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Melodías de Broadway

RAMÓN De España

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Broadway es implacable, pienso al saber que hay en marcha un proyecto para convertir la novela de Bret Easton Ellis American psycho en un musical: si seguimos así, veo inminente el estreno de Auschwitz, the musical o de The Twin Towers, an islamic fantasy. Esa gente no se detiene ante nada: recordemos que, previamente, Broadway la ha tomado con Cervantes (El hombre de la Mancha) y Victor Hugo (Los miserables). Y no digo que el señor Ellis esté a la misma altura literaria que esos dos titanes, pero sí que merece un respeto. Sin ir más lejos, el que le demostró Mary Harron con la versión cinematográfica de American psycho, en la que Christian Bale bordaba el papel del repugnante Patrick Bateman, prototipo del monstruo corporativo de los 80 al que, si Dios no lo impide, pronto veremos canturreando feliz en un teatro de Broadway mientras arranca la sierra mecánica para despedazar convenientemente a su última víctima.

No sé muy bien cuándo empezó este delirio, pues los viejos tiempos de Irving Berlin y Cole Porter estaban francamente bien. ¿Quién inició esta deriva imbécil? ¿Rodgers y Hammerstein? ¿Lerner y Loewe? ¿Andrew Lloyd Webber? En cualquier caso, un ambiente en el que se considera un genio a alguien tan cursi y relamido como Stephen Sondheim está pidiendo a gritos la bomba de neutrones. No sé (ni me importa) qué habrán hecho Bono y The Edge con el pobre Spiderman, pero el fantoche de Stan Lee se merece cualquier cosa, mientras que Patrick Bateman no debería estar para cancioncillas lelas.

Aunque cuando apareció en 1991, American psycho fue acusada de morbosa, frívola y falsamente transgresora, uno siempre ha pensado, modestamente, que era una crónica impecable de los 80, con sus yuppies de mierda, su abuso de la cocaína, su Ronald Reagan y su entronización del nuevo rico sin escrúpulos como la justa medida del éxito. Ellis sostenía que, si tenías pasta, en la nueva sociedad liberal podías matar a Dios y a su madre y no te pasaba nada. Y el mensaje debía de ser más revulsivo de lo que parecía. ¿Pues cómo debe entenderse el musical de American psycho si no es como el intento definitivo de castrar a Bateman y ahogar bajo el estruendo de una fanfarria el discurso disolvente de su creador?