OBITUARIO

Muere El Lebrijano, el ortodoxo revolucionario del flamenco

Figura capital y controvertida, el cantaor sevillano Juan Peña fallece a los 75 años víctima de una dolencia cardiaca

Juan Pena  El Lebrijano

Juan Pena El Lebrijano / periodico

LUIS TROQUEL / BARCELONA

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Este miércoles, todavía de madrugada, fallecía a los 75 años el cantaor Juan Peña 'El Lebrijano'. En su domicilio de Sevilla, en la plaza de San Julián, víctima de una dolencia cardíaca de la que había sido intervenido la semana pasada. Pocos flamencos siguen generando tal diversidad de opiniones como él; como no podía ser de otra manera en una figura cuya colosal carrera estuvo permanentemente marcada por polos opuestos.

Su propio nombre artístico le sitúa también en una encrucijada. Ha llevado por bandera el nombre de Lebrija, localidad sevillana donde nació en 1941 y en cuyo teatro municipal, Juan Bernabé, se ha instalado ahora la capilla ardiente. Sin embargo, es al mismo tiempo hijo del cante de Utrera. Dos poblaciones de la misma provincia, sí, pero mucho antes de que los flamencos aprendieran vía Youtube y los medios de comunicación unificaran costumbres, habían pueblos que eran repúblicas independientes en cuanto a arte jondo se refiere.

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El Lebrijano fue uno de los eslabones más destacados de una dinastía esencial. Sobrino del gran Perrate de Utrera y tío a su vez del genial pianista David Peña Dorantes. También su madre hizo historia, aunque de puertas adentro: la Perrata de Utrera, figura referencial a la que muchos artistas iban a oírla cantar en su entorno, ya que su esposo apenas le dejó grabar ni subirse a los escenarios. En la más pura tradición gitana, la 'raptó' para poder casarse con ella cuando tenía 14 años y se la llevó en un taxi de Utrera a Lebrija. Era también madre de Pedro Peña, cantaor y guitarrista que tantas veces acompañara al Lebrijano.

También él empezó como guitarrista, junto a La Paquera de Jerez, pero se decantó ya completamente por el cante tras foguearse en míticos tablaos y triunfar en 1964 en el Festival de Mairena del Alcor. Acto seguido, se enroló en varias giras internacionales como parte de la compañía de Antonio Gades.

Dos guitarristas que marcaron dos diferentes épocas de la historia del flamenco le acompañaron en su primer disco: Niño Ricardo Paco de Lucía. Con ellos grabó en 1969 'De Sevilla a Cádiz', saludado por muchos como su obra magna y en cuya actualización estaba trabajando precisamente ahora. Preparaba para la próxima Bienal de Sevilla un espectáculo basado en su repertorio con la colaboración de uno de los mejores cantaores de la actual escena, José Valencia (de Lebrija también, aunque nacido en Barcelona y criado en Bellvitge).

Entre la férrea ortodoxia y la osada innovación, El Lebrijano se inscribe en dos corrientes a priori incompatibles: formó a todas luces parte de la canónica escuela de Antonio Mairena para abrazarse, sin desvincularse nunca del todo de ella, a obras conceptualmente revolucionarias. Del mismo modo, el compromiso de este gitano rubio con su raza no fue obstáculo para que se convirtiera en el favorito del público payo andalucista.

DEL RENOMBRE A UN CIERTO OLVIDO

Ensalzado y denostado. Hubo un tiempo en el que gozó de incomparable renombre mediático, solo Camarón le hacía sombra. En cambio, el inicio del siglo XXI parece haberle relegado a cierto olvido entre las nuevas generaciones. Pero nadie puede negar que fue el primero en hacer muchas cosas convertidas luego en moneda de cambio, amén de un incomparable compás. 

Si en su primer disco abordaba de manera insospechada los palos más intocables, en 1972 fue aún más lejos con 'La palabra de Dios a un gitano': no solo contó con toda una orquesta sinfónica (algo entonces insólito) sino que se adelantó varias décadas a la actual moda de mezclar góspel y flamenco.

Fue el primer cantaor que actuó en el Teatro Real de Madrid y convirtió sus discos conceptuales en la gran marca del Lebrijano. Como obra incontestable queda 'Persecución', de 1976. En plena marea de los fastos del quinto centenario grabó el también conceptual '¡Tierra!' y sus diferentes y espaciados encuentros con músicos marroquís darían pie a sus más difundidos trabajos.

Fue pionero también en emparentar el flamenco con la alta cultura y cantó en su último disco en estudio textos de Gabriel García Márquez, que por algo en una ocasión dijo de él: “Cuando Lebrijano canta se moja el agua”. 

{"zeta-legacy-despiece-horizontal":{"title":"Dos de los discos clave de El Lebrijano","text":"'Encuentros' (1985) Tuvo un precedente el a\u00f1o anterior (Reencuentro) y varias continuaciones entre las que destaca el excelente Casablanca, como su postrer gran impacto discogr\u00e1fico ya en 1998. El Lebrijano m\u00e1s mestizo con la\u00a0Orquesta Andalus\u00ed de T\u00e1nger y la guitarra de Paco Cepero."}}