Lou Reed, según Manuel Vilas

El escritor aragonés publica un raro artefacto literario en el que mezcla su amor por el cantante de 'Heroin' y su propia biografía

Manuel Vilas, en la libreria Malpaso de Barcelona.

Manuel Vilas, en la libreria Malpaso de Barcelona. / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Cada mañana durante el último año, Manuel Vilas se levanta de la cama y, antes de que el día se ponga en marcha, abre el ordenador y 'Junior Dad' de Lou Reed, los 19 minutos de la canción se ponen a sonar ininterrumpidamente en un bucle que puede durar toda su jornada. Su compañera, una santa o alguien que debe quererle mucho, sabe que esa canción que el neoyorquino grabó con Metallica marca el ritmo de su escritura. “Me arregla el mundo”, asegura el autor maño. Quizá dentro de unos meses cambie de canción, pero no de intérprete, porque Lou Reed es para Vilas la piedra de toque de las cosas más importantes que le han pasado en la vida. Incluso ahora que con los años se le han atemperado las pasiones y/o el fanatismo.

Con esa sensación de proximidad ha escrito 'Lou Reed era español' ( que no es una 'boutade' simpática, sino un extraño artefacto que mete en el vaso mezclador su propia biografía como adolescente en el Barbastro de los 70, la vida bien documentada del cantante, amén de no pocas fantasías. Porque en un determinado momento hace bajar al infierno -literalmente- al autor de  'Walk on the wild side', engarzado todo ello en una reflexión sobre la muerte y el significado de la fama.

CHOQUE DE TRENES

La primera escena sitúa a Vilas, 12 años, frente a su tocadiscos monoaural en su pueblo de 12.000 habitantes. Suena 'Rock’n roll Animal', un disco que ha llegado ahí por el azar, y él se convence de que a ese cantante no le conoce nadie y que solo interpreta para él. "Aquella música no cuadraba con lo que yo estaba viviendo, un chico de colegio de curas, algo se rompió en mi cabeza". El descubrimiento deslumbrante, ese choque de trenes entre la España carpetovetónica y la bohemia lumpen neoyorquina es la semilla de un trabajo que tiene también su trasfondo político: "Yo me enteré de que vivía en una dictadura porque a ese disco le faltaba una canción. Esa es mi historia".

Más tarde llegó el descubrimiento para Vilas del carácter difícil, por decirlo con elegancia, del grandísimo hijo de perra que fue el cantante en lo personal y en la intimidad, azote de periodistas cuando le recordaban sus años salvajes, 'Heroin' mediante, que para bien o para mal fueron los que le entronizaron. El de Barbastro ajusta cuentas, pero no hace sangre. Habla del salvaje de "cuando la gente iba a los conciertos esperando que se muriera en el escenario donde solía chutarse", pero también de su última reencarnación de hombre refinado por su tercera y definitiva mujer, Laurie Anderson, que le convierte en alguien sofisticado.

Y ahora que los grandes de la música popular empiezan a desfilar ante la muerte –"una jugada porque nos prometían la eterna juventud", se queja Vilas- es hora de valorar el legado  –sí, de nuevo- del Premio Nobel Bob Dylan. "La literatura se ha expandido muchísimo y uno de los cauces ha sido la música popular, que siempre ha entrado en mis intereses. Reed expresó siempre su vocación literaria, las clases que le dio Elmore Leonard, sus lecturas de Joyce, el doble disco sobre Poe. Reivindicaba la cultura pero lo que le hizo millonario, no hay que olvidarlo, fue el rock and roll".