NO FICCIÓN

Cuando Franco quiso convertir el agua del Jarama en carburante

Ignacio Martínez de Pisón relata en 'Filek' la historia de un estafador austriaco que engaño al dictador

El primer consejo de ministros de Francisco Franco en enero de 1938.

El primer consejo de ministros de Francisco Franco en enero de 1938. / periodico

Elena Hevia

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Esta podría ser una historia digna de Mortadelo y Filemón y sin embargo ocurrió. Tiene todos los elementos de la farsa y el claroscuro de la pobreza y la ignorancia. Puro patetismo. Francisco Franco, “salvador de España por la gracia de Dios”, acababa de llegar al poder y la necesidad de inventar un futuro tan milagroso como su victoria apretaba. Había que buscar algún contento para un pueblo machacado que cada día cerraba los ojos impotente frente a los 50.000 fusilamientos que se produjeron los tres primeros años de la posguerra. Debía ser ese pensamiento mágico lo que propició que un embaucador austriaco, el químico Albert Von Filek, seductor y de buenas maneras, que se ganaba la vida haciendo pequeñas estafas, lograra llegar al círculo más íntimo del dictador para venderle algo que a poco que se piense suena a filfa. Nada menos que lograr combustible a base de plantas, ingredientes secretos y…. atención, agua del Jarama. Del Jarama y no de ningún otro río, porque ese agua tenía, al parecer, la misma composición de un río concreto de Carintia donde Filek, supuestamente, había hecho su descubrimiento. Por fin España iba a ser autosuficiente y se iba a dedicar a exportar energía.

Ignacio Martínez de Pisón se encontró esa historia, algo más que una nota a pie de página de la biografía de Franco de Paul Preston, y empezó a tirar del hilo, desbrozando leyendas, contrastando datos y separando la verdad de la mentira, lo que, en un estafador que se inventó un pasado ilustre para sí mismo, le dio no poco trabajo. El resultado es 'Filek' (Seix Barral), un reportaje literario al estilo de su celebrado 'Enterrar a los muertos'. El libro empieza como una novela de Stefan Zweig, porque Filek, hijo bastardo de una familia aristocrática, fue víctima de la descomposición del antiguo orden. Embaucador nato, vivió de pequeños engaños en su país hasta que en el año 31 llegó a España, pocos días antes de la proclamación de la República, donde prosiguió en su carrera de estafador de medio pelo. “Esta historia me sirve como vehículo -admite Martínez de Pisón- para visitar unos años convulsos que en cierta forma han determinado lo que sería el presente. La guerra civil todavía sigue viva para nosotros y por supuesto, el comienzo de la dictadura, que es una etapa que quizá no se haya investigado lo suficiente”.

Mucho descaro y poco miedo

La suerte hace que Filek acabe en la cárcel junto a Ramón Serrano Suñer, ‘cuñadísimo’ de Franco, y que al final de la contienda su historial quede borrado y él aparezca como un héroe. En realidad había intentado vender su invento tanto a Azaña como a Largo Caballero, sin éxito. Con Serrano Suñer tiene línea directa con el caudillo. Carmen Polo está estusiasmada con el proyecto, su hermano Felipe Polo, excitado. El ministro de Industria Alarcón de Lalastra, un absoluto zote, también lo cree. “Filek tenía mucho descaro y muy poco miedo a las consecuencias, entonces acababas con facilidad frente a un pelotón. Trabajaba muy rápido y no mostraba nada, intentando salir corriendo a las primeras de cambio”. Pero, ¿quién se atrevía a decir que el rey estaba desnudo? Hasta dos análisis se hicieron de la milagrosa 'filekina' y en el primero los químicos no tuvieron las narices de revelar que aquello no podía mover un motor. Y a ver quién era el guapo que lo desmentía, con el convencimiento que había demostrado el jefe del Estado. Los analistas del segundo intento se armaron de valor y revelaron, al fin, la composición: agua del Jarama con hierbas.

Hasta ahí, el pícaro puede despertar una cierta simpatía en el lector, pero para Pisón hay un momento en que se revela como un tipo sin escrúpulos. Tras el engaño fue directo a la prisión en Barcelona. Y después, vuelta a los pequeños golpes: es difícil empatizar con el tipo mientras le tima 2.000 pesetas a un pobre hombre con la promesa de que podría sacar a su hijo de un campo de concentración. Acabada la segunda guerra mundial las autoridades españolas lo extraditan a Alemania. “Si se tienen en cuenta que de los 14 años que vivió en España se pasó la mitad en cárceles republicanas y franquistas, por mucho que disfrutara de un año de prosperidad, el resto del tiempo fue un muerto de hambre”, resumen Pisón.