OTROS ESCENARIOS POSIBLES

En una calita de Granollers

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zentauroepp44872221 granollers 31 08 2018 otros escenartios posibles concert del180902184705 / ÁLVARO MONGE

Nando Cruz

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Falta una hora para que empiece el concierto y hay 80 personas sentadas ante el escenario. Existe un tipo de público que siempre quiere llegar con tiempo a cualquier lugar: los jubilados. Casi todos portan algo en la mano: o un bastón o un paraguas. Es viernes por la tarde, pero todos visten de domingo. Camisa de cuadros por dentro del pantalón, ellos. Camisola con brillantitos, ellas. Sí, hoy es un día muy especial. En este mundo de ritmos trepidantes y sintéticos para adolescentes, ya nadie les canta a ellos. Hoy sí: hoy hay recital de habaneras.

No se concibe una fiesta mayor ‘com cal’ sin su concierto de habaneras. Es un modo de decir a los ancianos: nos acordamos de vosotros. Y en la fiesta mayor de Granollers no va a faltar. Una patrulla de operarios coloca sillas y más sillas en la plaza de las Hortes. Aquí hay sillas para parar un tren bala, pero se ocuparán todas. El cuarteto Mar i Vent prueba sonido y el público disfruta como si ya fuese el concierto. Interpretan ‘Plora guitarra’, una de tantas canciones de Ortega Monasterio, autor que prácticamente monopoliza el temario habanero.

Las sillas blanquiazules de primera fila están reservadas para personas con problemas graves de movilidad, pero con un público cuya media de edad ronda los 70 años aquí quien más quien menos padece un achaque. Algunas sillas ya están adjudicadas a personas que las han reservado por teléfono. No es fácil entender el sistema de prereservas, reservas y zona abierta, pero una asistente de la organización se encarga de explicarlo las veces que haga falta a abuelos y abuelas. Ojalá tratasen al público de todos los conciertos con tanta educación y paciencia como aquí. Y sin pagar 230 euros por estar en zona vip.

36 litros de ron

Hoy todo es gratis. Hasta esas 18 botellas de dos litros de ron Pujol vertidas en seis cazuelas de barro que ya queman a un lado de la plaza. ¿Demasiado ron? Tranquilos, también se acabará. Una inevitable asociación de ideas (habanera y ron Pujol) obliga a mencionar la ‘Havanera de Pujol i el 3%’. Empieza así: “El meu avi va anar a Andorra / A portar-hi uns calerons / No fos cas que a casa nostra / Hi haguessin revolucions”. Mar i Vent no la cantarán hoy. Una lástima, pues demostraría que hasta un género con fama de inofensivo y anquilosado como la habanera puede ser crítico y actual.

"Hoy todo es gratis. Hasta esas 18 botellas de dos litros de ron Pujol vertidas en seis cazuelas de barro que ya queman a un lado de la plaza"

Faltan aún 15 minutos para que empiece el concierto y ya hay más de 250 espectadores en sus puestos. Aquí un abuelo con el palillo en la boca. Allí otro con una sonda en la nariz conectada a su botella de oxígeno. Hay sillas de ruedas de todos los modelos: de tracción manual y motorizadas. Por megafonía suenan insulsas versiones de The Police y The Temptations. Mar i Vent han ido a beber algo y a pasar por el lavabo del bar El Vermutillo regentado por una familia china. Acentos muy andaluces conviven con acentos muy catalanes en lpatea. Un matrimonio de 90 años llega con sus asistentes latinos empujando sus sillas. Los cuatro se sientan en primera fila. Vecinos subsaharianos se acercan a la plaza. Vecinos de ida y vuelta. Canciones de ida y vuelta.

El guitarrista Tito Mora ya asoma por la tarima con su mariconera; nunca sabes quién puede entrar al camerino. Va uniformado con camisa azul marino y pantalón blanco como sus tres compañeros. La acordeonista Mónica Solá es la directora musical del grupo. Desde su posición no puede ver una gigantesca pintada en la pared de su izquierda: “¿Qué justicias proclamáis si continuáis esclavizando y excluyendo a la mujer de todo ideal?  (Juana Azurduy)”. Unos niños juegan a pelota bajo la placa de ‘No és permès jugar a pilota’. Otros se han inventado un juego más divertido: al escondite entre las filas de abuelos.

