Entrevista

Jenn Díaz: «Escribo historias que me conectan con las tripas»

La escritora publica 'Mare i filla', su primera novela en catalán

La escritora Jenn Díaz, en la Llibrería +Bernat de Barcelona, el lunes

La escritora Jenn Díaz, en la Llibrería +Bernat de Barcelona, el lunes

ELENA HEVIA
BARCELONA

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Asegura Jenn Díaz (Barcelona, 1988) que cuando acabe la promoción de Mare i filla (Amsterdam), su primera novela en catalán, centrará todos sus esfuerzos en sacarse el carnet de conducir y en tener un hijo. Bromea con la idea de si lo del carnet de conducir es para salir corriendo ante esa posibilidad. Pero no, la maternidad, con sus luces y  penumbras, está en el núcleo de todas las novelas de la autora. Bien lo sabe ella, que se considera una madre «extraña» de Joana, la hija de su compañero.

-Tras cuatro novelas en castellano ha decidido hacer un trasvase al catalán. ¿El cambio de lengua ha transformado su literatura?

-Básicamente es un cuestión de localización. Cuando escribo en castellano mis libros se sitúan en el ambiente rural de mis abuelos en Extremadura, y cuando escribo en catalán me alimento de las historias que me cuenta mi suegra. En castellano tengo por madrina a Ana María Matute, mientras que en catalán me he situado en la órbita de Mercè Rodoreda.

-Realmente esta es una novela muy rodorediana, la prosa respira exactamente de la misma manera.

-Antes de ponerme a escribir la releí de cabo a rabo. Si vas a tener una guía, procura que sea la mejor.

-Ese universo de mujeres vencidas y que sin embargo no se dan por vencidas, ¿qué es lo que tiene que ver con la veinteañera Díaz?

-Bueno, yo no me considero una mujer así, pero en mi familia abundan, les tocó vivir tiempos difíciles. En verano suelo acompañar a mis abuelos al pueblo y allí mantenemos largas conversaciones. La suya es una vida basada en el cuidado de los hijos y en el trabajo. A mí ese empeño, que puede considerarse pobre intelectualmente, me parece poco, claro, pero a la vez es difícil y meritorio.

-En su novela, incluso la mujer moderna, la que trabaja y no ha hecho del matrimonio su objetivo, es un personaje vencido.

-Cuando acabé la novela me di cuenta de que, sin haberlo previsto desde un principio, había trazado el retrato de distintos modelos de mujer. La madre posesiva, la tía que no se ha casado, la hija divorciada varias veces, la que se cree muy moderna pero en el fondo se ha quedado en la trastienda de la vida importante de un hombre... Pero todavía quedan muchos más roles.

-¿Está de acuerdo en que el bilingüismo mata?

-Yo no tengo ningún problema en duplicarme literariamente porque en mi vida diaria ya lo estoy. Aunque es verdad que a la hora de escribir no tengo tantos recursos en catalán como en castellano. Todo esto vino de recibir el encargo de escribir un cuento semanal en catalán, además mi vida familiar pasó a ser en catalán y mi manera de ficcionalizar se bifurcó. En enero publicaré mi traducción de Mare i filla y mi siguiente novela saldrá en castellano, pero tengo una idea que solo podría escribir en catalán.

-¿Y eso a qué obedece?

-Escribo historias que tienen que ver con los sentimientos y estos me conectan con las tripas. Yo podría decirse que tengo dos tripas.

-¿Qué cree haber aportado aquí a su obsesivo tema de la maternidad?

-La figura de la madrastra, que es lo que soy yo.

-No la veo como la de Blancanieves.

-El hecho de ser madre sin haber parido es algo que ya aparecía en mis novelas pero aquí me he utilizado más a mí misma. El relato que he hecho es idílico pero en el futuro me gustaría hablar de las dificultades que implica asumir un rol materno cuando no has decidido ser madre.

-Ingmar Bergman dijo y usted lo cita: «Una madre y una hija. Qué combinación absurda de sentimientos, confusión y destrucción».

-La maternidad idílica no me interesa. La mayoría de los  conflictos familiares irresolubles se dan entre mujeres. Cuando empecé a vivir con mi pareja, Joana, su hija, sintió al principio que yo venía a robarle a su padre. Es verdad que estamos hablando de una niña y una adulta, pero dudo mucho de que ese recelo, esa rivalidad, hubiera venido de un niño.

-¿Por qué las familias de sus ficciones son una suma de soledades?

-Supongo que tiene que ver con mi propia arqueología. Pese a compartir los mismos genes, el hecho de vivir en una casa no te hace igual a tu familia y en cuanto eres un poco distinta, esa soledad se hace muy evidente.

-Recientemente publicó en EL PERIÓDICO unos textos sobre un secreto familiar. Su abuelo asesinó a su cuñado. Veo ahí un futuro libro.   ¿Cómo fue recibido por los suyos?

-Hubo un gran pollo familiar. Mi madre empezó a leerlos y no quiso seguir. Me gustaría utilizarlos en el futuro, hacer un Léxico familiar de la Ginzburg, que sea mío. Pero tiene que pasar mucho, mucho tiempo para que se limen las susceptibilidades. Creo que Milena Busquets ha sido muy valiente utilizando su vida y la de sus amigos. Yo de momento no quiero apearme de la cordialidad. Lo haré cuando haya madurado. Si lo hago con la intención de no ofender a nadie no será bueno. No se puede escribir sin ofender a nadie.