CITA CON EL ARTE DE LA CONSTRUCCIÓN

El Vaticano levanta 10 capillas en Venecia para la Bienal de Arquitectura

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Natàlia Farré

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Dos comisarias: Yvonne Farrell Shelley McNamara. Un manifiesto: 'Freespace'. Setenta y un arquitectos en la exposición principal. Y 63 países con pabellón propio. Así se presenta la 16ª edición de la Bienal de Arquitectura de Venecia, que, a priori y a falta de la sorpresa propia de cada cita, tiene un invitado de lujo: el Vaticano, y una acción reivindicativa: el viernes las mujeres evidenciarán los problemas de género de la profesión con una 'flashmob'. Mientras esto llega, la presencia de la Santa Sede, que debuta en la cita, es lo más comentado en los Giardini y el Arsenale, los dos corazones de la Bienal. Aunque el Vaticano no expone ahí, se ha ido a territorio amigo, a la isla de San Giorggio, donde en su momento hubo un monasterio benedictino. Y es que durante la cita (del sábado al 25 de noviembre) cualquier rincón de Venecia es susceptible de ser un buen escenario para exponer.

Ha habido libertad total, incluso de culto, a la hora de levantar las construcciones

"Entre finales del siglo XIX y la primera mitad del XX hubo una especie de divorcio entre el arte y la fe". Palabra del cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura. La frase viene a cuento porque durante las últimas décadas la Iglesia ha perdido fuelle artístico. ¿Un ejemplo? Basta con acercarse a la Meridiana y ver "la iglesia rara" (así la conocen los vecinos), que no es otra que la de Sant Joan Bosco, templo con forma de pirámide que no pasa desapercibido. Pero no siempre ha sido así. ¿Ejemplo de ello? Este, en Venecia, donde se levanta una de las obras magnas de Andrea Palladio, arquitecto de arquitectos que en el siglo XVI construyó la Iglesia de San Giorgio Maggiore para los benedictinos. Es la de la fachada de mármol blanco que luce frente a la plaza de Sant Marcos y protagoniza muchas de las ‘vedute’ venecianas.

Cilindros y esferas

Ahí, en el bosque que se despliega detrás de la bella construcción, se encuentra la muestra 'Vatican chapels', el proyecto con el que la Santa Sede quiere volver a decir algo en el mundo de la arquitectura. Así que nada mejor que pedirle el comisariado al teórico Francesco Dal Co, que no se ha conformado con planos y dibujos sino que ha encargado a 10 arquitectos construir sendas capillas. "He tenido libertad total. La Santa Sede no me ha cuestionado nada. Ni los nombres de los arquitectos ni que quisiera construir capillas. De hecho, quedaron muy sorprendidos por la propuesta", afirma Dal Co. Él tampoco puso normas a los escogidos, entre ellos dos Pritzker, Eduardo Souto de Moura y Norman Foster, y un estudio de Barcelona: Flores i Prats. Sí puso dos condiciones: una escala pequeña y la obligación de un altar y un atril. ¿El culto? Totalmente abierto. Pues para el comisario "la libertad total es la representación de cualquier espiritualidad".

El porqué de construir capillas parte de "la idea de buscar su significado original: de reunión y meditación", y uno de los mejores ejemplos de ello es 'La Capilla del bosque', pieza capital de la historia de la arquitectura, que Eric Gunnar Asplund levantó en 1920 en el cementerio de Estocolmo. Un reproducción de esta abre el camino de peregrinación en busca de la espiritualidad que ofrecen las capillas. Las hay en forma de cilindro (Javier Corvalán) o de sección de una esfera (Smiljan Radic). Y luego las hay que impresionan por su simplicidad y belleza, como la de piedra blanca de Souto de Moura, y la muy veneciana, por el color y el rebozado, de Flores i Prats. Lleva por título 'La capella del matí' porque, orientada al este y con un óculo en la pared, consigue captar los primeros rayos de sol que bañan el bosque.