N. K. Jemisin: la ganadora del Hugo que irrita a los frikis reaccionarios

Nova publica en España 'La quinta estación', ganadora de la tensa edición del 2016

La ganadora del premio Hugo de ciencia ficcion 2016   la escritora N K  Jemisin  posa en la librería Gigamesh

La ganadora del premio Hugo de ciencia ficcion 2016 la escritora N K Jemisin posa en la librería Gigamesh / JORDI COTRINA

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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Un continente único, como la Pangea de hace muchos millones de años, pero que periódicamente se quiebra en catástrofes geológicas de lava, azufre, terremotos y ceniza que desencadenan extinciones masivas. Con unos misteriosos monolitos que flotan sobre él, míticos comedores de piedras, algunas personas muy especiales capaces de ocasionar o detener los movimientos tectónicos, civilizaciones que desaparecen o consiguen adaptarse a cada uno de estos cataclismos… Es el mundo de ‘La quinta estación’ (Nova), el libro con el que N. K. Jemisin obtuvo en el 2015 el Hugo, el premio anual de la Sociedad Mundial de Ciencia Ficción.  

“La mayoría de novelas fantásticas se construyen sobre la edad media en Europa, o la mitología, o monstruos, de culturas realmente existentes en nuestro mundo. Yo quería crear algo completamente nuevo”, explica Jemisin, de paso por Barcelona.

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Sin embargo, al mismo tiempo que imagina un mundo radicalmente imaginativo, Jemisin lo hace para plantear cuestiones y conflictos absolutamente contemporáneos y reales. “En lo que a mí respecta la fantasía ha de estar en la magia, en el mundo, en las bestias fantásticas, pero la gente ha de ser normal. La mayor parte de las novelas fantásticas hacen ver que la gente es distinta de lo que realmente es en la realidad. Yo no creo en eso. Teniendo en cuenta mi experiencia como mujer negra es inevitable que desarrolle sociedades en las que se manifieste la intolerancia en diversas formas: sexismo, clasismo, racismo… No existe ninguna sociedad sin este tipo de conflictos.  En la realidad tenemos, intolerancia, y tenemos que hablar de ella”, sostiene.

"LA FANTASÍA HA LLEGADO A LA MADUREZ"

El paradigma de la fantasía enraizada en Tolkien ha sido asaltado desde diversos frentes: cinismo en lugar de héroes idealistas, sexo multiforme en lugar de castidad patriarcal, mujeres protagonistas y activas en lugar de figuras virginales, inspiraciones orientales en lugar de nórdicas, vida cotidiana en lugar de aristocracia elitista... “Lo que hay detrás de todos estos elementos de la narrativa fantástica post-Tolkien –opina Jemisin- no es más que es el progreso de la sociedad. Tolkien escribió en los años 40 y 50, antes de la revolución sexual, antes de la era de los derechos civiles, escribía para una audiencia muy específica formada sobre todo por británicos de determinada edad y generación. Una vez que la fantasía se ha integrado en el ‘mainstream’ ya no puede ser insular, no puede ser un producto específico para ese tipo de lector. La mayoría de los lectores de libros, por ejemplo, son mujeres, y si quieres su dinero probablemente es una buena idea que en el libro, por allí en medio, haya al menos alguna mujer. ¡E incluso que sea la protagonista! ¡O que dejar que las mujeres hagan cosas de mujeres!”, bromea la escritora estadounidense. “En psicología, cuando las personas maduran evolucionan de un pensamiento dual a uno más relativista. Lo que estamos viendo es que la fantasía ha llegado a la madurez. Pasamos del bien y el mal, de la hermandad de la luz, de los héroes del oeste frente a las sombras del este, de los hombres del norte contra los enemigos que vienen del sur, hacia un mundo en el que todo el mundo se puede equivocar. Y esto es mucho más humano”, resume.

