FESTIVAL DE CINE DE BERLÍN

A la deriva hacia el Oso de Oro

Ni 'La prière' ni 'Hija mía' ni 'The Real State', las tres candidatas al máximo galardón, tienen de dónde agarrar

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zentauroepp42178764 director and screenwriter cedric kahn and actors hanna schyg180218210634 / REUTERS / FABRIZIO BENSCH

Nando Salvà

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Pasados cuatro días desde el inicio de la Berlinale, las sospechas generadas hace semanas cuando se anunció la lista de películas a competición están resultando ser del todo fundadas. Ninguna de las tres candidatas al Oso de Oro presentadas este domingo, sin ir más lejos, tiene de dónde agarrar. En ‘La prière’ (El rezo), el francés Cédric Kahn visita una granja en la que jóvenes tratan de curar su drogadicción trabajando y abrazando el catolicismo. El gran problema de la película es que resulta imposible contemplarla sin ver en ella un instrumento de adoctrinamiento tan flagrante que no se conforma con defender la religión como forma legítima de limpiar el cuerpo y el alma sino que, directamente, legitima que la mejor forma de curarse de la adicción a la heroína es hacerse adicto a Dios.

En ‘Hija mía’, por otra parte, la italiana Laura Bispuri retrata un triángulo afectivo-destructivo entre tres personajes femeninos: uno, una niña de 10 años; otro, la madre que ha cuidado de ella; el otro, la que la trajo al mundo pero la abandonó para dedicarse al vicio, y que ahora intenta recuperarla. Mientras las contemplamos entregarse a una suerte de ‘slapstick’ involuntario –y en el proceso sentir cierta lástima por los referentes maternos que la pobre Bispuri debió de mamar-, queda claro que estamos ante el tipo de película que requiere que sus personajes actúen en todo momento de forma contraria a la lógica o los dos dedos de frente; de otro modo, no habría historia.

Ninguno de esos títulos, eso sí, alcanza los niveles de despropósito de ‘The Real State’, primera película de los suecos Axel Petersen y Mans Mansson. Mientras acompaña en desagradable primer plano a una mujer madura que hereda un bloque de apartamentos lleno de inquilinos, se revela como una obra tonta, histérica, fea, autoindulgente, agotadora y gratuitamente cruel. Quien no se consuela, eso sí, es porque no quiere: tras ella, la competición solo puede ir a mejor.