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'Histeriotipos' ironiza sobre las relaciones entre hombres y mujeres

El Eixample Teatre acoge esta comedia que tuvo un gran éxito en Madrid

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Eduardo de Vicente

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Desde hace un tiempo, no demasiado, el Eixample Teatre ha cambiado de manos y de orientación. Los designios de la diosa Talía son inescrutables. La actual apuesta se centra en obras cómicas (sobre todo monólogos), espectáculos de magia e infantiles. Nada que objetar, cada uno intenta buscar la comercialidad en su negocio, algo totalmente lícito. En este contexto, y en plena sequía teatral estival, llega a este escenario Histeriotipos, una parodia de las relaciones entre hombres y mujeres, subtitulada HisteriotiposMejor sola que mal acompañada.

Este montaje pretende escudriñar en las diferencias entre ambos sexos a través de la particular visión de su protagonista, Alba, una soltera de 36 años que disecciona todos los tipos con los que ha tropezado en su vida. El escenario únicamente está ocupado por dos butacas, una sillita y una cortina posterior que puede hacer las veces de cambiador para el actor, ya que ella está en escena continuamente y solo al final cambia su vestuario desde que aparece por el patio de butacas ataviada como una novia.

Los diferentes tipos de hombres

Podría ser un “one woman show” o un monólogo si no fuera porque su compañero cambia continuamente de personajes para mostrar los diversos modelos de hombre a los que se he enfrentado y de los que conviene escapar (aunque ella, obsesionada por encontrar el idílico príncipe azul tampoco resulta ser un partido fiable). El actor da vida a solteros que eluden el compromiso, o que por algo siguen siéndolo, separados a los que hay que aguantar su dependencia u odio respecto a su anterior pareja, viudos llorones (demasiado tópico) o casados que eluden la confrontación y van a lo que van.

Un personaje entrañable y unos estereotipos básicos

La protagonista y directora de la obra es la cántabra Carmen Trueba, que reclama para sí toda la atención y es el motor del espectáculo. Su interpretación puede resultar brillante o irritante, va a gustos, ya que espeta sentencias a la velocidad de una ametralladora (a veces resulta difícil entenderla debido a su vertiginosa prosa) y acaba resultando entrañable porque, en el fondo, da vida a una perdedora que solo se siente atraída por individuos claramente indeseables.

Su partenaire, Aitor Campo, queda en un segundo término interpretando a unos estereotipos masculinos tan básicos que casi provocan una cierta misericordia por su simplicidad. Al menos, él tiene la oportunidad de ir cambiando cada diez minutos de personaje y divertirse con cada pretendiente, a cual más estrambótico y disparatado. Basado en la realidad, pero nada sutil, demasiado evidente.

Durante la función, la actriz se dirige continuamente al público sobre todo a “ellas, la competencia” y, en el tramo final, incluso le interpela preguntando a los espectadores sobre sus relaciones. Todo resulta muy básico y se nota que la improvisación no es su fuerte limitándose a exclamar lo bonito que es todo y reclamar un aplauso para quienes se atreven a explicar su historia.

Lo mejor llega al final

Las muecas son habituales, un poco en la línea habitual de Lina Morgan, algunas se alargan hasta la extenuación y cuando realmente Trueba demuestra su talento es en el tramo final donde deja atrás su disfraz casamentero y se desnuda figuradamente cantando una canción. Es entonces cuando resulta más sincera e impactante.

La sensación que queda al final es que se trata de un montaje de humor algo grueso de esos que triunfan en Madrid (como así ha sido) y se quedan pequeños al llegar a Barcelona, que suele ser más exigente a la hora de la comedia. Y es que esta misma trama podría haber sido escrita hace 20 años sin variar una coma pero para ciertos sectores queda algo antigua. Eso sí, hay que reconocer que gran parte del auditorio despide a la pareja puesta en pie y ríe durante la función la mayoría de sus gracias. ¿Cuestión de gustos? Probablemente.