Cita de genios en Girona

Pascal Comelade, Pianista contra la 'grandeur'

El musico combate las pretensiones de la 'chanson' con su miniaturismo de vocación popular

Pascal Comelade, junto a una trompeta.

Pascal Comelade, junto a una trompeta.

J. B.
BESCANÓ

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La mejor manera de entrar en el mundo de Pascal Comelade o, cuando menos, acceder al recibidor, es hojear su Enciclopèdia Logicofobista de la Música Catalana. Un librito con aspecto de panfleto clandestino en el que rinde homenaje a extraños artefactos (la «batería plegable» del rosellonés Lou Torrent), reivindica a sus particulares catalanes universales (Dalí, Xavier Cugat, Joan Brossa, Toti Soler) y acota su campo de acción musical: Erik Satie, Luigi Russolo, Frank Zappa.

Comelade es un creador instalado en la periferia: geográfica (catalán del norte en la supercentralista Francia) y cultural. Le fastidia el prestigio de la chanson en la Catalunya subpirenaica («ese esnobismo francés»), le gusta el rock'n'roll cuando más primitivo mejor y siente una sintonía honda con la tradición italiana de un Renato Carosone. Si le llaman músico de vanguardia le da un ataque de tos. Siente alergia por esas categorías que considera pomposas, que combate con sus pianos de juguete; subraya su vocación de músico popular y le estimula tirar del hilo de tradiciones o escenas ocultas. Esa curiosidad le llevó, en los 70, a frecuentar Barcelona; un descubrimiento para un ciudadano de la Republique que vivía no muy lejos de Figueres. Se dio de bruces con los álbumes de Om, Pau Riba, Música Dispersa y Ovidi Montllor, a quien considera el más valioso de la cançó. Más tarde, en los 80, nació su Bel Canto Orchestra, por la que pasaron francotiradores como Víctor Nubla, Enric Casasses, Mark Cunnigham (exmiembro de Mars, grupo de culto de la no wave neoyorkina) y Cathy Claret.

Estrella 'underground'

Ha habido momentos en que parecía que Comelade iba a convertirse en una estrella underground internacional: cuando trabajó con PJ Harvey o Robert Wyatt, o cuando accedió al mercado japonés. Pero siempre ha pasado algo y Comelade ha vuelto a la placidez mediterránea, dispuesto a cruzar los Pirineos o desplazarse a Italia para conspirar con su juguetería ambulante. Su minaturismo es un antídoto para ciertos egos. Claro que sí: Comelade es nuestra estrella underground. Solo para nosotros.