LA 68ª EDICIÓN DE LA BERLINALE

Wes Anderson encandila en Berlín con su cuento canino

El director norteamericano abre a lo grande el festival con la exuberante, como no podía ser de otro modo, 'Isla de perros'

Wes Anderson (en el centro, quinto por la derecha), con los actores que ponen las voces en 'Isla de perros'.

Wes Anderson (en el centro, quinto por la derecha), con los actores que ponen las voces en 'Isla de perros'. / periodico

Nando Salvà

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Puede resultar llamativo que Wes Anderson y su nueva película inauguren hoy la Berlinale solo cuatro años después de que el cineasta tejano ya fuera el elegido para desempeñar ese cometido con su largometraje inmediatamente anterior, 'El Gran Hotel Budapest' (2014). En todo caso, es del todo lógico. Para un festival abrir con una película de Anderson es una forma de meterse al respetable en el bolsillo de buenas a primeras, y de hacerle afrontar lo que está por venir con la moral alta a pesar de que lo más probable es que ninguna otra de las películas que se presenten a competición estará a la altura. Lo ideal sería que todos los festivales, siempre, se inauguraran con una película de Wes Anderson.   

'Isla de perros' representa su segunda incursión en la animación 'stop-motion' y, es cierto, quizá no salga del todo bien parada de las inevitables comparaciones con la primera, 'Fantástico Sr. Fox' (2008) -cómo podría-; pero si bien no alcanza las mismas cotas de emoción irresistible que aquella obra maestra, a cambio exhibe una deliciosa exuberancia argumental que resulta imposible describir al detalle en estas líneas.

Digamos solamente que la película está situada en un futuro cercano en una ciudad japonesa ficticia llamada Megasaki, en la que la fiebre ha devastado a la población canina y ha desatado una ola de odio a los perros, desterrados por el alcalde de la ciudad a una isla-vertedero. Allí, los pobres animales luchan por mantenerse vivos en medio de enormes montañas de basura, peleándose unos con otros por restos de comida infestada de gusanos y cada vez más débiles y tristes y rabiosos. Un día, un niño de 12 años llega al lugar en avión en busca de su querida mascota Spot. Y entonces empieza la aventura.

Dicho de otro modo, 'Isla de perros' es lo más parecido que Anderson jamás ha hecho a una película política. Después de todo, habla de seres expulsados de sus hogares y recluidos contra su voluntad en condiciones de vida infames. Incluye líderes fascistas y terrorismo de estado y limpieza étnica. Ahora bien, en ningún momento se pone en duda que el final será feliz y los perros se rebelarán contra sus opresores y los corruptos recibirán su merecido. Es un cuento de hadas.

Sin sorpresas, sí, pero... ¿y qué más da?

Un cuento, eso sí, escrito en vertical. En un encuentro con la prensa, Anderson ha reconocido hoy la influencia sobre la película de algunas de las incursiones de Akira Kurosawa en el cine negro, como 'El ángel ebrio' (1948), 'El perro rabioso (1949) y El infierno del odio (1960); y a lo largo de su metraje las alusiones a la cultura nipona se suceden sin descanso: hay escenas de combates de sumo, fragmentos de teatro kabuki y tutoriales sobre cómo se prepara el sushi; la imaginería relacionada con la tecnología y la ciencia parece sacada directamente de 'Godzilla' (1954), 'Mothra' (1961) y otras muestras de cine 'kaiju'; y la Isla Basura donde transcurre buena parte de la película presenta el tipo de paisaje post-atómico que uno imagina al pensar en Hiroshima y Nagasaki.

En todo caso, en última instancia Anderson es la figura más personal de la comedia americana desde los tiempos de Preston Sturges, y por tanto su universo no se parece al universo de nadie más. En 'Isla de perros' nos reencontramos con sus obsesiones temáticas -la necesidad de crear una comunidad-, con esos personajes de melancolía exacerbada, con las composiciones al milímetro y los frondosos diseños de producción y esa forma tan particular de retratar el mundo que hace que hasta un trasplante de riñón sea una cosa hermosa. Eso, inevitablemente, significa que 'Isla de perros' apenas sorprende. Resulta ser idéntica, o casi, a la imagen que uno se hace de ella antes de verla. Por otra parte, ¿por qué íbamos a querer que fuera distinta? 

'La librería', a la conquista de Europa

Solo unos días después de obtener el Goya a la Mejor Película, 'La librería' inicia este viernes su andadura internacional con su proyección en la Berlinale fuera de concurso. Es nada menos que la sexta de las películas de Isabel Coixet en presentarse en el certamen, que escogió su largometraje inmediatamente anterior, 'Nadie quiere la noche' (2015), para inaugurar su 65ª edición hace tres años.