El largo adiós

Los Suaves se volcaron en sus clásicos rockeros en Razzmatazz, su sala fetiche, dentro de su gira de despedida

Uno de los momentos del concierto de Los Suaves, el viernes en la sala Razzmatazz.

Uno de los momentos del concierto de Los Suaves, el viernes en la sala Razzmatazz. / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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La construcción del fenómeno de Los Suaves tiene que ver con hijos de inmigrantes gallegos que en los 80, de vuelta a, por ejemplo, Barcelona tras las vacaciones en el pueblo, hacían escuchar a sus compañeros de clase sus casetes caseras con carátulas dibujadas a bolígrafo. De modo que luego el grupo venía a la ciudad y se encontraba, sin apenas salir en los medios, con una sala como Zeleste, hoy Razzmatazz, llena hasta arriba. Allí grabaron los de Orense, en 1989, su doble en directo 'Suave es la noche', y tantos años después, el viernes, en su gira de despedida, aún resonaban los ecos de aquellas noches de fiebre.

Durante mucho tiempo, una persiana de la calle de Almogàvers lució una pintada con la leyenda 'Per sempre Suaves', y al torcer la esquina sigue ahí ese templo de culto llamado Pepe’s Bar, que la otra noche se puso de tiros largos y reunió a muchos fans para compartir sensaciones ante ese nuevo adiós de la banda. Nuevo porque Los Suaves ya se despidieron de nosotros en abril, si bien el recorrido de esta gira, 'La música termina', se adivina largo y no descartamos alguna otra visita más antes de que el telón caiga para siempre.

VILLANCICO FINAL

Yosi, el más castigado, aguantó, aunque con el cuerpo magullado tras la caída de hace unos días en Ponferrada, y con la voz devastada tras tanto rugido y tanto tabaco. Sus letras se entendieron más gracias al canto de los fans que a su vocalización, pastosa, alimentada por un riego de pitillos que iba arrojando al foso mientras mascullaba 'Maldita sea mi suerte' o 'Viajando al fin de la noche'. Los músicos, con camisetas que lucían el logo de Los Suaves, ese gato que enseña los dientes, réplica del águila de Ramones, vestuario con el que nos venían a decir que no son estrellas sino fans de un grupo que es más grande que ellos.

Repertorio milenario, testimonio del culto a Thin Lizzy ('¿Sabes? ¡Phil Lynott murió!'), portador de reflexiones áridas ('Siempre igual') y de una idea del heroísmo a través de la humildad, una glorificación del "solitario soñador / solitario perdedor" ('El afilador'). Tipos duros pero sentimentales: "Lo malo no es tener la pierna rota, lo malo es tener el corazón roto", aseguró Yosi mientras Alberto Cereijo combinaba el rock’n’roll con el efectismo del 'guitar hero', culminando 'Ya nos vamos' con el solo de Ritchie Blackmore (Deep Purple) en 'Highway star'. Dos horas y media con un villancico final (Yosi, resoplando: "arre, arre, arre") y la rúbrica con 'La noche se muere'. O no: el de la despedida puede ser un género en sí mismo. 

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