EL ANFITEATRO

Un Mozart distinto para una nueva época en Salzburgo

Teodor Currentzis y Peter Sellars firman una producción de 'La clemenza di Tito' convertida en una experiencia mística

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Rosa Massagué

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Wolfgang Amadé Mozart escribió ‘La clemenza di Tito’ por encargo, para la coronación en Praga de Leopoldo II como rey de Bohemia. En ella muestra a un emperador clemente con sus súbditos, dispuesto a perdonar incluso a sus enemigos que han intentado asesinarle y a defender la reconciliación. Con un encargo de este tipo Mozart no podía hacer otra cosa que sumar las supuestas virtudes del emperador romano para envolver con ellas al monarca y hacerlo con los ideales de la Ilustración que aun hoy deberían ser guía la vida pública.

Peter Sellars ha visto en la historia de Tito explicada por Mozart a partir de un libreto de Metastasio un trasunto de Nelson Mandela, el político que fue capaz de sentar en un mismo gabinete a perseguidores y perseguidos, y a convocar una Comisión de la Verdad destinada a lograr la reconciliación entre quienes habían sido enemigos acérrimos tras una fase de reconocimiento mutuo.

El director de escena ancla esta visión en la pura contemporaneidad, en nuestro mundo de conflictos que generan un flujo constante de refugiados. Esta es ‘La clemenza di Tito’ que Sellars propone en el Festival de Salzburgo, un ejercicio que podría caer con mucha facilidad en el simplismo, el ‘buenismo’, en una visión ‘naif’, si no fuera, evidentemente, por la música de Mozart, pero en este caso, por una impresionante visión e interpretación musical. Teodor Currentzis al frente de su orquesta y coro musicAeterna, de la ópera de Perm, saca oro de una partitura que parece otro Mozart y no solo por los añadidos de varios fragmentos de otras obras del compositor salzburgués.

Es la música que sale del foso (con los intérpretes tocando de pie) la que llena el enorme espacio vacío del escenario del Felsenreitschule (la escuela de equitación), en la que apenas hay elementos escenográficos. Solo unas columnas que aparecen y desaparecen y una iluminación con colores también simplistas, pero eficaz.

Sellars ha incorporado una trama en la obertura que parece innecesaria para situar el drama del gobernante benévolo, el de los refugiados y el de quienes recurren a la violencia, y ha actualizado el libreto. Donde el original pone ‘traidor’ ha puesto ‘terrorista’, pero solo sobre el papel porque los cantantes seguían usando el ‘traditore’ del original italiano. En lo que sí ha metido la tijera ha sido en varios recitativos de más que dudosa autoría mozartiana, atribuidos muchos a su alumno Franz Xaver Sussmayr que había tenido que reescribir a toda prisa los originales de Metastatasio e incorporarlos al libreto que firmó Caterino Tommaso Mazolà.

Currentzis y Sellars mantienen una gran compenetración como demuestran otros trabajos conjuntos anteriores. conseguida con la incorporación de fragmentos de la ‘Misa en do menor’ KV 427/417a del compositor. El ‘Benedictus’ después de la coronación de Tito cantado de forma impecable por el coro ponía la piel de gallina. Lo mismo que el ‘Kyrie’ con que se abría el segundo acto que acompañaba el memorial de flores y velas a un lado del escenario para pedir la recuperación de Tito tras el intento de asesinato, un memorial como los que se van multiplicando por la geografía donde el zarpazo terrorista ha causado víctimas.

Currentzis, con una gestualidad en las manos que recuerda a la muy peculiar de Valeri Gergiev, crea música, pero crea silencios que también son música. Y el bajo continuo que en este caso son piano, violonchelo, laúd y guitarra barroca, describe una atmósfera suspendida que no parece ser de este mundo.

Hay momentos de una enorme compenetración, casi fusión total entre voz e instrumento. Cuando Sesto, el amigo que ha traicionado a Tito y ha intentado matarle, se da cuenta de lo que ha hecho y canta su lamento ‘Parto, parto’, un aria con clarinete ‘obbligato’, el solista lo toca en el escenario junto al traidor arrepentido, retorcidos ambos por el dolor.

La mesosoprano francesa Marianne Crebassa es la revelación vocal de esta ‘Clemenza’. Fue tan superior que el resto del reparto quedó a bastante distancia. Y no solo por su voz, también por sus silencios, sus movimientos comedidos pero capaces de trasmitir un sinfín de sensaciones y emociones en un escenario grande y casi vacío. La ópera no acaba con el canto de alabanza a la generosidad de Tito. Lo hace con la música del ‘Funeral masónico’ que resulta acongojante.

Dado el planteamiento de Sellars, el reparto era multirracial y con varios cantantes que ya han trabajado anteriormente con él, como Russell Thomas, el tenor estadounidense que interpreta a Tito que lo hace con una voz poco pulida, o el veterano Willard White (Publio) que sonaba raro cantando Mozart. Componen el resto del reparto la soprano sudafricana Golda Schultz (Vitelia), la soprano holandesa Christina Gansch (Servilia) y la también soprano de Trinidad-Tobago Jeanine de Bique (Annio).

Se dice en Salzburgo que lo que ha hecho Currentzis ha sido devolvernos otro Mozart, más original, menos manipulado, y que no es casualidad que ello coincida con el estreno de Markus Hinterhäuser como director del festival. De ser así, a Salzburg le esperan grandes días.

En el caso de esta ‘Clemenza’ habrá quien criticará la intervención de Currentzis y Sellars en la partitura y el libreto, y en la actualización del mismo. Conviene recordar lo ya dicho, que el libreto de Mazzolà no es original, que muchos recitativos no fueron obra del libretista, que en la época eran frecuentes los parecidos de los personajes históricos con los reales del momento, y que el día de su estreno en Praga, en 1791, los personajes aparecieron con trajes de la época y no vestidos de romanos.

Ópera vista el 4 de agosto.