LA HISTORIA DE UN TÁNDEM INSÓLITO

El día en que Freddie Mercury cayó a los pies de Caballé

La soprano estableció una honda complicidad con el cantante de Queen, que le confesó que tenía sida cuando preparaban su disco conjunto en los años preolímpicos

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Jordi Bianciotto

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Un episodio inesperado, que derivó en una intensa historia de amistad y en un capítulo musical para los anales de la ciudad de Barcelona, sacudió dulcemente la vida de Montserrat Caballé cuando pasaba de la cincuentena: la relación con una estrella del rock, Freddie Mercury, que la había admirado en secreto y a quien ligó su destino con la capital catalana como telón de fondo.

Caballé fue la diva soñada por Mercury, la amiga y la confidente: a ella le contó que estaba enfermo de sida cuando la sola mención de la palabra era un mortífero tabú. Y de la mano de la soprano ofreció sus últimas incursiones en el escenario, en unos años en que la enfermedad ya le había apartado de las giras con su grupo, Queen.

Todo empezó cuando, en mayo de 1983, Mercury acudió a la representación de ‘Un ballo in maschera’, de Verdi, en el Royal Opera House, de Londres. Atraído por la figura de Luciano Pavarotti, uno de sus ídolos, no reparó en que, en el segundo acto, aparecía en escena Montserrat Caballé, y su interpretación le dejó clavado en el asiento. "Freddie se quedó boquiabierto. Casi se olvidó de que Pavarotti estaba en el escenario. A partir de aquel momento a la única que quería oír era a Caballé", explica Peter Freestone, ayudante personal de Mercury, en el libro de Lesley-Ann Jones ‘La biografía definitiva’. “¡Eso sí que es una cantante de verdad!”, repetía.

Su cantante preferida

Un tiempo después, el cantante de ‘Bohemian rhapsody’ declaró a ‘Informe semanal’, de Televisión Española, que su intérprete preferida era Montserrat Caballé y que su sueño era hacer algún día un dueto, un comentario que llegó a oídos de ella. Por fin, a través del representante de la soprano, su hermano Carlos, fue posible organizar un encuentro, que tuvo lugar en el Hotel Ritz, de Barcelona, en marzo de 1987. Un momento en que Caballé ya estaba en contacto con la organización de los Juegos Olímpicos.

Mercury voló a Barcelona con el compositor y productor Mike Moran, Peter Freeman y su mánager de siempre, Jim Beach. La diva les hizo esperar, pero cuando apareció se apreció de inmediato un enorme afecto y un respeto mutuos. Mercury le puso unas grabaciones, las maquetas de ‘Exercises in free love’ y ‘Ensueño’, y cobró forma la idea de hacer un disco juntos. Unos días más tarde, Caballé acudió a su casa de Garden Lodge, Londres, y desoyendo las indicaciones de que una cantante de ópera debe acostarse temprano, se quedó hasta las cinco de la madrugada cantando con Mercury y Mike Moran, bromeando y bebiendo champán. A ambos les sorprendió comprobar que ella estaba familiarizada con muchas canciones de Queen. “Cuando le conocí y se puso al piano a improvisar, me di cuenta de que estaba ante un músico, no de alguien que utiliza la claqueta, tac-tac-tac”, explicaría Caballé años después en una entrevista a la agencia Efe.

A partir de ahí, todo fue bastante rápido: un par de meses después la pareja se presentaba en la discoteca Ku, de Ibiza (actual Privilege), para interpretar (en ‘playback’) la pieza ‘Barcelona’ (compuesta por Mercury y Moran) en el especial televisivo ‘Ibiza 92’, organizado por el promotor Pino Sagliocco y transmitido por TVE. Imágenes en que se percibía la química entre ambas partes: él la cogía la mano, la besaba, parecían vivir un apasionado romance viviendo el “sueño perfecto” del que habla la canción: “Barcelona / la música vibró / Barcelona / y ella nos unió”.

Vínculo religioso

En esa época supo Mercury que era portador de los anticuerpos del sida, y Caballé fue una de las pocas personas a las que se lo confesó. “Tuvimos entonces la oportunidad de crear canciones en las que todas tienen un significado”, revelaría ella, emocionada por haber tenido “la suerte de cantar con alguien que se va, que lo sabe, y estar interpretando con él su último adiós”. Les unía, por otra parte, el sentimiento religioso, que fortaleció sus complicidades.

Todavía tuvieron ocasión de unirse en escena otra vez, el 8 de octubre de 1988, a los pies de las fuentes de Montjuïc, en el espectáculo ‘La nit’, que celebró la llegada de la antorcha olímpica una vez finalizados los juegos de Seúl. Interpretaron tres canciones, ‘How can I go on’, ‘The golden boy’ y ‘Barcelona’, incluidas en el álbum que habían conseguido completar encontrando huecos en las agendas, entre los compromisos de ella y los problemas de salud de él. Se eligió ‘Barcelona’ como himno oficial de los juegos de 1992, pero Freddie no pudo cantarlo en la ceremonia inaugural porque falleció meses antes, el 24 de noviembre de 1991.

Pero la voz de Caballé le acompañó en su último tránsito por este mundo: cuando, culminando el funeral, el féretro desapareció para ser incinerado, en el West London Crematorium, sus allegados hicieron sonar el aria ‘D’amor sull’ali rosee’, de ‘Il trovatore’, de Verdi, interpretada, naturalmente, por Montserrat Caballé.