Raimon, un hipnótico fundido

El trovador exhibió poder en el primero de sus recitales de retirada en el Palau

Concierto de despedida del cantautor Raimon, anoche en el Palau de la Música de Barcelona.

Concierto de despedida del cantautor Raimon, anoche en el Palau de la Música de Barcelona.

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Un Raimon total, tan integral como nos ha acostumbrado a lo largo de su carrera, noche tras noche, en un recital, esta vez, con vistas al abismo de la posteridad (o a unas merecidas vacaciones). El primero de la tanda de 12 con los que dará por terminada su carrera, con punto final el 28 de mayo. Cuando los anunció, en noviembre, apuntó que en estos conciertos se dedicaría a «complacer» a su público y así fue este viernes en el emocionado estreno de esta cuenta atrás en el Palau.

Salió sonriente, simbólica camisa roja, respondiendo a la ovación del público con más aplausos, y advirtiendo que venía cargado con «moltes cançons». Aclarando algunas dudas sobre el guion de estos días, dio a entender que habrá cambios de repertorio de una noche a otra. «Hem preparat una cinquantena de cançons i en tocarem 35 o 36 cada nit», anunció, antes de abrir la sesión con Entre la nota i el so, pieza reveladora de las intenciones del trovador con su canto «ben impregnat de soledat» pero que «vol ser plural».

VOZ IMPONENTE

Desde la primera estrofa sonó Raimon en pletóricas condiciones vocales, con su canto directo, cortante y severo asentado en un notable poder pulmonar y una dicción clara. Arropándole, el formato de cuarteto del que se sirve desde hace lustros, con dos guitarras y contrabajo tejiendo elaboradas, milimétricas, armonías y sombreados en ocasiones por el clarinete.

Acudió pronto a sus inicios, a la segunda canción que compuso, Som envolviéndolo de tinieblas. «Som una llum que no és llum / Som el gran fum de la terra». De ahí a No el coneixia de res y Lluny de la pedra i de l'aigua, y una pieza inhabitual en sus recitales modernos, Fou un infant, antes del lamento fatalista de Al meu país la pluja, abriéndola a cappella.

Entre los logros históricos de Raimon figura haber introducido los clásicos de la literatura catalana a una generación (o más) de coetáneos del franquismo, y ahí estuvieron, con su misterio medieval y su vigencia, los acercamientos a Ausiàs March (Com lo taur), Joan Roís de Corella (La balada de la garsa i l'esmerla) y la juguetona  Bella, de vós só enamorós, de Joan Timoneda, poniendo un poco de ironía al temario. Y el Anselm Turmeda de Elogi dels diners, impostando la voz teatralmente al concluir que la riqueza puede convertirnos en el mismísimo Papa de Roma.

Reflexiones de madurez sobre su tierra en He passejat per València sol y el jazz frugal de Soliloqui solipsista, dando paso a la figura titánica del Raimon con la guitarra a cuestas, pierna derecha apoyada en la silla, para soltar un Molt lluny desde muy adentro. Como La nit y sus ofrendas a Espriu en Indesinenter y Petita cançó de la teva mort, que este dedicó a su muy querido amigo, el también poeta Bartomeu Rosselló-Pòrcel.

CANCIONES INESPERADAS

CANCIONES INESPERADASRecital con canciones de cabecera y rescates inesperados. Ahí cabe destacar Pensament, con texto suyo a partir de una música de Mompou, y su versión en catalán de Te recuerdo Amanda Pieza de un álbum que fue prohibido por el franquismo porque «la censura no sabria qui era Jara», apuntó, y no con ironía. Las alternó con composiciones más recientes, como la crepuscular Mentre s'acosta la nit y la aún no inmortalizada en el estudio, pero rodada en los escenarios desde hace tres años, I nosaltres amb ell.

Raimon titánico, rascando la guitarra y alzando la voz en Quan jo vaig nàixer, agitando la memoria del antifranquismo en 18 de Maig a la Villa, y Raimon romántico en Com un puny, rumbo a la travesía de Veles e vents. Esta pieza abrió unos bises que no podían pasar por alto He mirat aquesta terra y que condujeron a una secuencia final con Jo vinc d'un silenci, Diguem no, D'un temps, d'un país y Jo vinc d'un silenci, Diguem no, D'un temps, d'un paísAl vent, rozando las dos horas de recital con el público en pie. Fueron, al final, 35 las canciones interpretadas, clásicos indestructibles que rubricaron el inicio de este hipnótico y largo fundido.