KOSMOPOLIS: LA FIESTA DE LA LITERATURA

Grossman y la Historia

Uno de los más respetados autores judíos publica su novela 'Gran Cabaret'

El escritor israelí David Grossman, en el patio del CCCB, recinto donde se celebra el festival Kosmopolis.

El escritor israelí David Grossman, en el patio del CCCB, recinto donde se celebra el festival Kosmopolis.

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Es casi inevitable que cualquier conversación con David Grossman ( Jerusalén, 1954), que visita Kosmopolis en medio de la promoción de su última novela 'Gran Cabaret' (Lumen / Edicions 62), derive aunque él no lo quiera hacia la convulsa realidad de Israel, un país, el suyo, en guerra desde que él tiene memoria.

Su encuentro con la prensa a tan solo un día de la victoria de Benjamín Netanyahu y su declarada cerrazón frente a la creación de un estado palestino, lleva a este escritor, profundamente riguroso en su creatividad y dialogante en lo ideológico a hacer, una vez más y casi a regañadientes, un diagnóstico sobre la situación.  No parece haber mucha esperanza en sus palabras: «Israel ahora mismo está atrapado en una mirada muy rígida frente a la realidad. Hay gente en Israel que ve las cosas de otra manera distinta y es más flexible frente a las amenazas -por otra parte reales- pero que desgraciadamente son utilizadas por Netanyahu para atemorizar a la gente».

En ese panorama, Grossman se siente cada vez más en minoría en su oposición contra unos fanatismos enquistados. «Me temo que el resultado de estas elecciones, con el que desaparecen las esperanzas de los palestinos de tener un Estado, es algo que nos va a llevar directamente a una tragedia. Pronto nos encontraremos en un nuevo círculo de violencia entre Israel y Palestina, habrá mucha devastación y muchos morirán».

El regreso a la novela de David Grossman, después de la celebrada 'La vida entera' y ese paréntesis poético-memorialístico que fue 'Más allá del tiempo' -dedicado a la memoria de su hijo Uri, fallecido en la guerra del Líbano en el 2006- es 'Gran Cabaret', una historia de tonos grotescos en la que un juez de Cesarea, una localidad en la costa de Israel, es invitado a asistir al espectáculo de un monologuista, a quien conoció en su adolescencia. «Se trata de una novela sobre los temas que siempre me han preocupado: la infancia, los recuerdos, la melancolía, el lugar del artista y en cómo se desarrolla la seducción de este con respecto al lector».

Con la figura del cómico, Grossman explora un terreno insólito en su obra, el del humor salvaje y un tanto grosero que utiliza el monologuista, todo un experto en insultar al público, y que tiñe de una cierta crueldad la primera parte de la novela. Ahí van ejemplos: «Vamos a hacer un paréntesis, como dijo el necrófilo delante del cadáver de su suegra». O  bien: «¿No sería esa la idea de Dios cuando organizó la campaña publicitaria del Holocausto?».  Ese humor nada blanco, un punto patético y dirigido ácidamente hacia uno mismo, tan característico del pueblo judío, impregna la novela. «Bueno yo soy judío, me gusta ese tipo de humor y me gusta trabajar con la autoironía. E insisto en que es ironía y no cinismo. Para  mí son cosas distintas. El cinismo interpone una barrera con aquello de lo que te ríes mientras que el humor judío, más irónico, está comprometido incluso con aquello de lo que te ríes».

El bufón y el juez

A Grossman le cuesta descifrar con qué materiales personales ha construido a sus personajes. Ese bufón que se exhibe y el juez, es decir el hombre imparcial, que es invitado para que lo contemple al cómico con una mirada sobria y ecuánime. «Ambos nacen de mí. Creo que no puedo contar nada si no ha pasado previamente por mi experiencia. Una vez tenía que contar un desvanecimiento y no sabía como hacerlo, porque jamás lo había sufrido. Hasta que un día en la visita del dentista tuve un desmayo. El médico se quedó pasmado cuando yo pedía que nadie interfiriera, que no me dieran azúcar, que me dejaran el privilegio de ese momento».

'Gran Cabaret' no es una novela que hable de la pérdida del hijo, aunque el protagonista se duela de no haberlos tenido, aunque el espíritu de Uri sobrevuele por momentos algunas de sus páginas. «El está siempre y en todas partes», dice escuetamente  Grossman, un hombre para el que resulta muy difícil, como todos los israelís y todos los palestinos, escapar a la  Historia.