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'ABBA live TV' , un tributo musical a la famosa banda sueca, llega al Coliseum

El espectáculo repasa sus grandes éxitos simulando la grabación en directo de un programa televisivo

ABBA live TV

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Eduardo de Vicente

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El grupo sueco ABBA saltó a la fama internacional tras ganar el festival de Eurovisión en 1974 con Waterloo. Su trayectoria, que se prolongó durante ocho años más, estuvo plagada de canciones populares. Se le consideraba un grupo que caía simpático, pero demasiado comercial y un poco hortera (los millenials deberán buscar en un diccionario vintage el significado de esta palabra). Nada que ver con el fervor reverencial que se dedicaba a las bandas de rock. Algo así le pasaba por entonces a John Travolta.

Se separaron en 1982, pero llegó 1994 y todo cambió. Fue el año de las resurrecciones. Tarantino fichó al actor para Pulp Fiction y lo convirtió en estrella. Dos películas fueron las responsables del cambio de opinión respecto a ABBA. Por un lado, Las aventuras de Priscilla, reina del desierto, donde el divertido grupo de travestidos ejecutaban una coreografía al ritmo de Mamma Mia!, y, paralalemente, la australiana La boda de Muriel (protagonizada por la Hereditary, Toni Collette) mostraba las desventuras amorosas de una chica poco agraciada que se evadía de su realidad con las canciones del grupo sueco.

Un reconocimiento tardío

La opinión pública cambió de idea y empezó a considerarlo uno de los conjuntos de referencia. Se editaron un montón de recopilaciones y la consagración definitiva llegó con el musical teatral Mamma Mia!, que se estrenó en Londres en 1999 y conoció una versión cinematográfica en el 2008. Para demostrar que el fenómeno ABBA no se detiene el próximo viernes se estrena la segunda parte del filme, Mamma Mia!: Una y otra vez, y en el Coliseum se representa ABBA live TV. Tenemos Chiquitita para rato.

La clave del espectáculo la da mi peque (7 años) cuando, antes del inicio, se le acerca un bailarín que hace de maquillador y le suelta: “yo te conozco de Queen”. Los padres, alucinamos y el actor, aún más. Y tenía razón porque este montaje mantiene un esquema similar al del reciente We love Queen, muchos de los bailarines y músicos repiten, un guionista, la coreógrafa o el acróbata, algo que no es de extrañar teniendo en cuenta que ambos montajes son de la misma compañía: Barabú-Extresound. Solo cambian l@s cantantes / protagonistas.

Ahora el escenario, también único, simula un plató televisivo que dedica un programa a la banda sueca. Ambos shows se inician con una pequeña animación mientras entra el público; en este caso, una regidora indica a los espectadores cómo deben participar durante la grabación, aunque no son tan atrevidos como La Cubana. La trama es mínima, simplemente una excusa argumental para llenar el espacio entre canción y canción, completada con datos biográficos de los homenajeados. Vamos, que casi podría titularse We love ABBA y no pasaría nada.

El público participa activamente

Más similitudes. La iluminación evoca, en algunos momentos, la de los conciertos de rock; hacia la mitad del espectáculo llega el número más participativo, cuando se ejecuta una animada coreografía colectiva con la platea (Does your mother know?), que también debe colaborar aplaudiendo en otros números y antes de entrar en el festivo tramo final llega el momento más emotivo (The winner takes at all, para el lucimiento de Irene Alman). El presentador, Carlos J. Benito (habitual de los musicales y ex del conjunto La Década Prodigiosa) participa en muchos de los temas, así como ejerce de maestro de ceremonias. Eso sí, el final resulta algo más movido al acabar con un medley con los temas más bailables (sin descartar los posibles bises) y un vestuario colorista con los asistentes puestos en pie y sacando el artista que llevan dentro. También juega más con el público que, en algunos momentos, ni siquiera necesita que le motiven desde el escenario y se pone a bailar instintivamente.

Algunas canciones son interpretadas en el inglés original, pero otras lo son en castellano (ABBA también las grabó en ese idioma, nada que objetar). Todo el elenco tiene su momento para brillar: los músicos, vestidos con trajes que simulan cartas de ajuste, pasan a primer plano en Dame! Dame! Dame!; los energéticos bailarines destacan en Voulez-vous o en Take a chance on me (con especial mención para el elástico Basem Nahnouh). Quizás lo más original sea la escenificación de Chiquitita (no haremos spoiler), donde artistas y espectadores se sienten más cercanos (momento que algunos aprovechan para grabar con el móvil, ¡mal hecho!).

En resumen, es otro concierto-tributo con ese regusto nostálgico que tanto apetece a quienes vivieron la época o descubrieron a los Fab Four suecos décadas después. Sales del Coliseum con una sonrisa de complicidad, tras haberlo dado todo y con la sensación de haber pasado un buen rato. Y ese gustazo, ya no hay quien te lo quite.