ENTREVISTA

Joan Lluís Bozzo: «Hay una clara voluntad de ir contra la cultura»

El director de Dagoll Dagom recorre los primeros años de la compañía en el libro 'Memòries trobades en una furgoneta'

Joan Lluís Bozzo, ayer en la sede de Dagoll Dagom antes de presentar el libro.

Joan Lluís Bozzo, ayer en la sede de Dagoll Dagom antes de presentar el libro.

NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA

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Cuatro décadas al frente de Dagoll Dagom, pioneros del musical catalán, dan para muchas vivencias. Historias que Joan Lluís Bozzo recoge en una trilogía cuyo primer volumen Memòries trobades en una furgoneta (Empúries) retrata los primeros años de camino a través del proceso de gestación de cuatro de las obras más celebradas de la compañía: No hablaré en clase, Antaviana, La nit de Sant Joan Glups! 

-Unos inicios difíciles pero enriquecedores. ¿Hay añoranza?

-No soy nostálgico. Trato de entender lo que hicimos y cómo lo hicimos y situarlo en el momento político e histórico de la transición, además de explicar cuáles eran las relaciones con los otros profesionales del teatro y nuestra propia aventura buscando temas para hacer espectáculos. Y a la vez hacer una cosa de lectura amena.

-El activismo estaba muy presente. Y el peligro, también. Cuenta que estuvieron a punto de ser linchados en Linares.

-Sí, sí, pero salió mucha gente a defendernos. No sé qué hubiera pasado si hubiéramos estado solos, llevaban cadenas y eran muy matones. No hablar en clase era un espectáculo bastante duro con el franquismo y en 1977 había aún mucha gente que no toleraba la crítica y la burla. En la transición el pan de cada día fueron las amenazas de bomba.

-Aun así, por entonces el catalán era casi un activo.

-Acabado el franquismo y hasta 1982 fueron unos años en que a Catalunya se la quería mucho, luego se acabó. Hubo mucha apertura de miras. Aunque siempre había el facha de turno, la actitud general era de admiración. A partir de la LOAPA todo cambió.

-Y ahora, ¿cómo están las cosas?

-Se han rotos los vínculos entre España y Catalunya. En esos años la itinerancia era constante, ahora ya no existe, cada uno vive en su realidad y de espaldas al resto. También se creó un centro dramático en cada autonomía, de manera que los presupuestos se acaban con el teatro local. A parte, el IVA ha acabado con los bolos.

-¿El IVA al 21% mata al teatro?

-Es una bomba con carga de profundidad. Hace que sea casi imposible sobrevivir legalmente. No tiene sentido, la gente trabaja sin cobrar y renunciando a los beneficios, como en la época de nuestros inicios. Y esto es un efecto directo del IVA. Hay una clara voluntad de ir contra la cultura porque ha sido incomoda. Es ir a ponerle dificultades a quien consideras tu enemigo.

-En el libro se intuye también una cierta nostalgia por lo colectivo. ¿Ahora priman los egos?

-Cuando empezamos, los años del teatro independiente y políticamente concienciado, el sueño de todo actor joven era integrarse en un colectivo fuera Els Joglars, Comediants, Dagoll Dagom... Pero duró lo que duró, ahora vuelve la jerarquía, el hacerse un nombre.

-¿Afecta a Dagoll Dagom?

-Es imposible sustraerse a esta realidad. Somos una empresa, ya no somos una cooperativa. Aunque consensuamos las cosas entre nosotros [Anna Rosa Cisquella y Miquel Periel] y somos fieles a una manera de hacer y pensar, seríamos muy friquis si siguiéramos comportándonos como en el 78, seríamos realmente raros.

-Hablemos de futuro, ¿para cuándo otro gran musical?

-En el 2016. Tenemos una idea poco concreta, pero estamos en ello.

-¿El mito del comte Arnau?

¡El comte Arnau está siempre detrás de la oreja! Un día u otro lo haremos, pero no será el próximo.