LIBROS

Todó, escritor del nosotros

Lluís María Todó regresa a su vida famiilar y a la relación con el catalán, el castellano y el francés en 'Gramàtica dels noms propis'

Presentación de 'Gramàtica dels noms propis', de Lluís Maria Todó, en la Setmana del Llibre en Català

Presentación de 'Gramàtica dels noms propis', de Lluís Maria Todó, en la Setmana del Llibre en Català / Manuel Medir

Ernest Alós / Barcelona

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Lluís Maria Todó dice de sí mismo que es un escritor del yo. El novelista y traductor lo fue sobre todo en ‘El mal francés’, y solo un poco menos en ‘Els plaers ficticis’, ‘El joc del mentider’, ‘L’adoració perpètua’ y ‘L’últim mono’. Pero en su último libro, ‘Gramàtica dels noms propis’ (Club Editor), Todó es más bien un escritor del nosotros. Del nosotros familiar y pequeñoburgués de sus primeros años, en los barrios de la Salut y la Bonanova, hasta la emancipación, como estudiante y conserje de hotel, en tierras francesas. Gracias a la memoria de su tío, el pintor Paco Todó, ha reconstruido en los dos primeros capítulos el pasado de las familias paterna y materna, los Todó y los Vila. “Todo lo que yo soy”, en resumen, explica en la presentación del libro en la Setmana del Llibre en Català, que se repite este jueves, a las 19.30 h., en La Calders. Aunque, eso sí, en el tercer capítulo ya llega “la aparición estelar del pequeño yo que nace”.

“Las relaciones de pareja empiezan y acaban, y pueden dejar huella o no”, reflexiona. Las relaciones de familia, en cambio, “son indisolubles, y muy pesadas”. “Pasas la vida liberándote de una cosa que necesitas”, dice de la institución familiar, responsable de “problemas vitales ineludibles y al mismo tiempo maravillosos”.

"Las relaciones de familia son indisolubles y muy pesadas. Pasas la vida liberándote de una cosa que necesitas"

Narrar el conflicto

Explicar su vida familiar tiene algo de terapéutico. El Todó de la ‘Gramàtica’ descubre su homosexualidad a los 19 años cuando ya tiene una hija en camino (y tras haber recibido en la adolescencia algunos empujones que le deberían haber llevado a salir del armario de haber sido consciente de que estaba dentro, como las risas de sus compañeros cuando acudió raudo en cuanto le dijeron que en una revista había una fotografía de un futbolista duchándose). “Narrar el conflicto es una manera no de resolverlo sino de verlo un poco más claro. No es que esté más tranquilo: estas relaciones son tan tempestuosas y problemáticas como han sido siempre, pero más perfiladas”, dice tras definirse como alguien que “tiene dos hijos y estuvo casado con una señora”.

La relación con las lenguas

La relación de Todó, de su familia y de su entorno social con las lenguas (con el castellano, con el catalán, con el francés, con las contaminaciones, sustituciones y solapamientos entre todas ellas) es un elemento integral de la personalidad del autor (y un tema central en el libro). Traductor y proustiano de pro, los años que relata ahora son aquellos en los que trabajó “con la máxima eficiencia” para convertirse “en francés, o más exactamente en la cosa más parecida a un francés que puede ser alguien criado y nacido en Barcelona”. Y que no ha roto con esta afección, a diferencia de todas aquellas fes que va dejando atrás a lo largo del libro: el catalanismo ‘escolta’, el catolicismo, el marxismo leninismo casi sectario del PC (i)…

En cuanto al castellano, en aquellos años 50 y 60: hoy, dice, es difícil explicar “la relación tan natural y fluida que teníamos los catalanes, o por lo menos buena parte de los barceloneses, con el castellano en aquella época, difícil como entender la aversión que una parte de la población de aquí ha desarrollado últimamente por la lengua castellana”. O quizá no lo sea tanto: “Se le llama adoctrinamiento”, escribe.

Horrorizado ante dos “aberraciones” como son el “catalán pijo” que ya no es exclusivo de Sant Gervasi y aledaños y el “neocatalán” sin vocales neutras ni pronombres, culpa en ambos casos a su condición de lengua obligatoria en la enseñanza, en distintos momentos históricos. “Conclusión: hablar una lengua por imperativo legal tiene un precio, que es el deterioro de la lengua impuesta. En ello pierden el imponedor y el impuesto, pero sobre todo la lengua”.

Su madre descartó a Samarach por "tonto"

El adoctrinamiento recibido en el escultismo le da para reflexionar sobre la visión del Estado como enemigo. “Mucho más tarde, ante la tendencia reiterada e insistente de algunos políticos catalanes a saltarse a la torera la legalidad vigente sin dejar de exhortarnos a obedecer las normas que ellos han declarado supremas, pensé que todo esto también podía ponerse en relación con aquellas vivencias infantiles de la escuela catalana y el escultismo, instituciones que frecuentaron muchos políticos de aquí”, se plantea en el libro. Aunque llega a la conclusión de que se trata de un fenómeno común en “algunas zonas del mundo” como Madrid, Nápoles, Caracas o Moscú.

En la familia Todó Vila, una de aquellas que celebraron la entrada de Franco en Barcelona, se alternaba el catalán y el castellano. Aunque no tiene dudas de que su madre hubiese tenido una descendencia homogéneamente castellanohablante si no hubiese rechazado con un definitivo “es tonto” a un medio pretendiente que tuvo. Un tal Juan Antonio Samaranch.