ADIÓS AL AUTOR DE 'DESPERTARES'

Oliver Sacks, la última frontera

El gran neurólogo, popular escritor y explorador del cerebro y la condición humana, fallece en Nueva York a los 82 años

Oliver Sacks, en el 2009.

Oliver Sacks, en el 2009. / periodico

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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Cuando a principios de mes publicó Mi tabla periódica, el penúltimo artículo en The New York Times, en el que abría las puertas a su estado emocional y físico tras anunciar en febrero en otro texto que estaba terminal por un cáncer que le había alcanzado el hígado y le consumía, el afamado neurólogo y exitoso escritor Oliver Sacks agradecía «los cientos de cartas recibidas y las expresiones de cariño y valoración». El autor de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero explicaba, eso sí, que nada le había impactado tanto como un cielo lleno de estrellas que había visto hacía poco en el campo. Pidió a dos amigos ver algo así cuando estuviera muriendo y le prometieron empujar la silla de ruedas. El sábado, la última noche de Sacks en la tierra, hubo superluna. Quizá le llevaron a la ventana de su apartamento en el West Village neoyorquino ara verla.

Sacks se fue rumbo a su última exploración, su próxima aventura tras la de ser, durante 82 años, «un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta», como el mismo definió en febrero el «privilegio» de su vida. Se fue el humanista, el apasionado irredento, el médico y el científico, el profesor y el escritor que, con libros fenómeno como Despertares Veo una voz (Viaje al mundo de los sordos), logró hacer cercana la ciencia, ahondar elocuentemente en los misterios del cerebro, la mente y la condición humana, en su fragilidad y su fortaleza, y llevar a millones de lectores a recorrer «los más lejanos árticos y trópicos de los trastornos neurológicos». Queda un legado extraordinario y admirado.

Preguntar desde pequeño

Nacido en Londres en 1933 en el seno de una familia judía, su padre fue médico de familia y su madre cirujana, y el prolífico Sacks contó en unas de sus memorias que fue «animado desde niño a preguntar, a investigar». Llegaron luego la segunda guerra mundial y cuatro años en un internado «sádico y lleno de crueldad» junto a uno de sus tres hermanos, Michael, cuya lucha toda su vida contra la esquizofrenia animó a Sacks a intentar entender más la enfermedad y a la persona enferma.

Llegarían luego el retorno a casa y el refugio en la tabla periódica

-una de sus múltiples pasiones, junto a la natación, los helechos o las motos-, la graduación en medicina en Oxford y el traslado a Estados Unidos en los años 60. Se instaló primero en California, y luego en Nueva York, donde se quedó.

Del trabajo en la investigación pasó al clínico, e inspirado por A. R. Luria, fundador soviético de la neuropsicología, Sacks se lanzó a escribir lo que llamó «novelas neurológicas». Su primer libro, en 1970, fue Migraña. En 1973 abordó los efectos de un medicamento en pacientes con encefalia en Despertares, que en 1990 llegó al cine con Robin Williams dándole vida a él.

En una entrevista con este diario con motivo de la publicación de Musicofilia, donde exploró el efecto de la música en el cerebro, Sacks explicaba que le gustaba pensar que «en medicina es posible combinar el sentido novelístico sobre qué es una vida y una persona impactada por una enfermedad o experiencia con un análisis científico de lo que está pasándole». Defendió que «escuchar debería estar en el corazón de la medicina» y dijo: «Los filósofos deben entrar en el laboratorio y los científicos deben hacerse más doctos en filosofía».Siempre generoso al compartir su vida -y en los últimos meses su enfrentamiento con la muerte-, Sacks reveló que su madre le maldijo cuando él le declaró que era homosexual y durante décadas aplacó su sexualidad. Se enamoró a los 77 años.