TU Y YO SOMOS TRES

Punset, inmortal y ateo

Esas miradas reposadas entre visitante y criatura visitada, de las que brotaban sensacionales arpegios en forma de diálogo. "Mi primer amor se hizo monja"

FERRAN MONEGAL

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Ha vuelto a conseguir Albert Om con Eduard Punset (El convidat, TV-3) ese clima mágico y extraordinario que logró con Teresa Gimpera, esa atmósfera que no se puede explicar más que viviéndola, ese cuadro profundo y detallista, aun siendo solo las pinceladas de una acuarela pintada en un breve fin de semana. Ese momento afeitándose los dos en el lavabo, por ejemplo, mientras sonaba el aria de Puccini O mio babbino caro, creo que en la voz de María Callas, desparramándose más allá de las ventanas del lavabo, posándose en los campos de La Fonteta, aledaños a la masía punsetiana. Ese otro momento en que el programa iluminó con la voz tremenda y desgarrada de Adrià Puntí (Viatge d'un savi vilatrista cap enlloc), tras el desayuno, disfrutando la holganza de un paseo por el jardín de la casa.

Esas miradas reposadas entre visitante y criatura visitada, de las que brotaban sensacionales arpegios en forma de diálogo. «Mi primer amor se hizo monja», decía Punset evocando sus primeras experiencias en el arte del amor, y añadió enseguida: «Se marchó a África y mis amigos me decían: si eres incapaz de impedir que tu novia se haga monja nunca convencerás a nadie de que el comunismo tiene razón». ¡Ah! El comunismo del primer Punset, sí, enrolado en las filas del PCE y luego su tránsito hacia Suárez. Advertía al respecto de ese viaje: «Mi amigo Antoni Gutiérrez El Guti, del PSUC, solía decir en público, con ganas de ofenderme: Eduard sabe muy bien de dónde viene, y sabe muy bien adónde va, ¡pero no sabe dónde está!» y tras una sonrisa y una pausa, añadió: «Tenía toda la razón».

O sea, la sincera catarsis personal que solo brota cuando ya has cumplido un buen puñado de años. Otra momento de rara intensidad fue cuando Om introdujo el tema de la muerte, y el de Dios. «¿Eres creyente?», le preguntó. «Creyente en qué? En Dios, no», respondió suavemente. «¿Y la muerte?», repreguntó el visitante. Y entonces Punset, jugando a científico travieso, contestó: «¿Qué es la muerte, Albert? ¿Qué se muere cuando te mueres? Somos átomos en un 90%. Y los átomos son eternos. O sea, que yo probablemente no muera». ¡Ahhh! Cómo hemos disfrutado con este encuentro. Con ese descubrimiento de un Punset íntimo, criatura de rara belleza, que no ha perdido el tiempo hablando de la tele: no ha hablado ni un segundo en todo el fin de semana del colosal éxito de su programa Redes. Otra admirable rareza.