Cuatro madres en la UCI

'Parte de la felicidad que traes', la segunda novela de Joan Cañete Bayle, narra la relación entre cuatro mujeres que se conocen en el hospital

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ERNEST ALÓS / BARCELONA

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En el ‘Drácula’ de Bram Stoker, Vlad le dice al joven Jonathan Harker cuando llega a las puertas de su castillo: “Bienvenido a mi morada. Entre libremente, y deje parte de la felicidad que trae”. Y allí empieza su pesadilla. De esa cita nace el título de ‘Parte de la felicidad que traes’ (Harper Collins), la segunda novela de Joan Cañete Bayle tras <strong>‘Expediente Bagdad’</strong>, un 'thriller' escrito a cuatro manos con Eugenio García Gascón en la que el actual coordinador de opinión de EL PERIÓDICO vertía parte de su experiencia como corresponsal. Esta vez ha cambiado totalmente de temática y estilo, para abordar la historia de cuatro mujeres que se encuentran, y apoyan, en la UCI de un hospital, donde sus hijos están ingresados.

“Cuando entras en el hospital porque tu padre, tu hermano o tu hijo está grave, tu vida entra en un túnel. A partir del momento en que recibes ese mensaje tu vida queda en suspenso, las cosas que eran importantes dejan de serlo, lo dejas atrás durante el tiempo que dure esta estancia y empiezas a hablar con soltura en una terminología médica que ni conocías. Y cuando sales por el otro lado del túnel, tanto si sales bien como si sales mal, sales siendo otra persona”, expone.

 “El libro parte de un reportaje para EL PERIÓDICO y de la constatación de que no podía explicar lo que quería como un reportaje”, confiesa Cañete. Se trata de un trabajo publicado en el 2013  sobre cómo afectaban los recortes de la ley de dependencia un matrimonio de Barcelona, con un hijo nacido prematuro que sufría toda una acumulación de dolencias crónicas, “un cuadro médico terrible”.

LAS MADRE DE LA UCI

 “Es estos casos, esto implica que uno de los dos padres deje de trabajar, y en el 90% de los casos esa es la madre. Fue una larguísima conversación en su casa -recuerda el autor-, una de esas maravillas del trabajo de periodista, en la que ella me explicó cómo vives cuando toda tu vida gira en torno al cuidado de un niño”. Le confesó que la solidaridad entre las madres que se encontraban continuamente en la UCI de Vall d’Hebron era uno de los recursos más importantes para mantenerse en pie, “lo más parecido posible a una red social”.

“Pero pronto me di cuenta de que eso sería muy complicado de hacer, porque no me interesaba tanto qué sucedía dentro del hospital sino cómo afectaba a su vida que gran parte de ella pasase dentro del hospital. No quería plantarme en la UCI y preguntar ‘¿quieres hablar conmigo? Quería matar al periodista”, añade.

Haber sustituido el reportaje por la ficción hace ganar y perder bazas al autor. “Pierdes la fuerza de las historias. Creo que por muy bien que fabules, cuando estamos hablando de historias en situaciones límite, la realidad se te come. Corres también el riesgo de perder la precisión médica, por mucho que te documentes y hables con profesionales. Y ganas la libertad de encontrar el mensaje que buscas”. En este caso, la historia de una mujer cuya hija sufre un accidente, y tres madres de enfermos crónicos. “Me interesaba –dice- explicar este tejido de solidaridad. La solidaridad es universal, pero por mi trabajo de periodista he visto actuar redes de solidaridad femenina, y son distintas de las masculinas. Lo ves en un campo de Gaza o en un barrio de Nueva Orleans devastado por el ‘Katrina’”.

En el libro, reconoce el autor, ha tenido que tomar dos decisiones difíciles. “Son historias con una carga de emotividad evidente, estamos hablando de niños, de situaciones de vida o muerte, y he intentado huir al 100% de la pornografía sentimental, pero si alguien lo encuentra demasiado cargado o no en términos emotivos, eso lo marcará el umbral de cada uno. La segunda es el recurso formal del bucle, de la repetición, del diagnóstico y las palabras médicas; está hecho expresamente para agobiar el lector, pero es que ellas están agobiadas, no están pensando en otra cosa”.

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