QUÉ HACER HOY EN BARCELONA

'Ningú és un zombi', un musical juvenil diferente que defiende la diversidad

30

30 / periodico

Eduardo de Vicente

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

A menudo identificamos el teatro infantil o juvenil con montajes de ínfimo presupuesto en el que un grupo de actores primerizos se esfuerzan por ofrecer versiones más voluntariosas que brillantes de los clásicos cuentos de toda la vida. Pero todavía existen compañías que intentan romper moldes, idear textos con mensajes que puedan calar entre los más pequeños y presentarnos un espectáculo que también puede sorprender a los adultos. El mejor ejemplo de este último grupo es el musical Ningú és un zombi, que representan cada fin de semana los miembros de Teatro Calánime en el Jove Teatre Regina.

La obra está basada en la novela homónima de Jordi Folck (editada por Anaya / Barcanova) con fantásticas ilustraciones de Òscar Julve que sido todo un éxito hasta el punto que más de un centenar de escuelas la han incluido en su lista de libros de lectura obligatoria y ha obtenido diversos premios. Y es que tanto en su versión escrita como en la escénica tiene un hermoso lema: ¡Viva la diferencia! que puede ser motivo de debate en clase, además de estar sazonada con diversas referencias históricas y culturales (cine, arte, literatura, mitología…) que la convierten en un instrumento muy eficaz para aprender también aspectos de otras materias.

Contra el acoso escolar

La escenografía resulta muy original, con una plataforma circular que, en la primera parte, se transforma en tres decorados diferentes: una clase, la habitación de una chica y la mansión donde vive el protagonista. Al inicio vemos a un profesor anunciando a sus tres alumnos que un nuevo joven se va a incorporar a la escuela. El novato es Waldemar, un chico polaco de aspecto blanquecino, que les sorprende por su timidez y sus peculiares características ya que, en un principio lo ignoran, pero se trata de un zombi, aunque es bueno, no lo ficharían para un personaje de The walking dead. Esta situación provoca que uno de ellos envidie la atención que le prestan sus compañeros, empiece a acosarle y a intentar que los otros dos también le discriminen.

Pero Wally, así deciden llamarle, les invita a su casa donde conocerán a un mayordomo gigantón y a sus estrambóticas tías (tres títeres con las voces pregrabadas, como la música, de Lloll Bertran, Mercè Comas y Mont Plans que guardan bastante relación física con las actrices a las que representan). Allí descubrirán que en realidad su familia le llama Ningú porque en su país los niños no tienen nombre hasta que no se lo han ganado.

La segunda parte transcurre durante una fiesta en casa de Ningú en la noche de Halloween. La plataforma se convierte en una pantalla sobre la que se proyectan diversas imágenes con las que juegan los actores mientras suena una música que recuerda muchísimo a los temas que Danny Elfmann compone para las películas de Tim Burton. La acción se apodera de la trama y acaba desembocando en un desenlace emocionante durante la canción final: La diferencia capital.

Cine, mitología e historia

El texto está salpicado de elementos que nos enlazan con otras disciplinas. La única presencia femenina se llama Susan Hayward, como la actriz de Hollywood que protagonizó ¡Quiero vivir!, se menciona a Ulises, el héroe griego, se tratan temas históricos como la aventura de los indianos, se cita a novelistas mientras que la ambientación y el personaje del mayordomo están inspirados en las viejas películas de terror de la Universal como Frankenstein o Drácula.

Durante la función se van lanzando frases que pretenden educar a los pequeños. Que hay dos tipos de niños: los que leen y los que son burros, que hay que saber cuidar a los amigos y, sobre todo, el respeto al que es diferente, ni temerle ni odiarle, simplemente intentar comprenderlo y aprender que la diversidad nos enriquece. Todos somos Ningú.

Ingenio, originalidad y reflexión

Es una obra ideal para jóvenes, pero que también puede ser disfrutada por los más pequeños ya que no hay efectos tan terroríficos como para que les de miedo y algunas circunstancias (a Waldemar se le cae el brazo en varias ocasiones) les provocan más risa que temor. En poco más de una hora que se nos hace corta, hemos disfrutado de buenos actores, simpáticas canciones, una trama original que nos hace reflexionar y todo ello mostrado a través de una ingeniosa y trabajada escenografía. Al final sales con ganas de leer la novela y de amar a los zombis, que pueden resultar mucho más adorables de lo que aparentan. Un montaje que dignifica el teatro para jóvenes y lo pone a la misma altura que el de adultos. Nota: los padres pueden utilizar la excusa de llevar a los niños porque ellos también se van a divertir. ¿Quién dijo que el teatro infantil es aburrido?