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'La cuina de Picasso' descubre la insólita relación del pintor con la gastronomía

Esta exposición muestra cuadros sobre comida, esculturas con utensilios, frases y obras realizadas sobre platos

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espinapp / © SUCESIÓN PABLO PICASSO, VEGAP, MADRID 2018

Eduardo de Vicente

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De Pablo Picasso se sabe casi todo, un genial artista que sigue atrayendo a nuevas generaciones por la originalidad y vigencia de su obra. Cuesta encontrar aspectos de su vida y su trabajo que no sean de dominio público, pero en su museo barcelonés lo han intentado con una exposición diferente y muy sorprendente cuyo título ya la define a la perfección: La cuina de Picasso. Alrededor de esta definición podemos encontrar múltiples curiosidades: cuadros sobre comida, esculturas con utensilios culinarios, frases sobre la materia o trabajos realizados sobre platos.

El recorrido está dividido en diez salas. La primera de ellas está dedicada a la cocina catalana y el periodo en el que era un asiduo de la taberna Els Quatre Gats. El grafismo del local estaba asignado a Ramon Casas, pero el dueño le encargó a Picasso algunos carteles, una imagen para el menú diario y otras tareas que pueden verse en un espacio presidido por el famoso óleo Ramon Casas y Pere Romeu en un tándem. A continuación recordamos sus cuadros cubistas centrados en panes, bebidas o frutas dibujados con ese peculiar estilo como La botella de vino, pero también unas pequeñas esculturas representando una manzana o un vaso de absenta, el licor mágico que inspiraba a los bohemios de la época.

Arte en un cucharón

La tercera estancia es de las más divertidas. Vale la pena detenerse un rato a mirar fijamente una figura o una cabeza de mujer y descubrir que están construidas con utensilios de cocina cotidianos como un cucharón o un colador, además de ganchos, cordeles o muelles. El siguiente espacio está ocupado por frases que pronunció sobre gastronomía como su definición de la sartén (“una orgía de farolillos”) u otra en la que afirma: “Fíjese, en esta naturaleza muerta he puesto un manojo de puerros. Pues bien: lo que me gustaría es que mi lienzo oliera a puerro”. Allí explican que, por ejemplo, en Sueño y mentira de Franco los platos eran indigestos o poco apetecibles, como un sorbete de bacalao frito o una sopa de clavos, para reflejar su repulsa al dictador.

La guerra y sus consecuencias son mostradas por medio de una serie de cuadros bastante oscuros. Muestra alimentos pero sus tonos en general son apagados, tristes a excepción de uno, más alegre, que muestra una cafetería en Royan, donde vivió en 1939. En el apartado Los frutos del mar veremos erizos, pescados o un lenguado y lo más exótico: toritos fritos. Una mariscada realmente surrealista.

Llegamos a De la tierra, el agua y el fuego, uno de los espacios más atractivos. Vemos, por medio de fotos, como el artista se come un lenguado y luego utiliza la espina para depositarla sobre un plato de cerámica que pinta e integrarla en su obra. Si este diseño parece fascinante, lo es aún más otro en el que utiliza una butifarra y dos huevos fritos.

La cocina al aire libre está inspirada en el Déjeneur sur l’herbe de Manet y ofrece la posibilidad de contemplar las variaciones que hizo de este popular cuadro. Las recetas de la estampa muestra sus grabados y estampados sobre naturaleza muerta, un bogavante o una tostada. El último apartado es muy curioso y frente al cuadro La cocina (1948) podemos revisar varias facturas de la compra del pintor tanto de la pequeña tienda al lado de su casa como de una marca de caviar.

Como complemento a esta exposición, también se ha dedicado la Sala Mauri a Ferran Adrià. Lo primero que vemos es el retrato del cocinero que le hizo Matt Groening para convertirlo en un Simpson más. Resulta simpático descubrir los moldes de plastilina de mil y una formas que se utilizaban en El Bulli para representar ingredientes comestibles, también conoceremos los insólitos utensilios utilizados, su catálogo de libros o unas pinturas sobre la evolución de los hábitos alimentarios.

Un paseo por la relación de Picasso con la cocina que se mira con una sonrisa de complicidad por su originalidad y espíritu lúdico. Eso sí, es mejor visitarla habiendo comido previamente para ir sin demasiada hambre no sea que nos entren ganas de zamparnos una obra de arte.