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En su mundo, las personas con capacidad de mover magma, montañas y fallas son perseguidos o domeñados. Todo el mundo les teme. Y ellos temen al mundo. ”Intento explicar que una sociedad que esté construida para acomodar al otro no tiene por qué sufrir los conflictos que se desarrollan en una sociedad que trata de suprimir al diferente”, concluye. Y además lo hace del brazo de la aventura, sin resultar cargantemente aleccionadora, se podría añadir.

La preocupación por el medio ambiente es otro estrato evidente en ‘La quinta estación’. “Lo más importante que quiero explorar es una tendencia, que creo que es típica del pensamiento norteamericano, que es un individualismo extremo, que hace sentir a la gente fuerte y autosuficiente, y que se refleja en la narrativa postapocalíptica tipo Mad Max. Esta actitud es la que hace que Trump se retire del tratado de París. La creencia de EEUU se las puede arreglar por sí mismo. Esto es estúpido. Sencillamente estúpido. En ‘La quinta estación’ lo que intento mostrar es que las sociedades que colaboran tienes más posibilidades de sobrevivir. Quería escribir una novela postapocalíptica que no fuese individualista. Sobrevivirás si estás dispuesto a ayudar a los demás y sacrificar tu egoísmo”, plantea.

SAD PUPPIES, RABID PUPPIES Y TRUMP

Esta visión militante de la fantasía le ha llevado a Jemisin a convertirse en blanco de las iras de los Sad Puppies y los Rabid Puppies, dos colectivos que hicieron labor de lobi para que los Hugo del 2015 y del 2016 no fueran a parar a esos liberales que introducen ideología de género y ecologismo en la ciencia ficción, sino a obras tradicionales con héroe varón y blanco, naves espaciales y rayos láser que fríen alienígenas. La victoria de Jemisin en la edición del 2016 fue una victoria contra este colectivo.

“Este tipo de movimiento reaccionario existe en cada rincón de nuestra sociedad. También en el mundo friki ha habido una resistencia a reconocer el racismo, la intolerancia y el sexismo que existe en su seno, al menos en EEUU. Los frikis siempre se han percibido a sí mismos como un colectivo discriminado, así que suponían que no eran capaces de discriminar a los demás. Pero lo son y siempre lo han sido. Cuando era una adolescente no podía entrar en una habitación como esta (la entrevista se desarrolla en la sala de actos/juegos de Gigamesh, con las estanterías llenas de figuras y demás material de coleccionista) porque estaría llenas de hombres blancos, viejos o jóvenes, que empezarían a hacer comentarios sexistas o racistas que dirían que solo son bromas cuando de hecho son hostiles. Yo entraría, me miraría las cosas rápidamente y saldría corriendo. Espacios como estos eran el feudo de una clientela formada por hombres jóvenes blancos”, explica.

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Este tipo de guerra cultural también existió en el campo de los videojuegos (la polémica Gasmergate). Pero este ‘tea party’ friki acabó siendo neutralizado en las votaciones de los Hugo… mientras que su equivalente en el conjunto de la sociedad estadounidense, más bien no.  “No todavía (responde). Creo que el mundo friki es un microcosmos, una incubadora y un laboratorio para lo que sucede en esferas más amplias. En los premios Hugo, por ejemplo, los Puppies consiguieron colar sus candidatos en la lista de nominados. Y eran horrorosos, espantosos. No es solo que sean conservadores, racistas, derechistas, es que eran novelas malas. Es lo mismo que estamos viendo en el escenario político general. Tenemos a Donald Trump y como presidente  es terrible. Espero que suceda lo mismo que con los Puppies: lograron su objetivo, la gente pudo ver qué es lo que defendían y reaccionó. Espero que eso suceda a escala nacional y que la gente se dé cuenta de que lo que quieren esos republicanos reaccionarios derechistas y neonazis y diga que no, que eso no es lo que quieren. Y esto está empezando a pasar”.