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Un libro de agosto

JORDI Puntí

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Agosto es un mes extraño para las librerías. La mayoría de la gente compra sus libros antes de irse de vacaciones. (Hay veraneantes con grandes proyectos de lectura, aunque luego se derritan en el calor de la playa o queden ahogados por esa oceanografía deldolce far niente.) La clientela de las librerías cambia: los compradores asiduos desa-

parecen y llegan los desconocidos, que a su vez traicionan por una vez a su librero de confianza. Si están en una gran ciudad, comparan fondos y novedades, buscan a sus autores preferidos, a ver si aquí los tratan bien. Si están en un pueblo, siempre les vence la curiosidad y acaban comprando un viejo libro descatalogado, una novelita que en su día no les llamó la atención. Es como si el desplazamiento, el decorado del verano, diera a los libros un atractivo extra. Otros lectores dedican varias horas a escoger qué títulos meterán en la maleta, pero después un descubrimiento inesperado -una biografía deRasputín, por ejemplo, olvidada en la mesita del hotel- les altera todos los planes. Es lo que me ocurrió a mí hace unas semanas. Me encontraba en el Pla de Mallorca, leyendo unos cuentos deJohn Updike,y entonces una amiga me regaló un libro precioso:En la ciudad sumergida, deJosé Carlos Llop, editado por RBA.

Llopha reunido una serie de ensayos literarios que, en su conjunto, hay que leer como una declaración de amor a Palma, la ciudad donde nació y reside el autor. En un primer momento, los recuerdos personales sobre su familia van construyendo un retrato social y personal de la Mallorca de los años 50 y 60. Luego son los personajes históricos que alguna vez pasaron por la ciudad, o hablaron de ella, los que le dan una categoría mítica.Llopdisfruta trazando conexiones del recuerdo, lecturas que se entrecruzan, detalles y anécdotas. Su prosa transmite al lector viveza y pasión, le contagia de su curiosidad por la vida. Los referentes que llenan este espacio literario van deGuillem de Torroellaa Simenon,deTintínaBorges,deJimi HendrixaVillalonga,deDemis Roussos aVisconti, deMiquel Barceló al cardenalDespuig. Todos --y muchos más-- en danza gracias al deseo deJosé Carlos Llopde «escribir la ciudad», como confiesa al final del libro. Un festín.