OTROS ESCENARIOS POSIBLES

Matinal 'hardcore' en la casa okupa

El centro social autogestionado La Llamborda del Guinardó organizó una jornada dominical a mediodía con la intención de explorar ambientes más inclusivos y respetuosos para los conciertos de músicas extremas

Exterior del bloque ocupado en la calle Amílcar del barrio del Guinardó.

Exterior del bloque ocupado en la calle Amílcar del barrio del Guinardó. / periodico

Nando Cruz

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Algunas voces recelan ya del endogámico y asfixiante clima que se genera en torno a las músicas estridentes y los espacios autogestionados. La inercia lleva a programar los conciertos siempre de noche lo cual conlleva una tendencia al desfase, resta margen para reflexionar sobre lo que proponen esas músicas y, sobre todo, provoca que mucha gente se sienta excluida de estos encuentros por celebrarse a unas horas incompatibles con sus dinámicas vitales.

Atención al lema del vermut hardcore que organizó el pasado domingo el centro social ocupado y autogestionado La Llamborda: "Por un hardcore-punk dominguero, con cuidados, inclusivo y respetuoso". Meses atrás ya hubo un primer vermut en el centro social L’Astilla de L’Hospitalet y varios de sus organizadores colaboran  en el evento de esta okupa hermana del barrio del Guinardó. Un sol radiante acaricia el exterior de este bloque de viviendas de la calle Amílcar. La entrada está decorada con ilustraciones y expresiones como "Cap estat ens farà lliures", "Contra l’autoritat, mort al patriarcat", "Ingovernables", "Somos malas, podemos ser peores" y "Signe de salut és estar ben apartat d’una societat malalta".

Huele a paella

La cálida luz del mediodía se cuela por las ventanas de lo que hubiera sido el vestíbulo de esta finca de tres plantas. Un mural en el que varias siluetas tienen la cabeza en forma de bloques de edificios decora una pared. Aquí el eslógan es: ‘De vegades, la pau no és més que por’. Una tarima de un palmo de altura será el escenario. Ahí está Vicky con su sintetizador, repartiendo almendras garrapiñadas electro-pop cual Joe Crepúsculo anarco desde su proyecto L’Arròs. Ella no tiene nada que ver, pero efectivamente aquí huele a arroz. En el patio de la casa se está empezando a cocinar una paella vegana gigantesca.

La mayoría de público encaja en la franja habitual de 25 a 45 años, pero casi la mitad son mujeres. Ah, y una pareja ha venido con su bebé de un año. Para el bajista de LouisXArmstrong, segundo grupo de este ‘Vermut Hardcore’, este detalle es una pequeña pero simbólica victoria. Por mucho que, en cuanto empiece a tocar, los padres se lo lleven lejos de aquí. Su trío de grindcore tiene una canción inspirada en la fábula de los tres cerditos, pero, claro, la escupe a una velocidad inhumana.

Sobre el papel, un concierto basado en alaridos, guitarrazos trepidantes, bajos aporreados sin compasión, ritmos extremos y canciones que rara vez duran más de medio minuto es lo que menos apetece escuchar un domingo por la mañana. Pues eso: solo sobre el papel. En las antípodas del ambiente oscuro e intimidante que suele acompañar estas músicas, su grindcore mañanero es muy vivificante. Tan recomendable como nadar en el mar a medianoche.

Tan a gusto se encuentra el trío, que el batería, en una micro pausa entre canción y canción, se confiesa. Está harto de tocar de noche. Está cansado de actuar para gente puesta hasta arriba y de no poder beber después de tocar porque tiene que conducir para llevar la batería al local. Por todo ello, agradece que les hayan invitado a tocar en la okupa y, sobre todo, celebra que iniciativas como esta ayuden a atraer gente más diversa que pueda enriquecer con sus ideas el circuito del hardcore y otras músicas extremas y críticas. “Faltan tres canciones”, anuncia el bajista. “O sea, un minuto y medio y acabamos”.

Dejar de fumar

En la barra, una mujer se coloca una careta del presidente en el exilio y grita: “¡Puigdemont invita!”. Es broma. Pero ni falta que hace. La cerveza artesana se vende a euro y medio, el mate a un euro y los zumos a medio. No hay refrescos comerciales ni cerveza industrial. En la sala contigua se exponen fanzines y libros. Nadie los vigila. Cada cual echa al pote lo que debe o puede. Los títulos a la venta eliminarían muchos prejuicios sobre lo que se cuece en las okupas. ‘Dejar de fumar’, ‘Anatomía de la opresión’, ‘Hacia una crítica queer radical de la cultura de la droga’, ‘Consentimiento sexual’, ‘Anarquía marica’, ‘Argumentos contra la procreación’, ‘Nuevas tecnologías del control de las fronteras’.

