Interferencias

La india de 'Veracruz'

RAMÓN DE ESPAÑA

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También es mala pata morirse el mismo día queMargaret Thatcher. A Saritísima seguro que no le habría gustado nada tener que compartir la portada de los diarios con la bruja de las Malvinas. Menuda era ella, que se consideraba única en su género y, probablemente, tenía razón. Convertirse en una estrella del cine y la canción sin saber actuar ni cantar es una hazaña que no está al alcance de cualquiera. Aunque también es verdad queSaraMontielnunca pretendió ser ni una cosa ni otra: le bastaba con ser lo que se conoce como una presencia.

Lo mismo le ocurría, a fin de cuentas, a su compañero de rodaje enVeracruz,Gary Cooper, aquel muchacho de Montana del que se contaba que se echaba a dormir la siesta en un prado entre plano y plano, dejándose la ropa hecha unos zorros y volviendo locos a los de maquillaje y peluquería.

Las jóvenes generaciones solo han conocido a unaSara Montiel: la señora mayor, pintada en exceso, que salía de vez en cuando por la tele a fumarse un puro y decir que como ella, ninguna. Los de mi quinta conocimos a otras dos Saras: la hermosa india con trenzas deVeracruz(1954) y la mujer fatal deEl último cuplé(1957) y otras perlas de la cinematografía patria, de las que nos manteníamos alejados como de la peste (salvo el sector gay, que las veneraba). E incluso a una tercera, la protagonista deTuset Street (1968), deJorge Grau, un híbrido imposible de lo viejo (la copla eterna) y lo nuevo (la Carnaby Street barcelonesa), conPatrick Bauchauen uno de esos papeles que solían caerle, se pusiera como se pusiera, al pobreMaurice Ronet, y que encabeza miranking de Grandes Películas Malas junto aShowgirls, dePaul Verhoeven.

Roles étnicos

La que más nos gustaba, claro está, era la dulce muchacha con trenzas deVeracruz, ¿pero qué le esperaba aSaraen Hollywood más allá de unos cuantos roles étnicos? Si hoy día, a los actores españoles

-y si no, que se lo pregunten a Jordi Mollào aLuis Tosar- solo les caen papeles de narcotraficante colombiano, calculemos cómo debía ser la situación en los años 50.

Sara Montiel lo volvió a intentar en Yuma(1957), pero el éxito ese mismo año deEl último cuplé la llevó a convertirse en lo que ya nunca dejaría de ser: una estrella española del cine y la canción, que tampoco es moco de pavo.