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El hijo del fascista

RAMÓN De España

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Ser hijo de Oswald Mosley es algo que debe marcar de por vida. No en vano el señor Mosley (1896-1980) fue el fundador en 1932 de la Unión Británica de Fascistas, un gran admirador de Adolf Hitler y buen amigo de Joseph Goebbels, en cuya residencia se casó con su amante, Diana Guinness, en 1936, tras la muerte de su esposa Cynthia por una peritonitis. El gran P.G. Wodehouse se lo tomó a chufla en uno de los relatos protagonizados por el eficaz mayordomo Jeeves y su estúpido señorito, Bertie Wooster, donde sacó a sus matones desfilando uniformados por el Londres de los años 30 entre la rechifla general. No todos contemplaron al señor Mosley con humor, dado que sus muchachos (su partido llegó a contar con 50.000 afiliados) constituían una banda de la porra que no tenía nada que envidiar al sector más cerril de nuestros falangistas.

Con un padre así, no te queda más remedio que meterte a monje trapense, apuntarte a la Legión Extranjera o dedicarte a la literatura, que es lo que hizo su primogénito, Nicholas (1923), del que se acaba de publicar en España su excelente novela Accidente, por cortesía de la pequeña e interesante editorial Cabaret Voltaire. Fuente de inspiración de la película de Joseph Losey del mismo título, Accidente es, claramente, el fruto de una mente machacada desde la infancia, la defensa ante el mundo de alguien que ha logrado sobrevivir al horror sin poder evitar una visión caótica de lo que le rodea. Aunque, en apariencia, nada trascendental pasa en el libro –una historia de amores cruzados y malditos en el Oxford de los 60–, la visión de la vida que arroja es la de un torbellino incomprensible y sin especial interés donde uno se interna porque no tiene nada mejor que hacer.

Narrada en un estilo que tanto puede considerarse vanguardista como simplemente extraño, hecho de frases cortas, aparentemente inconexas y a menudo tan lapidarias como incomprensibles, Accidente es el retrato de un caos moral inevitable en un mundo al que se llega sin manual de instrucciones, un intento deliberadamente condenado al fracaso de comprender lo incomprensible por parte de unos personajes, tan rotos como su creador, que van dando bandazos por una realidad inexplicable.