UN IMPRESCINDIBLE NARRADOR EN TONO MENOR

La gran guerra liofilizada

Concreto y conciso 8El escritor Jean Echenoz, ayer en la sede del Institut Francès de Barcelona.

Concreto y conciso 8El escritor Jean Echenoz, ayer en la sede del Institut Francès de Barcelona.

ELENA HEVIA
BARCELONA

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Jean Echenoz (Orange, 1947) es un experto en transformar grandes historias en su más concentrada y exacta expresión. Pero quizá el escritor francés nunca había sido tan extremo como en 14 (Anagrama / Raig Verd), reducción hasta la esencia de la primera guerra mundial. Donde muchos hubieran puesto efectos especiales, millones de extras, pantallas de cinemascope, 3-D y ambición a raudales él cuenta las penalidades cotidianas de cinco jóvenes reclutas, de la mujer que espera en retaguardia, de los piojos en las trincheras, de cómo las batallas eran amenizadas con orquestas, de las diversas y repugnantes utilizaciones del casco, de los pequeños pero significativos detalles, en fin, que aportan una clarificadora luz. Y lo que es más sorprendente. En poco más de 90 páginas.

14, así en números, por el año en que se inició la guerra -que entonces era la gran guerra porque nadie imaginaba que acabarían numerándolas-es también un título minimalista que según Echenoz «funciona como un proyectil». El pequeño gran libro apareció en Francia en el 2012 y el pasado año en España donde se situó en las listas de los mejores del 2013. El éxito obtenido, en Anagrama han llegado a la cuarta edición, ha hecho que el autor, un hombre alérgico a los elogios, los haya recibido todos en su visita a Barcelona.

Aburridas batallitas

«Si hace 35 años cuando empecé a escribir me hubieran dicho que me iba a interesar un tema como el de la primera guerra mundial me hubiera parecido una broma». La idea que  Echenoz y buena parte de la gente de su generación tenía sobre el conflicto no iba mucho más allá de una colección de aburridas batallitas de veteranos excombatientes. Pero al cumplirse este año el centenario -jura y perjura que no ha habido el menor oportunismo en la elección del tema- se dio cuenta de su importancia, de su huella en el imaginario colectivo de su país. «Fue la primera guerra industrial y tecnológica del siglo XX y a causa del inmobilismo en las trincheras y del gas, una de las más cruentas. Hoy, cuando los historiadores están hablando de brutalización, nos damos cuenta de lo que fueron realmente aquellas masacres». Echenoz, que no se tiene por historiador, también constata el hecho de que el periodo de entreguerras fue un mero paréntesis, la guerra por otros medios, en un conflicto que se inició en el 14 y acabó en el 46. Es una teoría.

Suele decirse que la documentación que subyace en las novelas del escritor es ingente en relación con los resultados, ya que apenas aprovecha un dos o tres por ciento de lo consultado aunque por supuesto su imaginación tenga mucho que decir, «siempre con la obligación de quedarse muy cerca de la realidad». El dispositivo que hizo que este libro echara a andar fue el encuentro fortuito del diario de guerra de un tío-abuelo de su pareja. «Era un texto muy púdico. Apenas hablaba de la meteorología en los combates y nada de los horrores que necesariamente tuvo que vivir porque, según pude constatar, participó en batallas muy cruentas».

También fue el acicate para un autor que -no hay que decirlo- se declara enemigo de la épica. «En esa guerra los oficiales eran burgueses, pero la tropa estaba integrada por proletarios y agricultores. Yo quería mostrar el día a día de los soldados». No en vano, una de las películas favoritas de Echenoz es La gran ilusión de Jean Renoir, otra visión del conflicto sin tambores ni fanfarrias.