillas a la luz. Felipe González, Robert de Niro, Jane Fonda, Beyoncé o Kate Perry no se han ido de Cuba sin apearse en ese bosque de mamoncillos, aguacates y tremendas mulatas bajo las estrellas.

Es también lo que crea tribu. En momentos críticos, como en el 13 de agosto del 2004, el día en que Fidel justo cumplía 78 años, se pusieron a reparar los destrozos del huracán 'Charley' del primero al último. "Estuvimos sacando ramas y lodo durante una semana entera –cuenta el maestro–. Nuestro sentido de pertenencia es muy grande". También pararon seis días por la muerte de Fidel. "Nadie le puede quitar el mérito de ser un gran hombre", dice. "Se cometieron errores y se enmendaron".

Y avisa de otra revolución. Sucederá el próximo año, concretamente el 31 de diciembre del 2019, cuando la revista cumpla 80 años y La Habana, 500. "Habrá una renovación completa del local, de las coreografías, de la música. Pero todo eso es un secreto".