CRÓNICA

Las dos caras de Zoltán Kocsis

El director y pianista exhibió su versatilidad con Bach

Zoltán Kocsis.

Zoltán Kocsis.

CÉSAR LÓPEZ ROSELL
BARCELONA

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En su doble faceta de director y pianista, Zoltán Kocsis (Budapest, 1952) ha visitado con frecuencia Barcelona de la mano de Ibercamera. Desde que en 1987 maravillara con un concierto en solitario con obras de Liszt y Schubert, cuenta con un público fiel que suele llenar casi todas sus citas. En esta ocasión ha vuelto a complacer a sus seguidores con un pequeño maratón dedicado a Bach al frente de la Orquesta Filarmónica Nacional de Hungría, una formación con 90 años de historia de la que es titular desde 1997. La buena acogida al programa presentado en el Palau obligó a los protagonistas de la noche a ofrecer dos propinas.

La velada se inició con una de los platos fuertes del cartel: la recreación del primero de los seis conciertos de Brandeburgo. Kocsis viajó con autoridad por esta sutil pieza de regusto francés en la que el brillo del violín fusionó bien con el resto de los instrumentos. Pero donde la presencia del maestro húngaro levantó el vuelo fue cuando se sentó ante el teclado para interpretar junto a la formación el Concierto para piano y orquesta, número 5. Sin apenas usar el pedal mostró el dominio total de la partitura, especialmente en el cálido y lírico segundo movimiento donde la mano derecha transmite toda una paleta de emociones con el respaldo de un tenue pizzicato de la orquesta. Una maravillosa página que fue utilizada por Woody Allen para ambientar una de las escenas de Hannah y sus hermanas.

No fue menos seductora fue la intervención del concertino en el bellísimo Concierto para violín y orquesta en la menor. Virtuosismo en estado puro antes de llegar la Suite orquestal número 1 que cerró el programa. La orquesta exhibió toda la variedad de danzas de la pieza con un buen equilibrio interpretativo.

Aunque es cierto que esta oferta es ofrecida con tanta o más solvencia por formaciones como las que dirigen maestros como Giovanni Antonini o Marc Minkowsky, por poner dos ejemplos, la filarmónica húngara cumplió sobradamente con el reto bachiano. Pero sería bueno poder oír a Kocsis y sus músicos en el recién estrenado Gurre-Lieder de Schönberg o en su rol compositivo, aunque el hecho de haber podido disfrutar de las dos caras más visibles del músico ya es mucho.