QUÉ HACER HOY EN BARCELONA

'Creadors de consciència': la exposición fotográfica que deja el corazón encogido

43870957824 98d3d8d709 z

43870957824 98d3d8d709 z / periodico

Eduardo de Vicente

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El reciente estreno de la película El fotógrafo de Mauthausen vuelve a poner de actualidad la labor de estos profesionales comprometidos con el mundo en el que les ha tocado vivir. Mario Casas da vida a Francesc Boix, un republicano que luchó con todas sus fuerzas para denunciar los abusos que cometieron los nazis en los campos de concentración. Setenta años después, desgraciadamente, sigue habiendo causas por las que pelear, conflictos que tienen como víctima principal a la población y, por fortuna, sigue habiendo artistas de la cámara que utilizan sus aptitudes para mostrarnos las imágenes de lo que otros quieren tapar.

Parte de esos trabajos se han reunido en la exposición Creadors de consciència: 40 fotógrafs compromesos que puede verse en el Palau Robert hasta el 10 de febrero. Es una muestra que estremece, te deja el corazón encogido e impresiona fuertemente. La sucesión de tragedias provoca una gran tristeza que te acompañará durante un largo tiempo.

Paredes pintadas con colores simbólicos

Las paredes están pintadas en rojo y negro, quizás como referencia a la sangre y el luto por los que se fueron en circunstancias trágicas. De cada fotoperiodista se muestran tres trabajos y están ordenados por orden alfabético. Están realizadas, en su mayoría, en países pobres del tercer mundo o envueltos en guerras, aunque también hay escenas más cercanas no muy agradables de la frontera con Marruecos o en la misma Barcelona.

Las primeras obras son de Abel Ruiz, con las tiernas miradas de niños de la India, pero también viajamos a Afganistán para ver, en una serie de nueve imágenes de Alfonso Moral, a un hombre a punto para su próxima ración de heroína. Algo más optimista es el retrato que hace Ana Palacios de una niña tanzana con su falda azul, blanca y amarilla al viento mientras que Andoni Lubaki muestra en blanco y negro a un soldado jugando con una pelota entre las ruinas en Siria.

Testigos de la muerte y la inmigración

Uno de los testimonios más desgarradores es el de Andrés Martínez Casares sobre la epidemia de cólera que asoló Haití y muestra a una mujer gritando en primer plano frente a la llegada de los sanitarios. La muerte planea tras muchas de las imágenes: un cuerpo calcinado en Libia (Guillem Valle), un anciano albano kasovar abrazado a su hijo asesinado, otro chico asesinado en Venezuela (Lurdes R. Basolí) o el entierro de un niño tras un bombardeo en Ucrania (Manu Brabo). Pero no hace falta irse tan lejos, también hay más cercanas como las exhumaciones de restos de las fosas de la guerra civil española (Clemente Bernard). Sin contar los ejemplos de mutilaciones o heridas que hacen daño solo de recordarlas y paisajes en ruinas. No, no es una película de terror, es la cruel realidad.

El problema de la emigración es también ampliamente abordado con una familia afgana y dos cameruneses en la frontera entre Rusia y Finlandia (Carlos Spottorno), una fábrica abandonada en Barcelona que hace de refugio improvisado de emigrantes (Mingo Venero) o los múltiples ejemplos de africanos intentando saltar las vallas de Melilla (José Colón y Sergi Càmara) o Santi Palacios, que también nos muestras tres imágenes de gente que intenta recoger del agua la organización Open Arms. Especialmente conmovedora es la que se ha escogido para presidir la exposición, con una mujer en el mar intentando sostener a un bebé (Samuel Aranda).

Poesía y escenas cotidianas

Algunas de las fotografías resultan sumamente poéticas pese al entorno en el que han sido realizadas como la de una anciana en un campo de refugiados de Pakistán sosteniendo sobre sus brazos a un niño que parece la estampa de una virgen por su estética (Diego Ibarra), una mujer paseando con un niño por Idomeni que recuerda a la textura de la pintura de un cuadro (Olmo Calvo), la belleza estética de las luces de las tiendas de otro campo (Emilio Morenatti) o las favelas brasileñas también de noche que se asemejan a una colmena humana (Rafael S. Fabrés).

También hay escenas cotidianas más o menos amargas, los besos entre la basura (Daniel Ochoa), las prostitutas en los alrededores del Camp Nou en 1998 (Kim Manresa), la playa de Benidorm en 1995 (Ricky Dávila) y las colas de mujeres que esperan ver a sus maridos en una prisión de Venezuela (Sebastián Liste). El mundo del trabajo es reflejado por medio de unas estampas de pescadores y del mar de Cádiz con el blanco y negro de Antonio González Caro igual que Javier Corso se ocupa de los mineros y barqueros colombianos.

Un libro de visitas revelador

El mejor colofón posible es dejar un mensaje en el libro de visitas y repasar lo que otros han escrito. Sus frases hacen referencia básicamente a dos aspectos: el agradecimiento a los reporteros gráficos por su valor y la importancia de su trabajo y la vergüenza como seres humanos por ver tanto horror acumulado sin que nadie haga nada. Nadie podría resumir mejor las sensaciones que tienes al salir por la puerta.