CRÍTICA

Han Kang: sangre y huesos

'Actos humanos' de Han Kang se zambulle en el violento pasado de Corea del Sur

La escritora coreana Han Kang, en su última visita a Barcelona.

La escritora coreana Han Kang, en su última visita a Barcelona. / .37840074

Olga Merino

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Si bien la península coreana fue conocida durante siglos como “la tierra de la calma matutina”, su historia está jalonada de guerras, colonialismo, dictaduras e invasiones por la cercanía de tres vecinos de acero: China, Japón y Rusia. De la misma forma, la pujanza económica de Corea del Sur, uno de los cuatro dragones del sureste asiático, puede hacer olvidar con facilidad que apenas tres décadas atrás el país aún permanecía bajo la férula del general Chun Doo-hwan, protagonista del golpe militar de 1979 e instigador de la matanza de Gwangju. Pues bien, sobre este siniestro episodio histórico y sus consecuencias pivota la acción narrativa de 'Actos Humanos', de la surcoreana Han Kang.

La masacre, que según estimaciones de la prensa internacional pudo haber causado hasta 2.000 muertos civiles, sucedió durante cinco días de mayo de 1980, cuando el ejército reprimió con fiereza extrema una revuelta estudiantil en Gwangju, ciudad natal de la autora, que había sido secundada por los sindicatos y el grueso de una población que exigía mayores libertades democráticas. Así, la novela arranca con un muchacho de 15 años, Dong-ho, que, como una suerte de Orfeo en el inframundo, busca el cadáver de su mejor amigo entre los cuerpos amontonados en las dependencias de un polideportivo municipal convertido en improvisada morgue.

A partir de ahí, la autora se afana en una minuciosa autopsia psicológica de la carnicería a través de otros seis personajes, con saltos progresivos en el tiempo que abarcan un lapso de casi 40 años: el alma del amigo muerto sobre la carcasa en descomposición que la había contenido; una editora que batalla contra la censura en 1985; dos prisioneros que rememoran en 1990 y en 2002 las torturas a que fueron sometidos (“¿testimoniar que te metieron dentro una regla de madera de treinta centímetros hasta traspasarte el útero infinidad de veces?”); la madre del chico que buscaba en el depósito de cadáveres; y al fin, la misma escritora, transformada en objeto de ficción cuando relata qué la arrastró a escribir Actos Humanos y el precio emocional a pagar por ello.

En un implacable inventario del dolor, que no escatima el detalle de la sangre, los músculos y los huesos machacados —“la chica de uniforme acabó de limpiarle la cara a un joven que tenía la nuez de Adán fuera porque le habían rajado la garganta con una bayoneta”—, esta novela de estructura polifónica aspira a responder a un doble interrogante que aguijonea a la autora desde sus inicios: cuál es la esencia del ser humano y el dilema de la crueldad como elemento intrínseco a su naturaleza. En 'La vegetariana', galardonada con el Man Booker Internacional en 2016, Han Kang ya exploraba la relación entre cuerpo y alma a través de una mujer que intenta despojarse de cuanto hay en ella de humano disolviéndose mediante la inanición hasta hacerse una con la tierra.

Tal vez el abuso de la segunda persona como estrategia narrativa acaba por causar en 'Actos humanos' el efecto contrario al perseguido en un principio; esto es, quebrar la barrera entre personaje y lector. Pero, aun así, se trata de un lastre menor en una novela que destaca por su ambición literaria y la voluntad inquebrantable de que la Historia no silencie la voz de los muertos.