El gran patriarca de las letras norteamericanas

La posteridad de Faulkner

En el 50º aniversario de la muerte del autor de 'El ruido y la furia' se suceden las reediciones

William Faulkner.

William Faulkner. / periodico

ELENA HEVIA
BARCELONA

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Quizá no sean estos los mejores tiempos para apreciar a William Faulkner. Nada de lo que caracteriza esta época de comunicación leve, veloz y utilitaria tiene que ver con el estilo barroco y complejo del nobel estadounidense -esas frases subordinadas y laberínticas que exigen una dedicación completa pueden disuadir a más de uno-. Hace hoy justamente medio siglo que el escritor más emblemático del profundo Sur estadounidense cayó fulminado de un ataque cardiaco a los 65 años y aunque su genio no ilumine en la actualidad la corriente principal de la actual literatura anglosajona, su apabullante grandeza está por encima de toda discusión. Alfaguara celebra la fecha con la reedición, corregida y vitaminizada de lasCartas escogidasy de la novela tardíaLa Mansión, a las que se une la disponibilidad de títulos tan esenciales comoSantuario,El ruido y la furia,Luz de agostoy losCuentos reunidos. En octubre aparecerá, en edición revisada,Intruso en el polvo.

La prosa de Faulkner abrió los ojos para la escritura a buena parte de autores del siglo XX, y lo que más sorprende, más allá de las fronteras de su país. «Sin la influencia de Faulkner no hubiera habido novela moderna en América Latina», escribió Vargas Llosa, quien en su juventud leyó ¡Absalón, Absalón!, con lápiz y papel, tomando notas e intentando deconstruir el prodigio.

El mundo opaco y confuso del norteamericano disparó las novelas y los cuentos de Juan Carlos Onetti, el mayor faulkneriano del cono Sur. Onetti lo admiraba sin límites, hablaba de él como si fuera de la familia y tenía una foto del autor de Mississippi en su mesa de trabajo. Muy probablemente, Juan Rulfo no hubiera escrito su obra maestra,Pedro Páramo,sin el acicate de su lectura. García Márquez y Carlos Fuentes le consideraron el maestro primordial. No hay más que leerles para comprobarlo.

A España, sus traducciones llegaron pronto, y en ocasiones no en las versiones más calibradas -porque traducir a Faulkner es una tarea endiablada-, hasta que en 1945 contagió a un joven Juan Benet que jamás escondió lo mucho que le debía y le pasó el testigo de su cariño a su discípulo Javier Marías. No es de extrañar que cuando Marías publicóSi yo amaneciera otra vez-un libro entusiasta que reúne artículos y poemas- se lo dedicara a Benet. En pleno siglo XXI, las huellas de este legado entre los jóvenes autores en castellano parecen haberse borrado.

Pero hay excepciones. El colombiano Juan Gabriel Vásquez y el asturiano Ricardo Menéndez Salmón se muestran orgullosos de tener a Faulkner como parte indisoluble de sus adn literarios, aun a sabiendas de estar un poco solos en ese derrotero. Cuando el joven Vásquez se fue de su país con destino europeo llevaba en su maleta nada menos que siete títulos del norteamericano. «Confieso que soy un anticuado» -admite con guasa- desmarcándose de una joven generación de autores latinoamericanos que han apostado mucho más que él por la transparencia del texto. «Eso ocurre también entre los actuales autores norteamericanos que parecen deberle más a Hemingway que a Faulkner. Incluso el autor vivo sureño por excelencia, Richard Ford, con su literatura behaviorista poco tiene que ver con él».

Para Menéndez Salmón, que admira su actitud ante la literatura y el lenguaje, Faulkner es el santo patrón de la narrativa más ambiciosa. «Es alguien seminal e irrepetible que con su escritura abre direcciones nuevas y deja huella imperecedera, uno de los pocos autores realmente decisivos para entender el carácter radical de la literatura como forma de conocimiento y anhelo de trascendencia».

Todo lo dicho abona la vieja idea de que Faulkner es un escritor para escritores, algo de lo que discrepa radicalmente Vásquez. «Esa es una etiqueta envenenada. Una vez John Banville, de quien se suele decir lo mismo, me dijo que eso era una condena, porque los lectores no te leen y tampoco lo hacen los escritores que no suelen leerse entre sí». Así el autor colombiano aconseja quitarse prejuicios y pegarse la primera zambullida en el universo Faulkner con su novela favorita,Luz de agosto,ideal para entrar en su universo -«es una obra maestra, mucho menos hostil que ¡Absalón, Absalón!oEl ruido y la furia» y también conLas palmeras salvajesque Borges tradujo al castellano». Las actuales y muy cuidadas versiones de Faulkner están ampliando el club de los faulknerianos. «En muchas de sus obras hay peripecias y aventuras suficientes como para atrapar a cualquiera», asegura Vásquez.

DESEO VIOLENTO / Menéndez Salmón, que dice preferirSantuario,Mientras agonizo y¡Absalón, Absalón! -el núcleo duro de la obra faulkneriana- con la coda del relato,Todos los pilotos muertos, hace suya la descripción que Pierre Michon hizo de la significación de Faulkner: «Ese deseo violento que preside las frases de un escritor, ese mínimo y decisivo pronunciamiento en su parlamento interior que hace que, repentinamente, la voz despótica de eso que se ha dado en llamar literatura, empiece a hablar».

¿Difícil? Seguro. ¿Merece el esfuerzo? Por supuesto. Una vez en una entrevista le preguntaron a Faulkner que qué les aconsejaría a los lectores que han intentado leer sus obras más complejas dos o tres veces. «¡Leerlas cuatro veces!», contestó.