REGALO DE CUMPLEAÑOS PARA EL CENTRO DE LA CALLE DE MONTCADA

El Picasso íntimo en BCN

David Douglas Duncan, junto a la primera foto que hizo a Picasso, ayer, en el museo del artista en Barcelona.

David Douglas Duncan, junto a la primera foto que hizo a Picasso, ayer, en el museo del artista en Barcelona.

NATÀLIA FARRÉ
BARCELONA

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«Me recibió en pelotas dentro de la bañera y me dijo: 'Hola, soy Picasso'. Así es como lo vi por primera vez. Le pedí permiso para hacerle una fotografía y se la hice. Era como un niño totalmente ingenuo, bañándose feliz». Así contaba ayer un casi centenario David Douglas Duncan (Kansas, EEUU, 1916) su primer encuentro con Picasso. Fue en 1956 y de esa particular cita nació una amistad que permitió al fotoperiodista convertirse en uno de los principales retratistas del genio. La fotografía en cuestión -en la que se ve a Picasso riendo y enjabonándose la nuca- abre la exposición La donació de David Douglas Duncan, hasta el 12 de enero en el Museu Picasso, la muestra con la que el centro agradece la donación de la 64 instantáneas expuestas  -más otras 99 que se exhibirán el próximo año-, que Duncan ha realizado al museo.

Emocionado -«Soy fotógrafo de guerra, tengo casi 100 años y aún siento las cosas con el corazón»-y con sentido del humor -«soy alérgico», en referencia a las lágrimas que se le escapaban-, Duncan escenificó ayer la presentación del legado. La fecha no es casual, sino una elección premeditada: Picasso nació un 25 de octubre.  Tres días después y 32 años antes que otro amigo de Duncan, Robert Capa, para quien también tuvo palabras: «Soy coronel retirado del Ejército de EEUU, he estado en Vietnam, en Corea y en otras guerras, y he visto morir a mucha gente. Dicen que la foto es falsa y no lo es», en referencia al hecho de que la famosa instantánea de Capa del miliciano muerto es un montaje.

Precisamente fue Capa quien le dio a Duncan la idea de visitar al artista malagueño: «Conocí a Capa en 1947, cuando estaba haciendo fotos del Ejército turco en la frontera rusa, y me dijo: 'Cuando vayas al sur de Francia, saluda a mi amigo Picasso'». Y así lo hizo. De camino a Marruecos, desde Roma, paró en Cannes, consiguió el teléfono del pintor y llamó. Contestó su esposa, Jacqueline, con un escueto: «Ven ahora». Luego vinieron la foto de la bañera y muchas más. Su cámara captó tanto la cotidianidad del artista en su casa de La Californie, como la  intimidad del pintor en los procesos creativos.

Imágenes que permiten a Duncan exclamar: «¡Soy un testimonio silencioso de aquel mundo», del «mejor periodo» de Picasso. El testimonio al que alude recoge retratos de Jacqueline barriendo, de Picasso bailando y de los hijos del genio jugando en el jardín con Lump, el perro salchicha que Duncan le regaló al artista  y que este inmortalizó en Las Meninas. Y que llevó a Duncan a dar un consejo a los periodistas que ayer le seguían:  «Hay que ser directo. Cuando Picasso pintaba Las Meninas yo estaba en otra sala mientras que Lump estaba allí. Era la historia y yo no lo fotografié». No inmortalizó ese trabajo pero sí otros, como un retrato de Jacqueline que el artista le regaló y que Duncan ya no posee: «Años después, cuando estaba sin un duro, lo vendí».

Copias actuales

Lo de ahora es una donación que empezó hace seis años y que se planteó como una compra a medias entre los museos del artista de Málaga

-entonces dirigido por el actual responsable del centro de Barcelona Bernardo Laniado-Romero- y el de la calle de Montcada. La oferta llegó tarde, cuando el fotoperiodista ya había entregado sus copias de época  a Claude Picasso, que no ha dejado a Duncan reproducir las imágenes a partir de sus originales. Es por eso que las fotografías son impresiones actuales hechas con el negativo. Y porque Barcelona fue la ciudad de juventud de Picasso y porque el museo cumple 50 años, que la venta ha pasado a ser donación. Un gran regalo de aniversario.