UN INTELECTUAL EN PLENA FORMA
El hermano indio de Peckinpah
El novelista y director de cine Gonzalo Suárez publica su último trabajo, 'Con el cielo a cuestas', y recupera una novela que pudo ser una película del director de 'Grupo salvaje'
Algún despistado podría pensar que el caso del realizador y escritor Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934) es el de uno más que deserta del cine -porque el panorama audiovisual no da para muchas alegrías- para pasarse con sus armas y equipo a la literatura. Pero no. Para él, la escritura fue primero, durante (al mismo tiempo que su poco ortodoxa filmografía) y sigue siendo con la misma intención transgresora con la que escribió su primera novela, De cuerpo presente, allá por 1963. Cumplidos los 80 acaba de publicar Con el cielo a cuestas (Random House), que viene acompañada en su faja por los contundentes elogios del que fue su hermano indio en el celuloide, Sam Peckinpah, y por aquel eslogan Prohibido asomarse al interior que tanto sedujo a los surrealistas (así estuvo a punto de llamarse El perro andaluz de Buñuel).
Con el cielo a cuestas tiene su trastienda. Nace de la primera novela del escritor. «Un mamotreto naturalista de 500 páginas que retrataba los años que pasé en París y que por fortuna no logré publicar». Hijo de un profesor de francés, casado con una francesa, Suárez vivió a mediados de los 50 en la capital francesa, para marchar después a Barcelona y dedicarse aquí al periodismo deportivo. Pero esa es otra historia.
El escritor-director encontró hace un tiempo aquel manuscrito y volvió a reescribirlo (esta vez piadosamente en 169 páginas). «Hice una labor de poda a conciencia y tan solo mantuve las localizaciones, el paisaje parisino». En ese trasfondo visto a través de una mirada un poco alucinada resuenan los ecos de Edith Piaf, Georges Brassens o Albert Camus y se inscriben las andanzas del protagonista en una historia fragmentaria, lúdica (marca de la casa), y sin aparente linealidad, con el telón de fondo de la guerra de Argel. «La fragmentación en pequeñas historias es un estilo ahora muy en boga -cuenta el autor, satisfecho de haber sido uno de los primeros en utilizar esa técnica en castellano, a la contra del realismo férreo y castizo de los 60-, pero eso no quiere decir que no exista un hilo de Ariadna secreto en la trama vinculado a unos objetos recurrentes».
La aparición de esta novela y el que Suárez no se haya puesto tras la cámara desde el 2007, cuando estrenó Oviedo Express, podría llamar al equívoco de que ha tirado la toalla de la dirección. Lejos de eso, tiene aún las ganas y la energía necesaria como para apostar por tres guiones que tiene en cartera: un thriller cuya fallida producción le ha tenido ocupado los tres últimos años, «al final se reveló como una tapadera para un negocio fraudulento»; su aspiración de rodar Ciudadano Sade, uno de sus últimos libros, y una película de ciencia ficción con Cervantes, objetivo de un viaje temporal realizado por una muchacha china. «Eso se inspira en la dedicatoria al duque de Lemos de la segunda parte del Quijote en la que Cervantes explica que su novela ha interesado al emperador de China que la quiere utilizar para que allí se aprenda castellano, lo que no deja de ser premonitorio».
Irascible amigo
La conversación con Suárez, inevitablemente, pasa por la evocación de su irascible y genial amigo Sam Peckinpah, con el que trabajó en un guion inspirado en su novela Doble dos (recuperada ahora también por Random House) que tuvo el atrevimiento de imaginar en 1974 un atentado a Franco durante la histórica visita de Eisenhower a España en 1959. «El viejo Lara urdió una treta. Fue a regalarle en persona la novela a Franco y se fotografió con él, mientras él aceptaba el libro. Y claro, nadie se atrevió a chistar o a censurarlo».
De Peckinpah, que acababa de rodar La cruz de hierro, el autor recuerda cómo se desayunaba con vodka con naranja y continuaba bebiendo hasta caer la noche. «Pero, sorprendentemente, era capaz de mantener la lucidez mientras trabajaba. Solo era desagradable cuando se ponía a perseguir a las camareras o cuando decidía lanzar algún cuchillo a alguien si algo le molestaba». Para aquella película que jamás se rodó se barajaron varios actores. Uno fue Paul Newman y otro Gene Hackman. Es sabido que Hackman ante la propuesta sentenció aquello de que «la vida es demasiado corta para perder dos meses en un rodaje con Sam Peckinpah». De aquel guion que le supuso a Suárez una estancia de varios meses en Los Ángeles hoy quedan cinco versiones, que el escritor y director todavía conserva. Y están ahí por si alguien se decide a rodar esa historia algún día.
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