Reconocimiento

Premio Nacional para Leopoldo Pomés, el fotógrafo que erotizó España

El jurado destaca su participación en la configuración del "imaginario colectivo" del país y su "mirada renovada" de la "sociedad de su época"

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Natàlia Farré

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Leopoldo Pomés (Barcelona, 1931) es el Premio Nacional de Fotografía 2018. Y lo es, según reza el acta del jurado, por "haber participado en la configuración de nuestro imaginario colectivo, introduciendo un nuevo lenguaje fotográfico dentro de la publicidad,  con una mirada renovada a la sociedad de su época". Una mirada renovada que, así, de entrada, incluye varios iconos visuales que subyacen en la memoria de todos aquellos que gozan ya de una edad. Ahí está la chica rubia del coñac Terry montando a caballo con una camisa por todo atuendo (aunque muchos creen, falsamente, que no lucía ni camisa). Y ahí están las navideñas, omnipresentes y sexis burbujas Freixenet. Por todo ello, y más, Manuel Vázquez Montalbán afirmó en su momento que el publicista había erotizado España, un país que por entonces, las décadas de los 60 y 70, se esforzaba por salir (o salía) de la dictadura.

La modelo Nico, en 1969. LEOPOLDO POMÉS

Porque Pomés es publicista, sí. Pero también es fotógrafo. De hecho, fue fotógrafo antes que publicista. Lo primero le daba "mucho éxito intelectual, pero nada más", así que pasó de la cámara de fotografiar a la de  filmar. Y los anuncios le dieron para vivir. La primera campaña la realizó en 1959. La oportunidad se la dio su amigo Marçal Moliné: le encargó un espot para los bañadores de mujer Meyba. Nadie daba con una buena idea, Pomés la tuvo. A partir de aquí llegaron los encargos, el éxito y la fama. De 1970 es la letra de Serrat 'Conillet de vellut', una canción con historia (pero este es otro tema) que en una de sus estrofas reza: 'I m’he comprat el llibre La fotografia és un art / I abans d’un mes seré millor que en Pomés'.

Antes, en 1955, el creador había triunfado con una exposición en las Galeries Laietanes. Y antes de antes, en 1947 y con 16 años, tomó su primera instantánea: el puerto de Barcelona tal como lo veía desde la ventana de las oficinas de Potax, la empresa en la que empezó a trabajar. Fue la imagen que dio inicio a una larga serie de fotografías con mirada humanista con la ciudad como protagonista. Se las encargó Carlos Barral para el fotolibro 'Barcelona 1957'. Muy diferentes a las de la muestra de 1955, más oníricas y misteriosas, en la línea de las creaciones artísticas de sus amigos de Dau al Set. Y nada que ver, tampoco, con las goyescas imágenes taurinas que realizó para un libro cuyo texto debía firmar Ernest Hemingway, pero el escritor se suicidó mientras Pomés recorría España de coso en coso.

Retratos y mujeres

Aunque todos los trabajos citados tienen algo en común: el retrato, principal herramienta del trabajo del creador junto a la figura de la mujer. Para Pomés hacer un retrato es algo que requiere tiempo y cierta complicidad. De manera que los protagonistas de sus instantáneas, de Eduardo Mendoza a Jorge Herralde, de Marta Pessarrodona a Teresa Gimpera son amigos o conocidos, como lo eran los ya citados miembros de Dau al Set. Con los artistas vanguardistas compartió tardes y andanzas (también con la 'gauche divine', aunque nunca se ha considerado parte de ella) en el Living de Balmes, que es como Pomés se refería a la que entonces era su casa. Aunque el nombre puede llevar a la confusión, no en vano el fotógrafo es autor también del restaurante Flash Flash, un clásico de la restauración barcelonesa, que impulsó junto al arquitecto Alfons Milà y sus respectivas parejas: Cecilia Santo Domingo y Karin Leiz.

A la mujer la convirtió en motivo de sus anuncios: mujeres modernas, independientes, activas, guapas y complejas que encarnaron un nuevo canon de belleza, y que Pomés retrataba en entornos elegantes, sofisticados y luminosos. No ha dejado de fotografiarlas, aunque últimamente está más volcado a escribir sus memorias y publicar su poesía. Además de ser galardonado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.