Sa Tuna y el rockabilly

El concierto inicia su travesía recalando en títulos y paisajes habituales de este tipo de recitales. Habaneras, valses marineros y boleros. ‘Barquejant’ y ‘La barca xica’. Sa Tuna y Begur. ‘Bitxintxo’ y ‘Yo te diré’. Material sensible y añejo. Hay partituras más recientes como ‘Vestida de nit’, preciosa habanera escrita por los padres de Sílvia Pérez Cruz que evoca “aquest món d’enyorança, amor i calma, perfumat de lluna foc i rom”. Canciones de amor y distancia que hacen sentir al público como si el tiempo se hubiese detenido. Ni más ni menos que lo que sienten los fans del rockabilly. Unos beben ron Pujol. Otros, Jack Daniel’s.

"Canciones de amor y distancia que hacen sentir al público como si el tiempo se hubiese detenido. Ni más ni menos que lo que sienten los fans del rockabilly"

La ‘abuelada’ sigue el concierto sin grandes muestras de júbilo. Han salido de casa, con las dificultades que eso conlleva para muchos, y eso ya significa bastante. Una mujer recita todas las letras con la mirada perdida; tal vez en una cala. Cuando el grupo pide colaboración ciudadana para entonar los versos de ‘La paloma’, el público susurra al unísono aquello de “si a tu ventana llega una paloma, trátala con cariño que es mi persona”. Dulzura y sigilo. Lo crean o no, al final de la canción una paloma sobrevolará el mar de sillas. Otra mujer con camiseta de chándal blanca balancea el cuerpo al son de las olas. Lo crean o no, se llama Lola. Sí, como ‘La bella Lola’. Sí, como ‘Lola, la tabernera’.

El ron está a ya punto. El bajo y portavoz Toni Belmonte anuncia que tras la siguiente canción habrá una pausa para degustar el ‘cremat’. Y Mar i Vent cometen el grave error de tocar una pieza propia justo cuando la gente solo piensa en no quedarse sin ron. Aún no han enfilado la segunda estrofa y decenas y decenas de ancianos abandonan corren para hacer cola. La primera de la fila es Lola, pero no cogerá su vaso hasta que el grupo termine la canción. “Queda feo”, advierte a todo el que la presiona para abrir la veda. Caen cuatro gotas y se abren todos los paraguas de la plaza al grito de: ‘¡Ya lo sabía yo!’.

De Cádiz a Menorca

La mayoría de público se quedará a la segunda parte. ‘La balada del marino’, ‘Tornaré’, las ‘Habaneras de Cádiz’ de Carlos Cano… Un cámara de VoTV, la televisión local, despide su conexión en directo desde el escenario mientras Mar i Vent entonan ‘Tornada a Menorca’. El más joven del cuarteto, el tenor Lluís Giménez, habla en ‘El meu secret’ de una cala escondida donde retozar con su ligue. Algunos vecinos escuchan la música desde los balcones.

El recital se acerca a su destino final sin apenas sobresaltos. El público mantiene su tónica habitual de aplaudir solo al final de cada interpretación, pero nunca tras el discurso de presentación de la pieza. Solo harán una excepción, y tímida, en ‘Paraules d’amor’, cuando Belmonte proclame que “en estos tiempos que corren necesitamos más palabras de amor y menos mentiras”. Aplausos.

"El público desenfunda sus pañuelos blancos de tela. Sí, este público aún usa pañuelos blancos de tela"

Dos canciones rivalizan eternamente por el título de Madre de Todas Las Habaneras. La primera es ‘La bella Lola’. El público desenfunda sus pañuelos blancos de tela. Sí, este público aún usa pañuelos blancos de tela. El ritual de ondearlos al viento no es tan distinto al mar de brazos en el aire que forman los fans de Depeche Mode cada vez que tocan ‘Never let me down again’. La sorpresa más inesperada es que hoy Mar i Vent no cantarán la otra habanera de rigor: ‘El meu avi’. ¡Es broma! Jamás saldrían vivos de Granollers.

La velada culminará con un popurrí de clásicos peninsulares que pone al público muy ‘burrón’. Carcajadas y coros beodos del siglo XX. Desde Santurce a Bilbao, pasando por San Fermín y ‘A rianxeira’. Que si Adelita se fuera con otro la seguiría por tierra y por mar... Que si el vino que tiene Asunción no es blanco ni es tinto... El mito de la habanera ‘convergent’ de Calella de Palafrugell, hecho trizas. Y aún hay más. La barca se adentra en zonas pantanosas. ¡‘Clavelitos’! ¡‘Triste y sola’! Esto ya es demasiado. La tuna es la última frontera. ¡Al agua!