Es en estos espacios autogestionados donde se han puesto en práctica muchos de los protocolos que luego han adoptado los espacios comerciales de ocio. Ahora que las salas de conciertos han firmado un manifiesto para actuar contra las agresiones machistas, cabe recordar que los centros ocupados y las fiestas alternativas de muchos barrios, llevan años aplicándolo. Tampoco en este concierto se puede fumar. El que lo necesite, que salga al patio o a la calle.

Mientras se prepara el tercer grupo, suenan la rumbita ‘Problemes’ de Perro Pachingo: “Els rockers porten tupé, els heavies porten melenes, els skins van tots xollats i tú només portes problemes”. La paella avanza, aunque alguien cuestiona si hay que echar la especia de ese frasco cuya etiqueta informa que contiene varios colorantes. Dos hombres hablan sobre feminidad. Otro explica a un amigo que ha encontrado trabajo como archivero. El ascensor de la finca está tapiado. El lavabo está ocupado. El siguiente grupo está ya en escena.

Post-punk menstrual

Endora y Sus Vicios se autodefine como grupo de punk ninfo-romántico, oscuro y menstrual. Suena como Siouxsie & the Banshees en celo. La cantante y el guitarrista compiten por los agudos más hirientes. Un espectador lleva tapones en los oídos. Pese a las limitaciones escénicas, el cuarteto suena imponente y ya exhibe hits como ‘Menstruando’ y ‘Nacidos para sufrir’, capaces de desatar bailoteos punkies a tan tempranas horas. Vamos, que son las dos del mediodía y en La Llamborda se ha formado un entusiasta y amistoso pogo.

La primera fila está tomada por las amigas de la cantante, pero pronto se abren hueco dos tipos que saltan y chocan hombro con hombros como chivos, tal como manda la tradición punki. Acalorado, uno se quita la chaqueta y luego, la camiseta de los Sex Pistols. Es el único que baila aquí a pecho descubierto. Cuando termina la canción, un hombre rapado se le acerca y le sugiere algo al oído. Se pone la camiseta de nuevo y sigue bailando, pero con menos ímpetu.

Acaba el tercer concierto y parte del público sale a la calle a tomar el aire. El joven rapado busca al chico de la camiseta para asegurarse de que no se lo haya tomado mal. Conversan sobre cómo el sistema patriarcal normaliza que él pueda descamisarse sin contemplar que tal vez incomode a las mujeres. Ni uno ni otro alzan la voz. Una okupa es una trinchera desde la que desafiar muchas normas que impone el sistema, pero también puede ser un espacio en el que reconsiderar inercias propias. El chaval reconoce que, en un primer momento, se ha sentido molesto. Se ha rallado, dice, pero lo entiende y lo acepta.

 El hambre aprieta, pero aún falta un último concierto. El cuarto grupo ya está preparado. O, casi. Su guitarrista necesita ir al baño antes de empezar. Son Ratpak, los únicos que cantan en inglés. Entre el público hay dos chicas alemanas, un hombre con acento francés y varios más que se comunican en inglés. Al bajo está Gwen. Dato: tres de los cuatro grupos de esta matinal hardcore están integrados por mujeres. Por cierto, hoy nadie ha venido con el perro, borracho o con aspecto de no haber dormido. Eran requisitos que marcó la organización y se han cumplido a rajatabla, lo cual ayuda a que el ambiente hoy sea más acogedor. De hecho, solo por celebrar los conciertos de día y bajo un sol tan espléndido, todo en La Llamborda resulta hoy más acogedor.

Un kleneenex en el suelo

Aunque las guitarras se oían desde la calle, no se ha personado ningún vecino. Y, pasados unos minutos de las tres de la tarde, la música deja de sonar. El vestíbulo se vacía y, sorpresa, el suelo está impoluto. Tras cuatro conciertos, todo lo que habrá que recoger es un kleenex. La paella ya está lista. Después de comer hay programada una charla en la que seguir proponiendo estrategias para que el hardcore sea un espacio cada vez más inclusivo y respetuoso.

Se acerca la primavera y los organizadores de este ciclo itinerante de conciertos dominicales ya buscan okupa para la tercera edición. Estaría bien celebrarla en una casa con espacio al aire libre. Ya tienen dos candidatas.