Periodismo contra el crimen

'Por un puñado de letras', nuevo 'thriller' de Javier Bernal

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JUANCHO DUMALL

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No es muy normal que un alto ejecutivo de la banca irrumpa en el mundo de la novela. Menos lo es que se decante por el 'thriller' internacional. Y ya roza el récord que en la trama de su primera novela aparezcan los negocios turbios vinculados al lado oscuro de Wall Street y del  sistema financiero. Javier Bernal lo hizo en el 2014 con ‘El enigma de Rania Roberts’, una historia en la que los siniestros juegos de los servicios secretos en Oriente Próximo se mezclaban con los manejos del dinero opaco en la jungla de Nueva York.

Pues bien, tras su exitoso debut, Bernal vuelve ahora con otra intriga cuyo epicentro está en esta ocasión en el mundo de las investigaciones periodísticas en los nuevos medios digitales. El título es ya bastante expresivo: 'Por un puñado de letras'. Otra vez Nueva York, donde Bernal trabajó en un gran banco español (ahora lo hace en Estambul), y otra vez un crimen y un misterio. El autor, que se declara un enamorado del periodismo, mezcla en su ficción algunos hechos reales y sitúa en el epicentro de la historia una revelación sobre la financiación del Estado Islámico.

EL HÉROE

Esta vez el héroe es un periodista todavía no vapuleado por la crisis del sector. Un defensor a ultranza de la independencia del medio, atento a los intereses de su comunidad de lectores y fiel a la objetividad de los datos investigados. En el otro lado, los negocios multimillonarios vinculados a gobiernos dictatoriales en África que sirven para financiar tanto a mafias internacionales como a grupos terroristas.

Se trata de un esquema clásico de lucha entre el bien, representado por el periodismo de investigación, limpio y transparente, y el mal, en el que se mezclan asesinos sádicos, personajes sin escúpulos de la alta sociedad neoyorquina y terroristas que manejan grandes fortunas.

Lo mejor de 'Por un puñado de letras' es la descripción de los métodos de un medio digital dedicado a la investigación, no a la filtración pura y dura de documentos, en el que conviven periodistas clásicos con 'hackers' y en el que el público es fuente inagotable de denuncias y vota también por las historias que quiere leer. Las nuevas tecnologías de la comunicación, las redes sociales y la preocupación por el volumen de tráfico de los contenidos en internet impregnan toda la trama. En este sentido, la novela es una buena aproximación al tipo de periodismo que empieza a practicarse fuera de las cabeceras tradicionales, pero eso sí, elevado por el autor al territorio casi épico de la lucha por las grandes exclusivas.

La novela, de 465 páginas y editada por Suma de Letras, se lee sin respiro. Capítulos cortos, mucho diálogo, variedad de escenarios y un tono deudor de las exitosas series de televisión norteamericanas. El mensaje, al final, es que el periodismo es esencial para defender la democracia y la dignidad. Y este solo puede ser financiado por fundaciones y por los lectores, dentro de la llamada economía colaborativa. Los nuevos medios --con sus hérores enamoradizos, audaces e íntegros que presenta Bernal-- son, desde su humildad, la piedra en el zapato de los nuevos emperadores del mal.