ÓBITO

Muere Jacques Rivette, bastión de la Nouvelle Vague

El director francés fallece a los 87 años y deja tras de sí una obra tan radical como prestigiosa

rtapounet11291748 french film director jacques rivette  r  and briti160129131539

rtapounet11291748 french film director jacques rivette r and briti160129131539 / periodico

QUIM CASAS / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ya solo queda Jean-Luc Godard. Ha fallecido Jacques Rivette, otro de los bastiones incontestables de la Nouvelle Vague, la generación de directores que cambió el curso del cine moderno a finales de los años 50. Primero murió François Truffaut (en 1984); después, Claude Chabrol y Éric Rohmer (ambos en el 2010), y también Alain Resnais, que no fue estrictamente un miembro de la nueva ola pero sí un compañero de viaje, fallecido a principios del 2014.

Rivette tenía 87 años y llevaba solo seis apartado del cine, desde que en el 2009 dirigió 'El último verano', protagonizada por una de sus actrices fetiche, Jane Birkin. La otra fue Bulle Ogier, protagonista de sus películas más radicalizadas de los 70 y 80, entre ellas 'L’amour fou' (1968), una radiografía dolorosa de la obsesión amorosa. Pero también dio a Emmanuelle Béart sus mejores interpretaciones en 'La bella mentirosa' (1990) e 'Historia de María y Julien' (2003), y contó en sus repartos con otras actrices icónicas del cine francés, como Anna Karina, Juliet Berto, Bernadette Lafont, Sandrine Bonnaire (a la que regaló el papel de Juana de Arco en su díptico de 1994 'Jeanne la Pucelle') y Jeanne Balibar.

LA IMPORTANCIA DE LA IMPROVISACIÓN

Sin ser estrictamente lo que se considera un director de actrices, Rivette trabajó con especial habilidad los personajes femeninos de sus filmes y la productiva relación con las intérpretes. En varios casos, el guion aparece acreditado al director y sus actrices, porque siempre fue un estrecho trabajo de colaboración en el que la improvisación actoral jugaba un papel determinante. Esa constante nos lleva a uno de los grandes temas que recorren su estimulante filmografía, la relación entre cine y teatro. Nunca hizo lo que a veces se despacha como teatro filmado. Los ensayos de una obra se convierten tanto en parte de la trama como en novedoso estilo intermedio. Teatro y cine se confunden en algunas de sus películas hasta crear un lenguaje nuevo basado por igual en la palabra y el cuerpo.

Uno de los mejores ejemplos de ello es 'Out 1' (1970), la propuesta más extrema del director: filmaciones largas y minuciosas de los ensayos de dos obras clásicas mezcladas con un complot y una sociedad secreta surgidas de una novela de Balzac. Hizo dos versiones, una de más de 12 horas y otra reducida a 'solo' cuatro horas y media. Recientemente se ha editado en DVD y Blu-ray en Francia y Gran Bretaña: estaba considerada, con toda razón, el Santo Grial del cine francés contemporáneo.

FOLLETÍN Y MISTERIO

Otra de las grandes obsesiones del cineasta fue recuperar, a su manera, cierto espíritu del relato de misterio y el folletín incorporando en sus películas una serie de tramas laberínticas y complots tratados siempre de manera nada tradicional. En esa inspiración podían tener cabida Balzac, Fritz Lang, Louis Feuillade (el gran director de seriales del cine mudo francés), Fantômas, Belphegor o el Superagente 86. 'Céline y Julie van en barco' (1974) es la cristalización de esta idea.

El gusto por este tipo de cine, y por el de Howard Hawks Alfred Hitchcock, dos de sus referentes dentro del clasicismo hollywoodiense, ya tomó forma en su larga etapa como crítico cinematográfico. Juntó a Godard, Truffaut, Rohmer y Chabrol formó el núcleo duro de la revista 'Cahiers du cinéma', el gran referente de la crítica cinematográfica hasta hace una década. Sus textos eran siempre valientes. Atacó con dureza la dudosa ética visual de un filme sobre los campos de exterminio, 'Kapo', y fue el más brillante teórico del concepto de puesta en escena.

REINVENTANDO GÉNEROS

Tardó un par de años en concluir su primer largometraje, 'París nos pertenece' (1961), en el que ya están presentes el teatro y el complot. Tuvo problemas con la censura a causa de 'La religiosa' (1966). Reinventó a su manera los géneros. El de aventuras con 'Duelle' y 'Noroît', ambas de 1976. Se aproximó al gótico romántico con 'Hurlevent' (1985), adaptación libre de 'Cumbres borrascosas', e incluso hizo un musical, el precioso 'Alto, bajo, frágil' (1995).

Maltratado por la distribución cinematográfica española, estrenó aquí más o menos la mitad de sus 20 películas. No lo puso fácil, ya que algunas sobrepasan las cuatro horas de duración. Fue el más libre de los cineastas contemporáneos. Y aunque Godard aún está ahí, la Nouvelle Vague se ha extinguido para siempre.